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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Mar 4, 2024 - 7:20 am

El señalamiento de activismo del que son blanco algunos de los ministros y funcionarios más cercanos al presidente Gustavo Petro viene precisamente, entre otros, de quienes hicieron parte del Gobierno y hoy sienten que los activistas están reemplazando a los tecnócratas en la administración del Estado. La semana pasada, la exministra de Agricultura Cecilia López y el exdirector del Departamento Nacional de Planeación (DNP) Jorge Iván González lamentaron que los que no saben sean quienes se sitúan al lado del que lleva el timón del barco.

“Es increíble ver cómo se pasa de un consejo de ministros de gobernantes a un consejo de ministros que cada vez es más de activistas. Y eso es brutal”, dijo González. Y López agregó: “La vapuleada que le ha pegado este Gobierno a la tecnocracia es una vergüenza. Pero también a la burocracia. ¿Qué es lo que está predominando en este momento? El activismo. ¿Sabe ejecutar el activismo?”, se preguntó la exministra.

Poco antes de estas declaraciones, el país se enteró de que a González lo reemplazará en la dirección del DNP el exsenador del Polo Democrático Alexánder López, y que a la dirección del poderoso Departamento de Prosperidad Social (DPS) llega el también exsenador y excandidato a la Alcaldía de Bogotá Gustavo Bolívar, clave para el presidente Petro. A los dos se suma el exconcejal Carlos Carrillo, que asumirá la dirección de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGRD). El común denominador de todos: no tienen ni la experiencia ni los conocimientos para ocupar estos cargos eminentemente técnicos.

Pero se pueden posesionar por disposición presidencial, sin que estén infringiendo la ley. ¿Por qué los pone allí el mandatario? La respuesta no es clara, pero se empieza a dibujar al despejar el concepto mismo de activismo, del que ya fueron señaladas también las exministras de Minas y de Salud Irene Vélez y Carolina Corcho, y la exdirectora del Departamento de Prosperidad Social (DPS), hoy superintendente de Sociedades, Cielo Rusinque.

Algunos sitúan el origen del concepto al final de la Primera Guerra, en Alemania, en donde se usó la palabra ‘activismus’ para referirse al compromiso militante de un grupo de intelectuales ante las transformaciones que se producían en ese momento, en oposición a la actitud más bien pasiva, sobre los mismos acontecimientos, de otros reconocidos pensadores. Desde entonces, prácticamente todas las definiciones de ‘activismo’ encuentran que, en sí mismo, no es malo; pero, también por definición, hace parte de la actividad política contra el poder, impulsando incluso campañas. No hace juego con el poder, no se hace activismo desde un gobierno.

En la actualidad, se acepta entender el activismo de manera genérica como el ejercicio de búsqueda de seguidores para una causa y también la acción social de carácter público, pero comúnmente contra una autoridad legítimamente constituida. Por eso, se asimila más a los mundos de las protestas sociales y las campañas políticas. Un activista es, pues (según el DRAE), el militante de un movimiento social, de una organización sindical o de un partido político que interviene activamente en la propaganda y el proselitismo de sus ideas.

De ese tipo de personas se rodean los políticos en general, no solo Petro, sobre todo cuando buscan impulsar sus campañas y hacer que su condición de candidatos transite por la vía democrática a la de mandatarios. Pero la situación cambia (debería cambiar) cuando llegan al poder y en el ejercicio del gobierno, que se espera sea conducido, en las esferas de la ejecución de políticas públicas, por tecnócratas, es decir, profesionales especializados que deben hacer su trabajo al margen de consideraciones ideológicas.

“Cuando hay un gabinete de tecnócratas, el gobierno es un gobierno que privilegia la razón técnica, la razón. Cuando hay gabinetes políticos, el gobierno es un gobierno político con un proyecto político que privilegia el interés político. Cuando hay un gabinete de activistas, el gobierno es un gobierno en campaña que privilegia las emociones, es que hay un interés claro por permanecer en el gobierno”, explicó el analista Pedro Medellín, en Noticias Caracol.

De eso fue precisamente de lo que se quejaron la semana pasada los exministros de Petro a quienes el presidente les respondió con uno de sus abstrusos trinos (se transcribe textualmente): “Tecnocracia es supuestos técnicos en el poder. Democracia es el pueblo en el poder. En la primera el pueblo le sirve a los supuestos técnicos, en el segundo los técnicos sirven al pueblo”.

Gustavo Bolívar admite que es un activista

En medio de todo esto hay un concepto intrínseco que se ha soslayado y es el de conocimiento. El activista sabe agitar las masas y buscar prosélitos en defensa de reclamos al poder, o de impulsar campañas que buscan el acceso a él, pero no sabe de políticas públicas, que son la respuesta del Estado a los reclamos de la sociedad, desde su diseño, implementación, ejecución, seguimiento, evaluación y hasta su reformulación para darles continuidad o no. A eso se dedican los tecnócratas que el presidente Petro mira con tanto desdén.

“Sí, yo soy un activista, porque considero que este presidente tiene las mejores intenciones, el mejor programa, las mejores ideas, pero le ha faltado un poco de impulso […]”, admitió Gustavo Bolívar en el mismo informativo. “Yo tengo que rodearme, ya estoy incluso recibiendo esas hojas de vida, de los mejores expertos. Porque la experticia se aprende, pero la honestidad no se aprende”, agregó. Pero esta afirmación efectista sobre la honestidad no alcanza a cubrir el hecho real de que así se rodee de “los mejores expertos”, serán sus decisiones, tomadas con base en el interés político o ideológico, las que prevalecerán.

Los cambios de Petro con estos perfiles se producen cuando el presidente se aproxima a su segundo año de mandato. Es decir que empieza a ver en el horizonte el fin de su gobierno. Los acérrimos detractores del jefe de Estado consideran que con ese “activismo” en su entorno más próximo está ambientando de alguna manera la continuidad de sus propuestas, y que, de ese grupo, si no busca la reelección mediante la convocatoria de una asamblea constituyente, podría elegir a su heredero. Quizás eso explique su propensión a rodearse de personas que considera leales antes que de funcionarios con las capacidades y fundamentos para mover al Ejecutivo a sus verdaderos fines: el bienestar social.

Todo esto lo corroboró el propio Bolívar en su cuenta de X cuando les explicó a sus seguidores su llegada al DPS: “[…] Entiendan que este sí era el camino y es el que está tomando el presidente de la república de convocarnos a sus más leales servidores”, dijo en primera instancia, y después avanzó para limpiar su idea de servirle a la persona del presidente. “No solamente de él, sino de sus ideas; para que lo ayudemos a gobernar y que este gobierno salga muy bien, y que en 2026 el Pacto Histórico pueda elegir un presidente o una presidenta de nuestra corriente”.

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