Economía
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La eliminación de aranceles a los hilos e insumos textiles ha generado bastante controversia en el país. Gremios explican qué tan duro sería el golpe.
El anuncio del Gobierno Nacional sobre la posible eliminación de los aranceles a los hilos e insumos textiles ha generado una fuerte controversia entre empresarios, sindicatos y productores nacionales.
La medida, impulsada por el Ministerio de Comercio con el argumento de abaratar costos para la industria de la confección, es vista por los gremios como una amenaza directa a la producción local y al empleo formal.
Organizaciones como Analdex advierten que el fin de los aranceles acabaría con la hilatura nacional y dificultaría cumplir con las normas de origen exigidas para exportar a Estados Unidos, pues estas requieren un porcentaje de materia prima nacional.
Los productores de algodón agrupados en Conalgodón señalaron que un desmonte del arancel del 10 % provocaría la quiebra de las pocas hilanderías que aún operan en Colombia —Fabricato, Colhilados, Hilandería Universal, Miratex, Lafayette y Geomatrix—, las cuales no pueden competir con los bajos precios asiáticos.
La CGT y la CUT alertaron que más de 8.000 empleos, en su mayoría femeninos, estarían en riesgo, afectando especialmente a regiones agrícolas como Córdoba, Tolima o Huila.
Según sus cálculos, el ahorro para la confección sería mínimo, mientras el país perdería 165.000 millones de pesos en recaudo y pondría en riesgo su tejido productivo y laboral.
Es clave que el Gobierno defienda a las empresas nacionales porque son la base del desarrollo económico, la generación de empleo y la estabilidad social del país.
Las industrias locales no solo crean puestos de trabajo formales, sino que también impulsan la innovación, fortalecen las cadenas productivas internas y contribuyen significativamente al recaudo fiscal.
Cuando el Estado protege la producción nacional frente a la competencia desleal o a las importaciones subsidiadas, garantiza que el dinero circule dentro del país y beneficie a más sectores, desde los agricultores hasta los comerciantes.
Además, defender a las empresas nacionales permite preservar el conocimiento técnico y la capacidad industrial, factores esenciales para alcanzar la autosuficiencia económica.
Si el país depende excesivamente de productos extranjeros, corre el riesgo de perder su soberanía productiva y quedar vulnerable ante crisis internacionales o cambios en los precios globales.
Apoyar a las industrias locales también fomenta el empleo digno, la equidad y la estabilidad de las comunidades que dependen de ellas, especialmente en regiones rurales o con pocas oportunidades.
En resumen, proteger la producción nacional no es un acto de proteccionismo exagerado, sino una estrategia inteligente para fortalecer la economía, reducir la pobreza y garantizar un desarrollo sostenible.
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