Ucrania: la única escuela abierta en Kramatorsk resiste la guerra impartiendo clases bajo tierra
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Visitar sitioEn el Donbás, donde las fuerzas rusas intentan tomar el control de las ciudades de Pokrovsk y Kostantínovka , las escuelas llevan más de tres años cerradas, víctimas de los constantes bombardeos. Solo una institución sigue funcionando: una escuela privada, instalada en un sótano. Allí, niños y maestros intentan mantener una cierta normalidad.
En el Donbás, donde las fuerzas rusas intentan tomar el control de las ciudades de Pokrovsk y Kostantínovka , las escuelas llevan más de tres años cerradas, víctimas de los constantes bombardeos. Solo una institución sigue funcionando: una escuela privada, instalada en un sótano. Allí, niños y maestros intentan mantener una cierta normalidad.
Con nuestros enviados especiales en Kramatorsk, Anastasia Becchio y Julien Boileau
Es una casa en un barrio residencial de Kramatorsk que no se distingue de las demás. En la entrada, decenas de zapatos de niños. Aquí, las clases se imparten exclusivamente en el sótano, al igual que los recreos.
“No tendríamos tiempo de poner a todo el mundo a salvo en caso de alerta aérea si estuviéramos en la planta baja. Los niños están acostumbrados, ya no piden salir. Saben que ahí fuera es peligroso”, cuenta Margarita, una maestra, en su clase de segundo de primaria. “A veces, los drones Shahed atacan cuando van al colegio. Algunas noches envían decenas de Shahed y nadie duerme. Pero los niños, cuando llegan aquí, se desconectan. Así es nuestra vida cotidiana. No es lo ideal, pero así es”, resume.
Jugar a los drones
La escuela acoge a niños cuyos padres trabajan en Kramatorsk, que se ha convertido en una ciudad cuartel. En una de las salas del sótano, con niños de entre 2 y 4 años, Olena Boiko, la maestra, juega a juegos bastante particulares: “Jugamos a los drones, los hacemos aterrizar… esos son nuestros juegos”. Es una vida cotidiana difícil de soportar que tiene un impacto psicológico en los niños: “Los niños llegan por la mañana y hablan de las explosiones que han oído durante la noche, cuentan que no han dormido. No sé si es del todo normal, pero nos hemos acostumbrado. Es cierto que esta incertidumbre no es fácil, afecta a nuestra salud mental”, apunta.
En el sótano, el alboroto de los niños ahoga los ruidos de las alarmas aéreas y las explosiones. En la ciudad vecina de Druzhkivka , aún más cerca del frente, se ha pedido a las mujeres y los niños que evacúen desde mediados de agosto.
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