Economía
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El presidente Duque lo dijo, y quedó escrito en letras de molde para la historia: “Hoy quiero dejar claro que a alias ‘Guacho’ se le acabó la guachafita”.
Gran noticia. Si bien celebrar la desgracia ajena no es lo más conveniente, en este caso es justo y necesario. Enhorabuena este delincuente dejó de incendiar, matar y destruir. Bien por el presidente, su equipo, y, sobre todo, por Colombia (y Ecuador).
A ese “guache” despiadado matón se le acabó la macabra fiesta. Lastimosamente, si vemos un poquito más allá, sabremos que la guachafita –situación en la que predomina el alboroto y el bullicio– continúa (ver el siguiente enlace):
En México, con el ‘Chapo’ Guzmán tras las rejas y extraditado, ahora las autoridades persiguen a ‘El Licenciado’, ‘El Mencho’ y a ‘El Mayo’, entre varios más. A los que se suman tenebrosas organizaciones como el Cartel de los Beltrán Leyva, Jalisco Nueva Generación o el propio Cartel de Sinaloa al que le falta demasiada gasolina, fuego y sangre para que se desintegre. En Colombia tenemos a las Águilas Doradas, los Rastrojos, los Büitragueños, Los Botalones, La Cordillera, Los Caqueteños, Los Costeños, El Clan Isaza, en fin… Toda una algarabía.
Hace unas semanas, en el aniversario 25 de la muerte de Pablo Escobar, me aventuré a escribir en este medio la columna “¿Y si legalizamos la cocaína?”. Después de la caída de alias ‘Guacho’ me ratifico. Si no cambiamos nuestra forma de pensar y de proceder, nos reiteraremos por años y años, repitiendo una y otra vez los mismos errores. La cocaína, mientras tanto, seguirá ejerciendo su poder y volviendo famosos a un montón de personajes, y agrupaciones, indeseables.
También continuará llegando al cerebro de millones de consumidores que ni siquiera se dan cuenta, a ciencia cierta, de lo que están “metiéndose”. Saltando al otro lado de la cadena del narcotráfico, incluso, la prohibición no tiene sentido. De los problemas más graves que existen con los adictos a la cocaína es que en su gran mayoría desconocen la composición exacta del producto que adquieren. En las calles la ‘cortan’, mezclan o sustituyen, entre otros, con anestésicos de la índole de la procaína, la ciclofalina o la lidocaína; con talcos, fenacetina, paracetamol, carbonato de manganeso, cafeína, efedrina, dextrosa; y hasta con estricnina que habitualmente se utiliza para matar ratas. ¿Qué tendrán en sus cabezas y en sus organismos? Muy difícil descifrarlo.
Los médicos especialistas, y los técnicos de laboratorio, tampoco pueden aportar. Si fuera legal tendrían acceso permanente al alcaloide y sus variantes. Sea lo que sea sería menos perjudicial para la salud.
Sólo unas reflexiones para alimentar el debate.
¡Les deseo un grandioso 2019 a todos!
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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