A pocas horas de haberse conocido que la suma de dinero perdido en la casa de la ex jefe de gabinete Laura Sarabia podría ascender a los 3.000 millones de pesos, y que esa plata sería del presidente Gustavo Petro, el mandatario escribió en Twitter, pero no para dar alguna explicación al respecto, sino para insistir en que la muerte del coronel de la Policía Óscar Darío Dávila Torres, que debía responder por las chuzadas que se ordenaron para dar con el paradero del dinero, fue un suicidio.

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Esa tesis la ha planteado no solo Petro, sino su ministro de Defensa, Iván Velásquez, y el abogado Miguel Ángel del Río, desde cuando el cuerpo del oficial aún permanecía en la camioneta donde fue hallado el viernes pasado, y sin conocerse el dictamen oficial del Instituto de Medicina Legal, única autoridad para establecer la causa de muerte de las personas.

“El teniente coronel de la policía, Oscar Dávila, adscrito a la seguridad de la presidencia se la República ha muerto por suicidio”, escribió ese día Petro, pero además dio detalles de la situación como si él mismo hubiera hecho una inspección del lugar. “Cerca a su casa mandó a su conductor por una botella de agua, éste dejo su pistola en el asiento y cuando regresó delante de él se suicidó con un disparo en la cien [sic] con la pistola que había dejado. No hay más disparos en el lugar”.

El hecho despertó dudas en el país, que fueron expresadas por la prensa al plantear preguntas legítimas que iban más allá de la versión presidencial. El lunes pasado, Petro insistió en su idea (se transcribe textualmente): “Ojalá la investigación judicial busque las causas de su suicidio [del coronel]. Por qué se sintió tan acolarrado como para llegar a tan terrible decisión”. Hasta este jueves por la mañana, Medicina Legal no había dado su dictamen.

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Los interrogantes de la prensa son normales (aquí y en cualquier parte del mundo) frente a la muerte violenta de un oficial de alta graduación de la Policía, y más cuando ese oficial estaba inmerso en un caso de interés nacional, desatado no por la prensa, sino por las actuaciones de dos de los más estrechos colaboradores de Petro: Laura Sarabia y el exembajador de Colombia en Venezuela Armando Benedetti, trenzados en un tinglado palaciego de intrigas y poder.

La prensa recoge y reproduce (expresa) las inquietudes de los ciudadanos de a pie (esa es una de sus funciones en las democracias liberales), que, además, están en libertad de elegir a través de qué medio se informan. Nadie se lo impone. Con base en estos criterios, los periodistas hacen preguntas, más aún cuando Medicina Legal no se ha pronunciado para responderlas. Y en este contexto ha llamado la atención que el jefe de Estado emita sus conclusiones sin considerar que hay autoridades judiciales (forenses) para eso.

Gustavo Petro vuelve a hablar de suicidio de coronel

En medio del escándalo que sigue creciendo como espuma, y al que, por supuesto, le seguirán surgiendo preguntas, el presidente volvió a decir que el coronel Dávila Torres se suicidó. Lo hizo desde Alemania, al filo de la medianoche colombiana, y también volvió a arremeter contra “algunos sectores de la prensa” que, para él, “han insinuado que el coronel Dávila no se suicidó”.

Pero en este trino utilizó un estilo críptico, impropio para un mandatario que debe tener como premisa comunicarse claramente con sus gobernados. Por el contrario, y así lo entienden muchos de los que lo leen, resulta amenazante, simplemente aterrador. “[…] Si se acercarán [sic] a averiguar las causas de su suicidio, y ya será la labor de la justicia, se encontrarían con un espejo y la imagen rrflejada [sic] les haria [sic] gritar de espanto”.

El recurso retórico al que apela el presidente evoca inevitablemente ‘El retrato de Dorian Grey’, del irlandés Oscar Wilde, aunque con un extraño giro en el que en el reflejo del espejo no se vería la prensa (que es la que, en la construcción de Petro, se acerca a mirar), sino las causas del supuesto suicidio del coronel Dávila Torres, que “les haría gritar de espanto”. ¿Por qué?, ¿Qué sabe Petro al respecto?, son apenas dos nuevas preguntas que surgen de un listado muy largo, de esos que incomodan.

El trino recibió de inmediato comentarios desfavorables, que van desde descalificar las intenciones de Petro hasta su deplorable redacción.

Hay uno irónico: “Yo no lo crie… yo no lo compré… yo no puse el tweet… yo no robe… yo no mentí… yo no trafique… yo no me vendí… Lo de Nicolas, culpa de Semana; lo del hermano, culpa de Semana; lo de Sarabia, culpa de Semana; el polígrafo y chuzadas, culpa de Semana; los 15 mil millones de Benedetti, Semana; la muerte del C Dávila, culpa de Semana; los 3 mil millones, culpa de Semana”.

Y a todo lo anterior añade un rosario cuyas cuentas son más sarcasmos: “¿El Fiscal? Miente; ¿Medicina Legal? Miente; ¿Los medios? Mienten; ¿Los periodistas? Mienten; ¿El Congreso? Miente; ¿Los Partidos? Mienten; ¿La oposición? Miente; ¿La Corte? Miente; ¿La procuradora? Miente; ¿El Presidente? No. Jamás. Él es el único que dice la verdad”.

Otro, con mayúscula sostenida, plantea: “Todos los protagonistas del escándalo son del Gobierno, los despedidos son del Gobierno, el dinero es del Gobierno, los testigos son del Gobierno, los abogados son del Gobierno, el pago a abogados es del Gobierno, polígrafos y oficinas son del Gobierno, la culpa es de Semana”.

Y a la crítica por la redacción del trino, es decir, de forma, (“1. acercaran [sin tilde]. 2. reflejada [no rrflejada que no existe]. 3. haría [con tilde en la i]. ¡Cuánta mediocridad!”) se suma la crítica al contenido, es decir, al fondo: “Es lamentable un trino de este tenor por parte del mandatario de toda una nación. De verdad, da vergüenza ajena. Tener que descifrar el entre líneas de alguien que está obligado a hablar de frente y sin tapujos a sus ciudadanos. Es hora que nos respete, Sr. Presidente”.