Lo que en realidad fue una arenga política la pronunció, de acuerdo con la identificación en YouTube, el pastor Miguel Arrázola, miembro de una congregación religiosa denominada ‘Ríos de vida’.

Antes de que Arrázola se dirigiera a sus seguidores, una mujer les dio el tono de la alocución: “Nos levantamos como iglesia a declarar que este país no le pertenece al comunismo ni al terrorismo, sino a gente temerosa de dios”.

Acto seguido, Arrázola ofreció una introducción con ideas genéricas de la “paz verdadera” y la “justicia como derecho”, hasta que alistó al auditorio para que escuchara sus planteamientos de fondo.

“Esto no es un movimiento político personal u organizacional; esto es un movimiento divino que nos levantamos contra la pobreza, la hambruna, la injusticia”, dijo en la parte central de su intervención.

Luego vino la carga dura:

No queremos una paz que venga de La Habana. Pedir una paz que venga de La Habana es como pedir la salvación que venga del infierno”.

“No queremos una paz que la cocinen los Castro, ni queremos una paz con Maduro incluido”, continuó, y aprovechó la mención del apellido del presidente venezolano para darles un matiz colombianista a sus palabras. “Queremos una paz costeña, queremos una paz con pescado, con patacón pisado, con arepa antioqueña; una paz que se fabrique en Colombia. No ‘made in’ Cuba. Esa es la verdadera paz que entre nosotros nos hagamos. No nos tenemos que arrodillar a nadie”.

La intervención de Arrázola trae a la memoria la figura de monseñor Miguel Ángel Builes, el obispo de Santa Rosa de Osos que mezclaba religión con política en el oscuro periodo de la historia nacional conocido como la Violencia, y para quien era pecado vestir a la moda, leer el diario El Tiempo o, peor aún, ser liberal.

“Un campesino colombiano debe ser un soldado de Dios encargado de combatir el ateísmo liberal”, decía.

LO ÚLTIMO