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De los grandes medios del país con cobertura nacional, el diario bogotano es el único que se refiere, en su editorial, al escándalo que sacude a los militares.
El rotativo no se limita a reproducir las palabras del presidente Iván Duque ni del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo. Por el contrario, asegura que “no son suficientes”. A su voz solo se suman algunos medios regionales que también dimensionan la gravedad del espionaje.
“No es suficiente, tampoco, la separación del cargo de 11 oficiales y un brigadier, de quienes ni siquiera conocimos los nombres”, llama la atención el diario capitalino. “No son suficientes los golpes en el pecho que buscan demostrar cómo el Ejército es intachable y el país debe pasar la página”.
También considera que “no es la primera vez, ni parece probable que sea la última, que ocurra una traición de alto nivel contra los colombianos, orquestada desde las fuerzas armadas”, y reclama que “es hora de que el Gobierno demuestre si tiene la voluntad y la capacidad de enfrentar las raíces del problema”.
La razón del airado editorial de este diario se entiende cuando afirma que “los colombianos financiamos con nuestros impuestos y respaldamos con vehemencia al Ejército bajo el entendido de que es una institución que nos protege, que respeta la Constitución y que no es un aparato al servicio de ciertas ideologías políticas”, sin mencionar específicamente cuáles.
Solo un columnista de El Tiempo, Gabriel Silva Luján (también de los pocos columnistas que se han referido al tema), sostiene que al ministro de Defensa no le queda fácil que le obedezcan “cuando en el corazón y la conciencia operacional de una porción minoritaria pero recalcitrante de la fuerza armada el ‘jefe’ no es precisamente él. El Centro Democrático –que se ha dedicado a politizar la Fuerza Pública y a cooptar mandos– envía reiteradamente señales de apoyo a un ‘modus operandi’ inspirado en su ideología patriotera, nacionalista y contrainsurgente”.
Una asociación similar hizo el diario El País, de España, el sábado pasado, cuando registró el escándalo destapado por la revista Semana y tituló su artículo ‘El espionaje contra periodistas y políticos sacude al Ejército de Colombia y pone en jaque al uribismo’.
Para El Espectador, cuando se aprovechan de las capacidades del Ejército para hacer seguimientos, “se configura un terrorismo con financiación estatal y la ayuda internacional”, por lo que considera que la palabra apropiada para calificar esta situación es “traición: a los principios básicos de la democracia y al acuerdo entre nuestra fuerza pública y la sociedad”.
“Por eso es tan frustrante ver que la respuesta oficial es la misma de siempre”, sigue el editorial del rotativo. “Desde Presidencia se rechaza lo ocurrido, desde el Ministerio de Defensa se anuncian investigaciones y retiros, pero nada más profundo pasa. Se dice que fueron unas pocas ‘manzanas podridas’, pero, si vamos coleccionando la historia colombiana, encontramos que hay canastas y canastas llenas de esas manzanas, que se van renovando. ¿No será que el problema tiene raíces más profundas?”.
A diferencia de las escasas opiniones editoriales en el centro del país, en la periferia sí hubo manifestaciones al respecto, de diferentes matices. Si para El Espectador lo que hace el Ejército es una “traición”, para El Universal, de Cartagena, por ejemplo, es apenas una “imperdonable candidez”, porque es “absolutamente previsible para cualquier persona con cinco dedos de frente que esto se iba a saber y que tarde o temprano sería de conocimiento público”.
“Obvio que si no era el Gobierno colombiano, o los periodistas, o Semana […], pues terminarían sabiéndolo los gringos, que tienen la inocultable capacidad de escuchar las conversaciones de a quien les apetezca e, incluso, a los que interceptan las comunicaciones de los demás”, sostiene el editorial del diario cartagenero, y sostiene que “destinar recursos del erario para interceptar a los oponentes partidistas es la más burda politización, como en tiempos de la Gestapo, del servicio militar”.
La Opinión, de Cúcuta, califica de “triste” el episodio, y asegura que merece “el más rotundo repudio pues el ejercicio de la profesión periodística debe de estar a salvo de toda coerción, manipulación o amenaza”. Este medio tampoco muesta satisfacción con las declaraciones del presidente Duque: “En esta oportunidad deberán ser menos las palabras y más las acciones puesto que la internacionalización de lo que se ha llamado ‘perfilar’ periodistas, políticos opositores, funcionarios de la Presidencia, organizaciones no gubernamentales y hasta a varios miembros del Ejército, ya está dejando huella”.
El diario bumangués Vanguardia, por su parte, da el apelativo de “inaceptable estrategia” el espionaje militar puesto al descubierto, y tacha de “malintencionado equívoco” matricular al reportero con la fuente que consulta: “No se es guerrillero por entrevistar a un guerrillero, ni se es paramilitar por entrevistar a un paramilitar, ni se es un agitador por entrevistar al dirigente de una marcha”.
También invita a una válida discriminación positiva, después de reconocer “las jornadas de legendaria valentía y sacrificio” de los militares. “Sabemos también de la pulcritud con que muchos de sus miembros responden a las delicadas obligaciones de sus cargos, por lo que los ciudadanos deben discernir entre quienes han servido con sobrados méritos y merecen todo el reconocimiento, y quienes han deshonrado a la institución y deben ser pronta y ejemplarmente juzgados y castigados”.
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