En el cielo ruso de Belgorod, en la frontera con Ucrania, la guerra de los drones
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Visitar sitioDesde finales del verano en el hemisferio norte, el conflicto en Ucrania se ha intensificado. Kiev, por su parte, asume su estrategia de atacar las infraestructuras rusas, en particular las energéticas. Si bien Moscú ha vuelto a ver drones sobrevolar su cielo en los últimos días, son sobre todo las regiones fronterizas con Ucrania, como la de Belgorod, las que se encuentran en primera línea.
Desde finales del verano en el hemisferio norte, el conflicto en Ucrania se ha intensificado. Kiev, por su parte, asume su estrategia de atacar las infraestructuras rusas, en particular las energéticas. Si bien Moscú ha vuelto a ver drones sobrevolar su cielo en los últimos días, son sobre todo las regiones fronterizas con Ucrania, como la de Belgorod, las que se encuentran en primera línea.
Por Anissa El Jabri, enviada especial de RFI a Bolgorod
Tan pronto como nos acercamos a las regiones fronterizas con Ucrania, ya sea en tren o por carretera, a 200 o 300 kilómetros, las interrupciones de Internet son constantes. A veces, incluso es imposible hacer una simple llamada o recibir un SMS, y esto puede durar varias horas. La razón, según las autoridades, es sencilla: hay que interferir las ondas para desorientar a los drones enviados desde Ucrania.
Un voluntario de las brigadas locales de Belgorod, que ha pedido permanecer en el anonimato para poder expresarse, confiesa: “Tenemos todo lo necesario en materia de sistemas de guerra electrónica. Pero el ejército ucraniano ya está implementando otras frecuencias de uso. Hasta ahora, sus drones volaban en bajas frecuencias, pero eso ha empezado a cambiar y, por lo tanto, nuestros monitoreos ya no son tan eficaces como lo eran hace seis meses o un año”.
El resultado sobre el terreno es inequívoco, y su descripción, sin adornos. “Con algunos de sus drones, solo podemos confiar en nuestros ojos y oídos. Y si ya puedes ver y oír un dron, entonces es más que hora de derribarlo o de correr muy rápido”.
Algunos drones son cada vez más difíciles de interceptar y, según este voluntario, la flota de estos aparatos es cada vez más numerosa y variada, dependiendo de las zonas y los objetivos que se persigan. “Los drones Darts vuelan sobre Belgorod. La mayoría de los drones FPV vuelan a lo largo de la frontera. Y, por supuesto, los drones de reconocimiento están constantemente en el aire, tanto los nuestros como los de Ucrania. Cuando trabajamos a un kilómetro de la frontera, o digamos, muy cerca de la línea de contacto, sus drones pueden despegar cada minuto hacia nosotros”.
Por último, también hay algunos que no están destinados a la región. “Aunque estamos aquí a 600 kilómetros de Moscú, pasan drones porque están destinados a objetivos de la capital. La mayoría de ellos son derribados aquí, en el cielo de la región de Belgorod”, precisa el combatiente.
Una competencia por la innovación permanente
Este voluntario afirma haber derribado, a principios del verano pasado, su primer dron ucraniano de fibra óptica, es decir, un dron impermeable a las interferencias, que funciona gracias a un largo cable discreto que puede alcanzar varias decenas de kilómetros. La competencia por la innovación en el campo de batalla es permanente. El tiempo de adaptación a las nuevas armas utilizadas por el bando contrario es cada vez más reducido.
Las cifras de producción de drones rusos son, evidentemente, información confidencial de defensa. Pero Rusia, periódicamente, muestra su poderío. El 21 de julio, Zvezda, un canal de televisión del Ministerio de Defensa, difundió imágenes poco comunes del interior de la fábrica de drones de Ielabouga, en Tartaristán, la mayor del mundo según ella. El video de 40 minutos mostraba a trabajadores con los rostros difuminados u ocultos tras mascarillas quirúrgicas, montando drones triangulares. Estos drones, llamados Gueran-2, son la versión rusa del Shahed-136 iraní y se utilizan ampliamente en los ataques en profundidad en Ucrania. Por primera vez este año, el Gueran incluso figuró entre las armas presentadas en el desfile militar del 9 de mayo en la Plaza Roja.
Más recientemente, el 19 de octubre, el Ministerio de Defensa ruso también elogió las proezas de otro de sus drones, entre la amplia gama de artefactos letales de que dispone: el dron de ataque kamikaze Molniya. Un dron, según el Ministerio, “de configuración similar a la de un avión, capaz de transportar 6 kilos de explosivos a una distancia de 50 kilómetros”, unas prestaciones que considera comparables a las del ya muy conocido Lancet.
Moscú adapta su legislación
Al mismo tiempo, Rusia sigue alardeando de su capacidad de interceptación. El secretario general del Consejo de Seguridad, Serguéi Shoigú, afirmaba el martes 28 de octubre que menos del 1 % de los drones de las fuerzas armadas ucranianas alcanzaban sus objetivos. Pero ante los ataques a las infraestructuras denominadas “críticas” de la región, Moscú está tomando medidas.
La Duma ha aprobado un proyecto de ley destinado a desplegar reservistas para protegerlos. Estos reservistas deberán entrenarse en nuevas unidades de voluntarios. El texto solo espera su promulgación, pero según el periódico Kommersant, el dispositivo está muy avanzado en algunos lugares: las autoridades de la región de Leningrado, según el diario, ya han comenzado a formar una unidad encargada de proteger la región contra los ataques con drones y el sabotaje. Según el gobernador Alexandre Drozdenko, la unidad, que debe reclutar a 105 personas, será la primera de Rusia en entrar en funcionamiento. Por su parte, el presidente de la comisión de defensa de la Duma, Andrei Kartapolov, ha precisado que los reservistas no estarán necesariamente destinados a servir en su región de origen.
Hasta ahora, los reservistas solo podían ser llamados a filas en tiempo de guerra —Rusia no se considera oficialmente en guerra con Ucrania— o de movilización. La reserva de movilización del Ministerio de Defensa, creada por decreto de Vladimir Putin en 2015, cuenta con hasta dos millones de hombres.
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