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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Feb 8, 2024 - 6:32 pm

Han pasado 87.138 días* desde ese martes 12 de julio de 1785 cuando, a las 7:45 de la mañana, un fuerte sismo sacudió a Santafé de Bogotá, capital del Virreinato de la Nueva de Granada, y dejó graves daños. Semejante suceso, que siempre llamará la atención de las personas, dio origen a la primera publicación periódica en Colombia titulada ‘Aviso del Terremoto Sucedido en la Ciudad de Santafé el Día 12 de Julio de 1785’. En tres ‘entregas’, narró en forma de crónica la tragedia, informando sobre fallecimientos y daños en estructuras de la urbe.

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Esos fueron en el país los primeros pasos de un oficio que ya tenía siglos de recorrido en otras partes del mundo. Hay que considerar a los historiadores griegos de la segunda mitad del siglo V a. C. Heródoto y Tucídides como los padres de esta labor, con lecciones vigentes aún hoy. De Heródoto (conocido como padre de la historia) queda la gran enseñanza de su persistente curiosidad, condición básica en un periodista de cualquier época; y de Tucídides, el rigor en el relato de un solo hecho: la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) entre Atenas y Esparta. Sería lo que hoy se conoce como un corresponsal de guerra.

En el inicio del primero de los ocho libros que dedicó a ese conflicto, Tucídides fundamentó su método de investigación con un precepto que deberían tener en cuenta los periodistas de hoy: “[…] Por lo que se refiere a los actos que tuvieron lugar durante la guerra, no creí tener que fiarme para contarlos de las informaciones del primer llegado [con palabras actuales, en las primeras fuentes consultadas], ni tampoco de mi opinión personal: o bien los presencié yo mismo, o bien he investigado cada uno con toda la exactitud posible en cada caso”.

En el caso de la otra gran civilización occidental, Roma, la historia señala como el primer diario en sentido estricto ese que Julio César hizo poner en el Foro Romano y al cual llamó ‘Acta diurna’ en el siglo I a. C. Después ordenó reunir todos los días las noticias de los hechos más importantes en el Diario Romano (Diurna urbis acta), no tanto para informar a los romanos, sino —a manera de propaganda de su gobierno— para influir en la opinión pública. Por eso, hay quienes le atribuyen a ese emperador la paternidad del concepto de ‘periódico’.

Pero no conviene exagerar en precedentes. Estas breves reseñas históricas muestran que el periodismo es una actividad que hunde sus raíces en el origen de las civilizaciones occidentales, y la comunicación social, en el de la misma humanidad. Se puede afirmar que de todas las formas de comunicación masiva que conocemos hoy (la publicidad, el ‘marketing’, el cine, la televisión, las actividades promocionales…), el periodismo es probablemente la más antigua.

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En el caso de Colombia, después del ‘Aviso del Terremoto…’, surgieron la ‘Gazeta [sic] de la Ciudad de Santafé de Bogotá’ (1785) y, el 9 de febrero de 1791, el ‘Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá’, primer periódico de la capital colombiana, dirigido por el cubano Manuel del Socorro Rodríguez de la Victoria. Las dos publicaciones se entienden como los preámbulos del ejercicio profesional del periodismo en el país. Por eso, el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) planteó el 9 de febrero como fecha para la celebración del Día del Periodista Profesional, y así quedó establecido en la Ley 51 del 18 de diciembre de 1975.

Además, en el año 2004, mediante la Ley 918, se estableció el 4 de agosto como día para celebrar el Día del Periodista y Comunicador Social, en homenaje a la fecha en que el prócer de la independencia Antonio Nariño publicó, en 1794, la Declaración de los Derechos del Hombre.

Por eso se conoce a Nariño, al lado de Francisco Antonio Zea y Francisco José de Caldas, como precursor del periodismo político en Colombia. Es decir, de un ejercicio que no se limitó ya a la relación de hechos de la vida cotidiana y social de la época, a informar sobre aspectos literarios y hasta de avances científicos, que siempre serán noticia. No, ellos se metieron con el poder. Hoy el periodismo tiene esa impronta: es contrapoder. Es incómodo para gobernantes de tendencia autocrática y satisfactorio y hasta necesario para los demócratas.

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Quizá Colombia sea el único país del mundo en donde se rinde homenaje, en dos días diferentes, a los periodistas. Cualquiera podría pensar que la sociedad en su conjunto tiene en muy buena estima a los comunicadores por la manera en que han velado por la democracia y han destapado graves hechos de corrupción. Pero la realidad muestra otra cosa.

