Luego de cada descalabro en mediciones electorales, entrega su encuesta entre líderes de opinión, una efectiva estrategia para lavar su imagen, a la que los medios tradicionales contribuyen por la única razón de que los exalta.

Veamos solo 2 ejemplos:

Luego de que dijera en la antesala del plebiscito que el Sí ganaría por 62 % contra 38 % del No, hace unas semanas nos presentó su ‘Panel de Opinión’ (como lo llama) 2016. Y ya conocemos el resultado del plebiscito. En su defensa, hay que decir que no fue la única encuestadora en pifiarse.

En octubre de 2015, pronosticó que Juan Carlos Vélez (el mismo polémico gerente de campaña del No en el plebiscito) sería alcalde de Medellín, con un 53 % de la intención de voto, incluso sobre Federico Gutiérrez, al que le dio el cuarto lugar con un 11 % y que a la postre resultó el ganador, con el 35,81 %. Luego de la elección nos presentó su estudio Panel de Opinión 2015.

No son los únicos descalabros, ni las únicas coincidencias, pero el objetivo no es hacer una enumeración exhaustiva.

A diferencia de lo que ocurre con sus mediciones electorales, los medios poco cuestionan su encuesta entre líderes de opinión, porque casi siempre todos pueden tomar un pedazo para autopromocionarse.

Pero este estudio también deja muchas dudas sobre su metodología y, aceptando que realmente refleja el pensamiento de verdaderos líderes de opinión, su hallazgo más significativo debería ser la fractura entre lo que ellos piensan y el común de los mortales.

Lo primero que llama la atención es lo que entiende Cifras y Conceptos por ‘líderes de opinión’.

Los líderes del Panel se diferencian de la opinión pública, en general, porque son los que orientan el clima de opinión, tienen capacidad de prospectiva e influyen en los asuntos políticos y temas de la agenda nacional. Nuestro directorio incluye expertos de la academia; concejales, senadores, presidentes, vicepresidentes y miembros de juntas directivas, directores de medios”,

dice la precaria ficha de la encuesta.

Esta definición parece describir más a personajes con poder, gente importante o clase dirigente, que a líderes de opinión. También parece describir a mucho ‘adulto contemporáneo’.

Poder e influencia 

A juzgar por esto, Cifras y Conceptos no ha logrado diferenciar lo que es poder y lo que es influencia, conceptos —valga la redundancia— que están relacionados pero no son lo mismo. O lo que es peor: Cifras y Conceptos los diferencia, pero lo que le interesa es reflejar lo que piensan quienes a su juicio ejercen el poder en Colombia, ya sea económico o político.

Probablemente, el poder no requiera mayor explicación en este contexto (aunque da para escribir libros enteros), pero la influencia sí. Esta implica interacción entre 2 agentes, por medio de la cual el primero induce al segundo a sentir, pensar, comportarse de una manera que, en otras circunstancias, el segundo no adoptaría. El ejercicio de la influencia supone la manifestación de una preferencia*.

Y ahí es donde quedan muchas dudas con la muestra de Cifras y Conceptos: usted puede ser un congresista, experto académico, concejal, presidente, vicepresidente o miembro de juntas directivas, pero si sus opiniones (por brillantes que sean) no son públicas, no tiene influencia. Punto.

Por eso, se extraña que en los cuestionarios de Cifras y Conceptos no se hayan incluido preguntas filtro para decidir quién clasificaba como líder de opinión y quién no, una condición que es claramente dinámica: quien lo es hoy, puede dejar de serlo mañana.

A manera de ejemplo, probablemente, en época electoral, se pueda hablar de la influencia de un candidato a cualquier corporación pública; pero cuando este ya es elegido, este contacto con sus electores puede acabar.

Un cuestionario de filtro podría incluir preguntas sobre dónde publica sus opiniones, con qué frecuencia, qué tan activo es en redes sociales, etc., como de hecho hacen otros encuestadores en otros países… cómo interactúa con otros públicos masivos.

Como prueba del desfase de la lista de Caballero, valdría la pena preguntarle, por ejemplo, dentro de sus categorías (congresista, experto académico, concejal, presidente, vicepresidente o miembro de juntas directivas) dónde cuadraban los pastores de las iglesias evangélicas y cristianas que, supuestamente, voltearon el resultado de plebiscito y llevaron al descalabro, no solo del proceso de paz, sino de las encuestadoras. ¿Y qué decir de los ‘youtubers’, influenciadores de redes sociales y otras yerbas que están incidiendo con fuerza en la opinión pública?

La mención de ‘youtubers’ e influenciadores de redes sociales no es gratuita. La descripción de lo que entiende Cifras y Conceptos por líderes de opinión entraña una concepción de la comunicación y la influencia ‘vertical’, que “considera que el liderazgo de opinión está relacionado con el estatus elevado”*, y se opone a la llamada influencia horizontal, más típica de las redes sociales.

Líderes de opinión y mortales comunes y silvestres 

Un ejemplo de la gran distancia entre lo que piensan los líderes de opinión de Cifras y Conceptos y lo que piensa el resto de los mortales se puso en evidencia la última semana, cuando el portal Kienyke escarbó en los resultados la calificación que le dieron a la gestión del alcalde Enrique Peñalosa, en la que superó a todo sus antecesores, incluyendo a Gustavo Petro, Clara López y Samuel Moreno. Su calificación fue de 49 sobre 100 puntos.

Días después, Gallup publicó su encuesta entre los mortales comunes y corrientes, en la que la aprobación del alcalde pasó del 25 % al 31 % entre agosto y octubre; mientras que la desaprobación bajó del 69 % al 68 %. A pesar de esa leve mejora, el 69 % cree que las cosas están empeorando (viene del 67 % en agosto), contra el 24 % que cree que están mejorando (viene del 25 % en agosto).

Claramente, una cosa piensan esos líderes de opinión y otra aquellos sobre los que se supone tienen influencia.

La otra manera de ver la fractura es a través de los medios de comunicación preferidos de los presuntos líderes de opinión, en la mayoría los tradicionales de siempre, que –para poner un solo ejemplo-, como las encuestadoras, no supieron ‘leer’ a la opinión pública durante el plebiscito (Otra cosa es que lícitamente hayan fijado posición en favor del Sí).

Claramente, la fractura no solo es entre líderes de opinión y los mortales comunes y corrientes, sino entre estos y medios.

Notas:

*(Rodrigo Posada Lora, U. Javeriana, citando autores).

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