La noche anterior dormí bien, casi 8 horas, había comido suave y estaba bien hidratado para afrontar el desafío de correr 10 kilómetros.

Muchos corren maratones o triatlones. Para mí, a los 46 años, correr esa distancia fue igual de significativo a mis propios olímpicos.

Por lo general, cuando corro en las mañanas todos los días, escucho audiolibros, pero esa mañana solo quería que la música me impulsara.

No puedes esperar que después de fumar durante 20 años tu cuerpo responda igual que una persona que nunca lo hizo.  Sin embargo, soy la demostración de que se puede dejar, se puede cambiar y se puede mejorar. 

La primera milla estuvo bien, 10 minutos y 30 segundos. Con ese tiempo mi cuerpo puede hablar y pensar. La segunda milla es muy importante, porque te dice que tanto vas a tener que luchar contra ti mismo. Es un termómetro de cómo está tu entusiasmo.

De la 3 a la 7, los pensamientos son demasiados. Tienes que concentrarte para que no empieces a pelear contigo mismo y con los demás.

Hay formas de concentrarse. Haciendo conciencia de la respiración o escuchando atentos el sonido que da el golpe del pie mientras se realiza el ejercicio.

Un tema muy importante, enseña un entrenador de YouTube, pues debe haber armonía entre el sonido de uno y otro chancleteo del tenis, lo cual indica que estás haciendo el mejor movimiento posible y colocando mejor el pie.

A 47 minutos de haber salido, mire el reloj, me faltaba un poco menos de dos millas. En general para lograr los 10 kilómetros necesito 6 millas y un tris más. Llevaba 4.60, y me sentía bien.

¡Me faltaba poco para lograr lo que alguna vez creí imposible!

Digo millas porque así marca la app del reloj la distancia recorrida. Aunque al terminar, esa misma app hace la conversión y muestra el resultado final. Una milla es igual a un kilómetro y 61 metros.

A veces, durante mi largo entrenamiento, cuando voy llegando a los 10 kilómetros, que por el circuito de las calles de mi barrio es igual a la sexta vuelta, por lo general ya me duelen los pies o las piernas o el coxis, o la espalda o los músculos.

Nada de eso me estaba pasando.  Todo ello se fue. Nunca estuve ahogado ni con taquicardia. Al contrario, sudaba delicioso, como en un sauna. Una de las cosas que más me gusta hacer en la vida. 

Suele ocurrir que si comienzo a sentir ampollas paro y no corro más. Las comencé a sentir, pero me faltaba aún.  No me importó.

Volví a mirar el reloj y marcó la quinta vuelta y la quinta milla. Me dije: me faltan 2 más. En uno de esos tramos salen perros bravos de taller que se lanzan a los ciclistas, ancianos y uno que otro corredor.

En esa parte hay que estar más atento. Una vez me rodeó esa manada con ganas de morderme.

Como no los vi, apreté el paso porque la última vez me salieron por detrás. Hice ejercicios de respiración. La mente, como dice mi esposa, es una loca enfurecida que te juega duro en todos los momentos.

Aprecio una sensación de pesadumbre y rabia conmigo mismo. Me empezó a embargar.  Si bien los perros no habían salido, parecía que lo hubieran hecho.

Comencé a pelear con mis recuerdos. Mis angustias. Mis miedos.

Imágenes del país que no me gusta, los pagos, las deudas, los errores, las caídas, las metidas de pata aparecieron. Simplemente, aparecieron para hacerme sentir miserable.

Entonces, la música que había puesto me sacó de esos terribles pensamientos y comencé a escuchar la letra.

Como la tenía en aleatoria esta canción salió, milagrosamente, en el momento adecuado, como en una película.  Para entonces iba corriendo y no podía creer que lo estaba haciendo.

No la había escuchado. Era una canción sugerida por el algoritmo.

Se trata de la canción ‘Resistiré’, una canción vieja de un grupo llamado el Dúo Mecánico, grabada recientemente por cuenta de la pandemia en muchas versiones.

Repito, nunca la había escuchado en mi playlist.  Pero la letra me conmovió y ya no quería 10 kilómetros sino seguir y seguir sin parar. Impresionante.

Es buena escúchela aquí

Aumenté la velocidad, o mejor, lo hizo mi cuerpo.  Yo no quería cansarme, mi anhelo era terminar sin problema así fuera muy despacio.  Al fin y al cabo, era la primera vez en mi vida que corría una carrera. Solo. El único contrincante era yo mismo. 

Mi historia, mi entrenamiento, mi depresión, mi tristeza infinita que me llevó a subir de peso al punto de que un día al verme al espejo me sentí irreconocible.

Era una explosión de velocidad, de fuerza, de resistencia y amor por mí mismo. Mis emociones, al fin, estaban controladas.

Las tormentas de mi alma se apagaban y solo lo lograba corriendo.

Correr tiene una rara composición de sensaciones. Su éxtasis está soportado en el cansancio, en el dolor, en el sufrimiento, en el sacrificio.

La fantasía está en superar esas cosas para lograr la meta propuesta y disfrutar el proceso mientras se avanza y se suman pasos y metros.

Cuando llevas meses corriendo, si te aplicas a ir de a poco, aprendes a querer ese dolor que te lleva a un nivel de exigencia, confianza y superación que te regala, además, algunos grados de felicidad y sobre todo una gratitud infinita por poderlo hacer.

El cuerpo es tan perfecto que se recupera y mejora si lo cuidas bien.

Cuando no hay movimiento ni ejercicio lo que se come se multiplicaba por dos o por tres. El sedentarismo no solo es peligroso y malo para la salud física y espiritual sino la llave de un baúl de malas noticias.

Hay un programa de televisión, terriblemente demoledor, que retrata el problema del sedentarismo, la obesidad y la comida. El título no puede ser más descriptivo: Kilos Mortales. (Se lo recomiendo, es una técnica terriblemente conductual)

Cuando uno corre, el cerebro también lo hace. Y como está supeditado a hacer lo que le genera placer y evitar lo que le da dolor, es claro que en 54 minutos estaba sintiendo un gran placer.

La disciplina consiste en tener perspectiva y controlar lo que puedes controlar y aceptar lo que no puedes y seguir hacia adelante seguir

Todas las cosas que valen la pena requieren esfuerzo. La disciplina es una elección. Como el amor. Como el compromiso.

Seis millas marcó el reloj y seguí. No podía parar. Tenía que correr algo más, mucho más.  Paré casi a los 12 kilómetros.

De pronto: el reloj marcaba mi mejor tiempo hasta ese momento. Una hora, tres minutos.  Lo había logrado. Lo logré.

Seguro que tú también puedes.

Gracias #MMB2021.

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