Escrito por:  Redacción Economía
Oct 21, 2023 - 6:56 am

Que Philip Morris International (PMI) decidiera dejar de fabricar cigarrillos es como si, guardadas las proporciones, Ford anunciara que no construirá más carros, o como si Coca-Cola dijera que deja de producir su bebida. Nadie acaba, así como así, con el negocio que lo ha encumbrado, y menos cuando le ha dejado ingresos netos en un año (2021) de 82.223 millones de dólares.

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Pero la multinacional tabacalera sí lo está haciendo (incluso está dejando morir su marca más emblemática, Marlboro, que en 2024 va a cumplir 120 años) y viene explicando la decisión que tomó hace ya más de una década en un evento periódico denominado Technovation, en el que anuncia que trabaja ahora por un mundo libre de humo. ¿Está vendiendo más de ese humo sobre el que está erigido el imperio que comenzó en 1847, cuando un comerciante con ese mismo nombre abrió una tienda de venta de tabaco en Londres?

Hasta ahora, PMI organizaba su Technovation (van seis ediciones) en Suiza, donde tiene uno de sus dos centros de investigación y desarrollo (el otro está en Singapur). Pero este año, como una estrategia para exponer su nueva idea en otros rincones del planeta, particularmente en América Latina, lo organizó en Cartagena. Tiene el reto de, primero, probar que el anuncio de dejar de fabricar cigarrillos a cambio de nuevos productos no obedece a una jugada de marketing, sino que se trata de salvar la vida de millones de fumadores en el mundo.

Pero, cómo entender que una de las multinacionales que han inducido durante décadas a miles de millones de personas a consumir cigarrillos, producto de lo cual otros tantos miles de millones han muerto y van a seguir muriendo (según la OMS, 8 millones de personas fallecen en todo el mundo cada año por causas asociadas al cigarrillo) decida ahora preocuparse por la salud de esos consumidores.

Este es el punto de quiebre de la discusión, en el que los críticos arrecian sus ataques (acusan a PMI de buscar otra manera de vender sus nuevos productos) y la tabacalera se defiende con argumentos basados en evidencia científica, sobre todo la que surge del trabajo de los más de 1.500 ingenieros y científicos que adelantan sus proyectos de innovación y desarrollo.

Dura lucha contra adición al cigarrillo

Uno de los primeros datos que arroja la evidencia existente es que el ser humano consume tabaco desde hace unos 3.000 años, y lo ha hecho, con muchos cambios de cultura a cultura, en medio de ritos sociales que implican la inclusión en el grupo y el reconocimiento dentro de él. Eso y la adicción física a la nicotina constituyen los dos factores decisivos para que la cifra total de fumadores en el mundo en el año 2020 superara con mucho los 1.000 millones.

El problema es que esos fumadores consumen tabaco de la peor forma posible: mediante la combustión. Cuando un fumador aspira una bocanada de humo, introduce en su organismo más de 6.000 sustancias químicas tóxicas, y lo hace en buena parte de las ocasiones con unos efectos colaterales pues afecta a los que están cerca (los fumadores pasivos), a quienes les traslada, cuando exhala el humo, 4.000 de las sustancias tóxicas que ha inhalado. De los ocho millones de personas que mueren cada año por consumo de cigarrillos, 1,5 millones son fumadores pasivos.

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El panorama se complica aún más si se considera que de cada 10 personas que intentan dejar de fumar con diferentes métodos, solo una lo consigue. Basada en estos tres aspectos (el consumo de tabaco por combustión y el voluminoso número de adictos y muertos), PMI lanzó su nueva estrategia, en apariencia autodestructiva (hablando corporativamente), pero que, en realidad, busca su supervivencia en medio de nuevas circunstancias.

Ante las razones de sus múltiples detractores, la multinacional tabacalera subió primero el debate a la nube de los conceptos. Su primera línea de defensa se basa en tres premisas en tono de exhortaciones: si no fuma, no empiece a hacerlo; si fuma, deje el cigarrillo; si fuma y no lo puede dejar, pásese a un producto menos nocivo. Y esta última idea desemboca en la razón que anima su incursión en el desarrollo de dispositivos diferentes al cigarrillo de combustión.

