A ese anhelo que ya tiene cerca de 200 años, que ha pasado por intentos como la Organización de Estados Americanos, OEA, y últimamente experimentos como la Unasur; han hecho falta proyectos concretos, obras que unan física y realmente a estas naciones hermanas.

Y es así como el arquitecto colombiano Francisco Melo, con su proyecto ferroviario, ha buscado unir a Colombia con Ecuador.

“La idea es que el tren funcione como un transporte de intercambio comercial y de pasajeros entre estos dos países”, explica Melo, quien entiende que su profesión de arquitecto le permite construir otro tipo de “puentes” que lleven a enlazar dos pueblos que tienen más cosas en común que diferencias.

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Son tan solo 220 kilómetros, la distancia que separa a la ciudad de Pasto, en Colombia, con Ibarra, en el norte de Ecuador. El diseño de la carrilera pasará por Ipiales, el puente de Rumichaca, para entrar por Tulcán, en el vecino país.

Básicamente, el trazado seguirá la actual autopista, con la ventaja de ser un transporte más seguro y preciso.

“El tren se movilizará con energía eléctrica y solar”, explica Melo, quien recuerda que: “lastimosamente en Colombia dejaron de funcionar los trenes, por las políticas que dieron paso a las tractomulas”. Por eso este visionario arquitecto enfatiza que las autoridades no han tenido políticas claras para fortalecer el tren y las vías férreas.

En cambio, en el Ecuador, el gobierno de Rafael Correa logró recuperar 500 kilómetros de vías, una iniciativa que se convirtió en bandera del saliente mandatario.

Frente al interrogante de que el tren llegue hasta Quito, el arquitecto colombiano considera que se debe explorar esta posibilidad de conectividad. “Creo que Colombia debe proponer, a partir de un documento Conpes, que se fortalezca el comercio binacional por medio de las Alianzas Público Privadas, APP, contribuyendo a fortalecer las inversiones”.

Mientras tanto, en Colombia, lo más cercano a un tren es esa máquina turística que a muy baja velocidad y botando un denso humo, atraviesa tan solo la pequeña distancia que separa a Bogotá de Zipaquirá.

La carrilera que cruza el centro de la capital colombiana permanece vacía. Los diferentes rincones del país, por donde alguna vez pasó el ferrocarril, están llenos de maleza.

El transporte en Colombia está en manos de un monopolio y de una especie de “rosca” que maneja desde las llantas y los aceites hasta los combustibles. Situación que ha sido aprovechada por los políticos y las autoridades de los diferentes estamentos nacionales y regionales.

Durante años, Ferrocarriles Nacionales, la compañía que maneja este servicio en el país, ha sido ineficiente y ha venido desangrando los recursos de la empresa y reduciendo su cobertura.

En el único lugar donde funciona de manera eficiente el tren es en las minas del Cerrejón, en la Guajira; pero estas inmensas máquinas no son utilizadas para transportar pasajeros, sino exclusivamente cargas de carbón.

El ferrocarril binacional, que propone Francisco Melo, se convertiría en la materialización de un sueño. Así, poco a poco, Colombia y Ecuador, dos naciones hermanas quedarían unidas por una carrilera, por unos rieles metálicos, que convertirían en inseparables estas dos naciones, que tienen más puntos en común que diferencias.

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