La Corte Constitucional decidió obedecerle al uribismo al ponerle una destructiva carga de profundidad al proceso legislativo conocido “fast track” en el Congreso, que permitía avanzar rápidamente en las leyes por la paz y en las determinaciones institucionales de las normas del pos acuerdo, aprobadas con la firma de la paz con las Farc.

Una vez más la paz y el pos acuerdo están empantanados. La pregunta es: ¿estamos de nuevo en los limbos y los abismos nacionales que sobrevinieron tras el triunfo del No en el plebiscito, y que fueron remediados con la firma del acuerdo del Teatro Colón y con el avance, a veces lento y marrullero, de las leyes de la paz en el Congreso?

Consultadas hoy jueves las Farc, consideran que sí, que lo determinado por la Corte es tan grave para la paz, como el triunfo del No en el plebiscito.

A última hora la Corte Constitucional informó que este frenazo descomunal y desconcertante que muerde la propia cola de la Corte que es garante del bien máximo de la nación que es la paz, no afectaría lo relativo a la amnistía a los guerrilleros desmovilizados ni tampoco el buen camino de la llamada Justicia Especial para la Paz. Pero decenas de temas y proyectos caerían en el aletargamiento impuesto por el Centro Democrático para empantanar los desarrollos legales y sociales del pos acuerdo.

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Sin saber en detalle qué temas serán los afectados en materia social como la reforma en el campo o la misma reforma electoral, el hecho de volver a las discusiones y procedimientos paquidérmicos consuetudinarios en el Congreso y a la posibilidad de que las leyes de paz sean cambiadas al vaivén de los deseos destructivos del proceso por parte de la oposición de extrema derecha, en la práctica que hemos entrado en una nueva etapa de indecisiones y ausencia de certezas, que necesariamente afecta los cronogramas y tiempos de la paz.

De zancadilla en zancadilla, el Centro Democrático, ahora de la mano de una Corte Constitucional fofa y permeada políticamente, pretenden darle el patadón final a la paz, o por lo menos orquestar desde ya, como lo hacen por todos los medios legales y con el ejercicio de la manipulación y la mentira, una dinámica negativa en el país para el avance del pos acuerdo, dentro de la cual seguramente piensan pescar en ese río revuelto con propósitos electorales de Congreso y Presidencia en el 2018, para ahí si terminar la destrucción y devolver el país al horror haciendo, como ya lo han dicho de frente, trizas el acuerdo del Teatro Colón.

Ya veremos de acá en adelante los nefastos resultados de la decisión de la Corte bien recibida, como no, por el uribismo y aún por sectores afines al gobierno en el Congreso que hablan ya de manera cínica de una mayor responsabilidad y disciplina para aprobar las leyes.

¿Responsabilidad y disciplina en el Congreso?

En general la tienen para esparcir la mermelada y sancochar el tamal. Quien elevara la demanda aceptada y fallada por la corte, el senado uribista Iván Duque, precandidato presidencial está feliz: “La corte ha protegido la democracia”, dijo. O sea, ha pateado la paz.

Ya vendrán los debates insulsos y retóricos, las iniciativas para frenar, las propuestas de modificaciones y revisiones a todas las leyes, para encharcar la paz, para chatarrizar (como la Constitución del 91) el acuerdo mismo. Seremos los testigos de decenas de “micos”, payasos y demás bellezas que adornarán las pistas del circo.

Dirán que el gobierno tiene las mayorías y que de todas maneras tarde o temprano los proyectos serán aprobados y avanzará la paz y el posacuerdo. Pero la extrema lentitud que esto va a generar va a poner en vilo las leyes que de ser finalmente aprobadas tendrían larguísimos procesos y tiempos laxos, en los cuales naufragaría la paz, como lo quiere el CD, como lo anuncia si llega al poder en 2018.

Sin descontar que por el camino y con la capacidad de cambiar, cambien el acuerdo mismo y lo dejen en nada, con la ayuda de santistas tan volubles como Lizcano el presidente del Senado, que le juega a todo ensopado de manzanilla.

Con esta decisión, cualquier congresista que quiera hacerle un cambio a un proyecto de ley o un acto legislativo que se presente por ‘fast track’ podrá hacerlo y su petición tendrá que ser estudiada por el Congreso. Igualmente, los artículos de la iniciativa y las propuestas de modificación tendrán que votarse una por una y no en bloque como se venía haciendo actualmente.

¿Y las propias Farc, que pitos pueden tocar en este farragoso asunto? Al saberse la noticia, de una su asesor jurídico Enrique Santiago pidió una constituyente como única salida.

Es decir les dan el papayaso de regresar a un viejo tema superado parcialmente en los acuerdos pero que siempre funge como telón de fondo, como solución ulterior. ¿Qué tan conveniente podría ser su elección, entendiendo el conglomerado de farsas pos verdades y mentiras en el que el país vive embobado por Uribe?

Eso de un lado; otro enredo inmediato más, otra puja, otra pugna. Y seguramente lo decidido por la Corte puede ser asumido por las Farc (y en ello habría coherencia) como un elemento que les permitiría para oponerse en una especie de contraprestación, aplicar también ellos el freno y dejar en espera por un tiempo más largo, temas y hechos tan necesarios como la dejación de armas, debatir su modo de participación en la JEP, y la misma desmovilización definitiva.

Para no hablar de lo que ya pueden estar pensando: que definitivamente con lo decidido se amplían enormemente las posibilidades de que se les haga un conejo enorme en materia de lo que se logró en los acuerdos en torno a los temas de fondo: la paz social, las múltiples reformas, la construcción de una democracia rea y directa.

Más precisiones de lo que tumbó la Corte Constitucional: ya no es necesario el aval del Gobierno para promover modificaciones a los proyectos de ley y no es válida la votación en bloque de las propuestas. O sea, todo es cambiable, todo es un “articulito”, todo es uribizable, y que cada cual según lo que piense y más allá de la disciplina de los partidos que están por la paz, haga lo que se le dé la gana, o sea, vender la conciencia por un plato de lentejas o de sancocho electoral.

Las dificultades para la paz, vuelven a ser enormes. Puede significar este embrollo anular todo lo acordado con las Farc, una fuerza hoy política que empieza a pensar que la institucionalidad no funciona y que hay que cambiarla vía constituyente, en un proceso a un más lejano y complejo.

¿Está de nuevo congelado el acuerdo? Y todo eso con un Santos frágil con el sol a sus espaldas.

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