Así, la otra categoría a la que apela es la idea de reducir los daños en el tabaquismo, no en erradicarlo ni prohibirlo, porque eso no ha dado resultado. Y aquí es donde se arrecian los ataques porque sus críticos consideran que lo que busca PMI es continuar con su millonario negocio, pero presentado en una ‘cajetilla’ diferente, si se permite la figura.

Reducción de daños en el tabaquismo

Sin embargo, el concepto de reducción de daños no es tan nuevo. El cirujano torácico José Manuel Mier, fundador y director del Instituto de Cirugía Torácica Mínimamente Invasiva, en México, y uno de los panelistas en el Technovation de Cartagena, le explicó a Pulzo que esa idea ha salvado miles de vidas en casos como el aumento de consumidores de heroína.

“El concepto no lo cuña el tema del tabaco”, subrayó el especialista. “El riesgo reducido es ofrecer una alternativa menos mala, no siempre la ideal, pero sí menos mala, para favorecer a un gran grupo de sujetos. Uno de los ejemplos es el de los usuarios de drogas intravenosas que causaron una gran epidemia de hepatitis B y de sida durante los años 80 porque compartían jeringuillas”.

Para Mier, en un mundo ideal, lo ideal sería que los toxicómanos no existieran o que los que existen se rehabilitaran al ciento por ciento. “Pero el mundo ideal no existe. Entonces lo que se pudo hacer fue favorecer que no se contagien tanto, regalándoles jeringuillas desechables, haciendo cabinas de introducción de drogas de manera asistida. Esas son medidas de salud pública que disminuyen el impacto del riesgo”.

Y enumeró otras medidas de riesgo reducido en salud: el preservativo, para disminuir las enfermedades venéreas; las bebidas bajas en azúcar, para quienes no son capaces de dejarlas; la comida chatarra con menos grasas trans, para los que son adictos a esos productos. Ese concepto es la base teórica que sustenta el cambio de PMI.

“El cigarrillo electrónico, los vapeadores, los calentadores de tabaco son una medida de riesgo reducido, que no es lo ideal. Lo ideal es que el fumador dejara de fumar al cien por ciento. Como eso es muy complicado de conseguir, la idea es disminuir el impacto en salud con un producto que afecte menos el organismo del consumidor”, explicó Mier.

Acabar con combustión de nicotina, la novedad

Estas nociones constituyen la base sobre la que PMI tomó la decisión que modifica radicalmente el alma de su negocio: alejar del fuego el tabaco y la nicotina, es decir, acabar con la mortal combustión, y desarrollar productos para que los fumadores que no pueden dejar el cigarrillo satisfagan su adicción, pero sin daños graves, lo cual prolongará su esperanza de vida.

Además de convencer a sus detractores y a los fumadores, PMI debe también hacerlo con los Estados, a los que les reclama regulación de productos que no implican combustión. Esa regulación ya la tienen Reino Unido, Suecia, Japón y Nueva Zelanda. En los demás países del mundo el asunto se mueve entre tibias iniciativas (en Colombia avanzan cinco con pronóstico reservado) y la negación absoluta del tema.

Con la regulación se buscan al menos cuatro cosas: enfocarse en prohibir el uso de los nuevos productos entre niños, estos productos deben tener perfiles de riesgo diferente y requieren de advertencias sanitarias diferenciadas, y que los consumidores tengan acceso a información basada en evidencia científica disponible.

En medio de todo esto, Mier encuentra una forma de explicar el cambio de PMI: “Yo le encuentro una motivación muy poderosa: finalmente, la empresa es un negocio y tiene que repartir dividendos a sus accionistas. Todo el mundo sabe que el tabaco es malo y en las últimas décadas el consumo, el porcentaje de fumadores, va en descenso claramente. Lo que ha hecho es reconvertirse buscando alternativas menos perjudiciales para su consumidor y que siga siendo redituable”.

Preguntado por Pulzo si se trata simple y llanamente de un caso de pragmatismo del mercado, de pragmatismo comercial, el cirujano torácico respondió sin carraspear: “Sí, totalmente”. Así que es cierto: es una movida de la multinacional tabacalera para no perecer. Pero esa movida esta vez también puede salvar vidas. Las cartas están abiertas sobre una mesa a la que están convocados todos los involucrados en el tema del tabaquismo y en la que, definitivamente, ya no hay cenicero.

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