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Es un gran atractivo natural ubicado en el sur del departamento de Bolívar, al que llega navegando el río Magdalena, y es una fuente de trabajo para la región.
Simití es uno de los municipios más longevos de Colombia con 487 años, tiene una iglesia de piedra construida en el siglo XVII que es el único patrimonio cultural bolivarense del Magdalena Medio, riqueza en fauna y flora en sus 27 ciénagas y unos paisajes de ensueño.
Para llegar allí hay que tomar avión hacia Bucaramanga o Barrancabermeja (Santander) y luego dirigirse al puerto. El de ‘Barranca’, por ejemplo, es el Terminal Fluvial Yuma, en el que se aborda una chalupa para atravesar el río Magdalena, pasando por Puerto Wilches y Cantagallo, hasta llegar al municipio de San Pablo, ya en Bolívar.
Jairo García, el conductor de la chalupa, cuenta que lleva 40 años en ese trabajo y que se conoce el río perfectamente porque se dedica a esa labor desde que tenía 17 años. Así, logró sacar adelante a una familia de 3 hijos y hoy ya tiene 3 nietos. Son decenas de conductores como él entre ferrys, lanchas, canoas, planchones y más, y ese es apenas uno de los grupos que le deben su vida al río.
El recorrido es tranquilo, navegar a favor de la corriente relaja y en ese punto se comienzan a avistar aves y paisajes impactantes, para los que les gustan las fotografías y disfrutan tener recuerdos de ese paraíso natural.
El tramo dura aproximadamente una hora y ya en San Pablo se toma un carro para completar el recorrido por carretera. La vía está completamente pavimentada, en perfectas condiciones y esa última parte del viaje también toma alrededor de hora y media. Aire, agua y tierra: solo llegar ya es una aventura que lo tiene todo.
En esa zona de Colombia se desayuna pescado. La especialidad es frito-sudado, es decir que pasa por los dos procesos de cocción y al final se prueba un plato delicioso. Puede ser el pescado entero como un bocachico —que tiene su propio festival en Simití— o en un potente sanchocho de bagre. “Estar al lado de la ciénaga y negarse al pescado es imposible”, dice una ribereña.
La gastronomía de Simití también tiene la panocha simiteña, los quequis o el peto. Mientras se disfrutan todas esas opciones se viven temperaturas que pueden variar entre los 20° y 35 ° —con sensaciones térmicas que sobrepasan los 40 °—, pero con una brisa fresca que baja desde la serranía de San Lucas.
Por eso, uno de los planes perfectos es disfrutar la vista del río Magdalena y las vertientes que desmbocan en él como las quebradas Inanea y Platanal, y los riachuelos Boque y Juncal.
Desde allí se puede salir hacia la ciénaga grande de Simití donde, por ejemplo, está la isla La Mantequera, que se llama así porque “en épocas de mucha abundancia de peces los aborígenes dormían aquí, hacían sus campamentos y pescaban. Lo que sacaban de los peces lo tiraban a la orilla y la manteca quedaba en la superficie del agua”, cuenta Jeison, un guía del programa Ecomití, que ofrece paquetes turísticos en la región.
Pero lejos de esa curiosa historia, en esa zona se encuentran humedales que hoy conservan aves migratorias y aves endémicas. Hay variedad de especies de garzas y patos, y son refugios de especies como manatíes, babillas, caimanes, nutrias y peces. “Esos ecosistemas están dotados de unas materias vegetales que protegen a los animales en épocas de invierno”, continúa Jeisson.
Esta gran reserva natural se debe proteger, pero también es una gran oportunidad para la economía de la comunidad ribereña, al menos así lo ve el alcalde de Simití, Wilman Quintana, que cuenta su objetivo de “ubicar un lugar de alimentación para los manatíes y encontrar otras especies para que los turistas puedan conocer esos animales; pero, a su vez, destinar veedores para evitar que en la ciénaga se desarrollen actividades que no sean turísticas”, como la pesca ilegal, que genera una crisis ambiental pero también pone en jaque el sustento de la población.
Justamente, el alcalde dice que uno de sus puntos favoritos de la zona es la que se conoce como Puerto Libertador porque “es el punto donde estaba Simón Bolívar y por donde transitaba todo el oro de la serranía de San Lucas que llevaban a España”. Para él, es un lugar mágico, al punto de querer gestionar recursos para diseñar un malecón por toda la orilla del río con un diseño colonial que retroceda a los visitantes a esa historia, pero que también permita a los locales vender sus productos y potenciar su economía.
A propósito del desarrollo regional desde todos los ámbitos, están también los carnavales y festivales con danzas, bandas musicales y gastronomía “de una cultura muy costeña”, dice Quintana, y que para él son imperdibles; incluso, hizo la invitación a que visiten Simití del 14 al 16 de diciembre cuando se hará la fiesta patronal en honor al óleo original de la Virgen, que da nombre a su iglesia.
El sustento de la población simiteña también depende de la agricultura, en menos medida de la ganadería, pero sí mucho más de la minería con yacimientos de distintos minerales. Paralelo a ello se busca que se convierta en foco de ecoturismo en torno a las áreas naturales protegidas para aumentar la conservación de su biodiversidad.
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