También a los resultadistas que ven imposible combinar los números con actuaciones deslumbrantes, electrizantes, para abonarse contundente al eterno conflicto conceptual sobre lo que es jugar bien o jugar bonito.

Jugó bien la selección, porque tuvo precisión de pase, combinaciones vertiginosas, individualidades en equipo, con nivel superior a su oponente, hasta maniatarlo y destruirlo. Porque su juego espumoso, insaciable ante la red, no tuvo límites. Por el esfuerzo compartido, que puso a delirar a la barra fiel en las tribunas, reciclando sus sueños de triunfo.

En Colombia regresó el compromiso, el talento, la confianza y el estilo para renacer ante supuestas rebeliones de vestuario, que se agigantan cuando el resultado es adverso. Que bien se vive en la victoria.

De aquel equipo fantasma ante Japón, a este amenazante, de maneras exquisitas, ante los Polacos.

Una vez más se demostró que ante la fuerza, destreza, la que expusieron James con su inspiración, su sacrificio y su fantástica influencia; Quintero con sus arrebatos geniales en los pases, Cuadrado con su gambeta desequilibrante, para marcar su territorio, y Falcao con  su vocación goleadora, para dominar una defensa rival atolondrada.

También brillaron los  futbolistas de reparto. Mateus se tragó la cancha, Mina, un acierto del entrenador con su presencia, fue un muro inquebrantable; Arias con su regularidad poco ponderada y David Ospina, con sus escasos pero prodigiosos vuelos.

Imposible parecía rescatar una figura entre tantos valores distinguidos sin cometer injusticias. O señalar un gol, porque los tres tuvieron maniobras previas excitantes. Sin embargo permítanme decantarme por Falcao, no solo por su primer gol en un mundial cuando el otoño de su vida deportiva toca a su puerta, sino por lo que representa para el después de largas y penosas jornadas de gimnasio, con abstinencia de fútbol; sus sufrimientos y el castigo de los medios que pusieron en duda su retorno.

Por eso, para mí, el hombre de la fecha fue Falcao.

Que se repita. Cuando así se juega, el placer es eterno.

 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.