Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Buenaventura   Jul 10, 2023 - 6:41 pm
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El museo de Pablo Escobar, un lugar que se había convertido en casi un indispensable en la lista de turistas extranjeros que llegan a diario a la ciudad en busca de desandar los pasos del capo del Cartel de Medellín, fue demolido por no contar con los permisos legales para operar.

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La vivienda, ubicada en la Loma del Indio, en El Poblado, tenía una orden de demolición por no tener en regla los permisos para funcionar. Por esta razón, casi 50 funcionarios de la Alcaldía y de la Policía llegaron en la mañana de este lunes a la propiedad con el fin de demolerla. Sin embargo, para su sorpresa, se encontraron con el dueño del predio ya les había adelantado la tarea.

Museo de Pablo Escobar, demolido en Medellín, era de su hermano

La propiedad, que desde hace más de cinco años funcionaba como un museo en el que se exaltaba la figura del temible narco, era propiedad de Roberto Escobar, alias ‘Osito’, el hermano mayor del capo, y uno de los muy pocos miembros del Cartel de Medellín que llegó a viejo. El sitio era administrado por Nicolás Escobar, hijo mayor de Roberto.

En su casa, Roberto Escobar coleccionaba fotografías, prendas y pertenencias inéditas de su hermano. Según el sitio web del “museo”, durante el recorrido los visitantes podrían conocer vehículos del capo, muebles caleta, piezas de siniestros de los aviones y helicópteros, una moto marca lambretta y hasta la famosa avioneta que estuvo durante décadas a la entrada de la Hacienda Napoles.

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El recorrido se ofrecía en español y en inglés y empezaba y terminaba en una tienda de souvenirs, todas dedicada a Escobar. Según la información del sitio web, el recorrido duraba aproximadamente una hora y tenía un valor de $ 120.000 por persona.

A pesar de que fueron los mismos dueños los que adelantaron la demolición del lugar, en este se prestó servicio hasta hace pocos días. En Tripadvisor (donde el sitio tiene una calificación de más de 4 estrellas) hay reseñas de turistas que los visitaron la semana pasada.

“La historia siempre tendrá distintos matices. Y acá se acerca muchísimo al punto de vista del lado de Escobar. Excelente tour, William muy buen guía. Superrecomendado”, dice la última reseña de hace apenas cinco días.

A pesar de la demolición de la parte de la casa donde funcionaba el museo, de acuerdo con la información que han compartido las autoridades, Escobar seguirá residiendo en su vivienda.

“Se advirtió que se seguirán los procesos de ley en los cuales se determinará si puede ser objeto de alguna sanción extra”, dijo el subsecretario operativo de la Secretaría de Seguridad de Medellín, Coronel Ómar Rodríguez.

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Según la Alcaldía, antes de tumbar parte de su casa, su dueño interpuso varias acciones de tutela para evitar su demolición, pero estas fueron negadas por un juez, quien le notificó la orden para cumplirla en los términos legales hasta el pasado 30 de junio.

Antes de acompañar a su hermano menor en el mundo del hampa, Roberto fue un destacado ciclista antioqueño que se codeó con los más grandes de su época, como el Cochise, a quien incluso alguna vez le ganó una etapa. Escobar compitió en tres Vueltas a Colombia y en Dos Clásicos RCN, las competencias de ciclismo más importantes del país.

A pesar de sobrevivir a la letal guerra entre carteles y el Estado, Escobar perdió gran parte de sus sentidos de la vista y del olfato por una carta bomba que recibió en la cárcel en 1993 días después de que su hermano fuera abatido por las autoridades en una terraza en Medellín.

A Roberto Escobar lo apodaban el Osito porque así lo llamó alguna vez un locutor radial cuando lo vio cruzar la meta de una carrera de ciclismo embarrado en lodo, irreconocible.

A su última esposa, una exreina de belleza guajira, Escobar la conoció en la cárcel La Catedral, donde acompañó a su hermano.

Sin embargo, Roberto Escobar nunca reconoció haber sido partícipe de los negocios de su hermano. Según le dijo en una entrevista a la Revista Don Juan en el 2015, su entrega a las autoridades y su condena por el delito de narcotráfico fue solo un invento de su hermano para que estuvieran juntos en la cárcel.

“Pablo consiguió unos testigos falsos que me involucraron en un negocio ficticio de droga, y eso fue suficiente para entregarme. La condición del gobierno era que tenía que confesar un delito. La prueba de que no tuve nada que ver con narcotráfico es que jamás fui pedido en extradición por Estados Unidos”, le dijo entonces a la revista.

EL COLOMBIANO ha intentado contactarse con Roberto y con Nicolás Escobar para conocer su versión sobre la demolición del museo de su propiedad, pero por ahora no ha recibido respuesta.

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