Según el portal de información sobre famosos TMZ, Thomas Markle alegó que no quería avergonzar a su hija ni a la familia real, tras haber aceptado ser fotografiado en situaciones bastante anodinas: mirando fotos de su hija y Harry -al que no ha conocido personalmente-, leyendo un libro sobre el Reino Unido o tomándose las medidas para el traje.

Las imágenes de Thomas Markle las tomó una agencia de Los Ángeles y se vendieron a medio mundo por 100.000 dólares (84.000 euros), según el tabloide Daily Mirror.

El artículo continúa abajo

Según los familiares de Thomas Markle, citados por el diario, el hombre se siente “traicionado” e “idiota”.

La hermanastra de Meghan por parte de padre, que no está invitada a la boda, asumió la culpa por este episodio. Samantha Grant explicó en Twitter -según The Times, porque su cuenta es de acceso restringido-, que la prensa había dado una mala imagen de su padre y le aconsejó dejarse tomar unas fotos para mejorarla.

El episodio llevó al palacio de Kensignton a advertir contra cualquier publicación de fotos robadas de Thomas Markle y a pedir que se respete su vida privada, en un episodio que vuelve a relacionar a Harry de Inglaterra con los paparazzi tras la muerte de su madre en un accidente de auto en París cuando era perseguida por un grupo de fotógrafos.