Presiones sobre la prensa en Colombia

En noviembre del año pasado, durante la 79ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), se dio a conocer el informe de libertad de prensa relativo a Colombia, que comenzó con el registro del “asesinato de un periodista, las amenazas de muerte y la estigmatización en contra de la prensa, promovida principalmente por el presidente Gustavo Petro y funcionarios nacionales”.

Eso lo calificó la SIP como “hechos graves” y sumó en su informe los casos de asesinato del Luis Gabriel Pereira, director del medio digital Notiorense, de Ciénaga de Oro (Córdoba), que escribía frecuentemente sobre capturas, homicidios y el incremento de la violencia en la región, y de Yamir Jhan Pico, director del medio digital Caribe Noticias 24/7, con sede en Córdoba, que se vio forzado a salir del país junto con su familia, luego de recibir amenazas y un ataque debido a sus investigaciones periodísticas.

El informe de la SIP también recogió un documento de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) que registró 69 agresiones contra más de 80 periodistas el año pasado. Estableció que suelen ser blanco de los grupos armados los periodistas que cubren “temas relacionados con las acciones delincuenciales”. A esto también sumó las amenazas contra periodistas en diferentes regiones del país.

“El presidente Petro y sus seguidores continúan estigmatizando a medios y periodistas, creando un clima de intolerancia, antagonismo y criminalización contra la prensa”, planteó en otro de sus apartes el informe de la SIP, y advirtió que “Petro acusa a los medios de mentir, de desprestigiar su gestión, de participar en un supuesto ‘golpe blando’ en su contra y de ‘desatar un genocidio’ o provocar un suicidio –en alusión al caso del coronel Óscar Dávila de su equipo de seguridad, quien se quitó la vida en medio de un escándalo que involucra al entorno presidencial– por la presión de la prensa”.

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Libertad de prensa y democracia

En un texto publicado por la Friedrich Naumann Foundation, Rodolfo Dumas, de la SIP, recuerda que “no resulta extraño percibir cómo se debilita” la democracia en países donde disminuye la libertad de prensa o el acceso a la información pública, y dice que basta un vistazo a lo que ocurre en América, “donde sobran ejemplos que confirman ese nexo causal”. Se refiere a Cuba, Venezuela y Nicaragua, que califica como “casos extremos”.

En Cuba —dice— “desde hace mucho tiempo no existe libertad de prensa”, y hay una “escasa difusión de informaciones u opiniones distintas a las provenientes del poder público”. Sobre Venezuela, recuerda que sufrió un deterioro gradual que empezó por la “asfixia económica de los medios de comunicación, con regulaciones tributarias o acciones civiles y, eventualmente, la suspensión de frecuencias de radio y televisión, entre otras medidas arbitrarias”.

Y en Nicaragua, “a medida que se fueron eliminando los medios de comunicación independientes se consolidó un gobierno autoritario que criminaliza el disenso y que abiertamente vulnera todos los principios universalmente aceptados y reconocidos en materia de libertad expresión y de prensa”.

Recuerda que en la legislación internacional hay importantes referencias sobre el tema, como el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”.

Esa misma Convención prohíbe la censura previa y la indirecta (incluyendo mecanismos como el abuso de controles oficiales, de papel para periódicos o de frecuencias radioeléctricas).

Adicionalmente, la Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión reflexiona desde su preámbulo que “la consolidación y desarrollo de la democracia depende de la existencia de libertad de expresión; que cuando se obstaculiza el libre debate de ideas y opiniones se limita la libertad de expresión y el efectivo desarrollo del proceso democrático; y, que garantizando el derecho de acceso a la información en poder del Estado se conseguirá una mayor transparencia de los actos del gobierno afianzando las instituciones democráticas”.

En su Artículo 1, esa Declaración establece que la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, “es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática”.

Este viernes 9 de febrero se celebra el Día del Periodista en Colombia, y el próximo 4 de agosto también, pero más allá de encomiar en esas dos fechas esta actividad connatural a las democracias, se debiera reflexionar sobre si efectivamente su ejercicio se está garantizando en el país, o si, por el contrario, se puede empezar a recorrer el camino que ya anduvieron los periodistas en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

*Calculados en el sitio ‘diainternacionalde.com’, que estima la diferencia en días, semanas, meses que hay entre dos fechas.

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