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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Abr 22, 2024 - 8:25 am

La calle habló. En el mismo escenario en el que el presidente Gustavo Petro se siente más cómodo y respaldado por sus seguidores, la oposición a su gobierno le dio una clara respuesta sin precedentes en la historia del país, no solo porque las marchas no fueron organizadas por los partidos políticos que se oponen al mandatario y se nutrió más bien de individuos y pequeños grupos independientes, sino por el impresionante número de participantes.

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Esos aspectos constituyeron la forma de la protesta, pero como las formas son lo que menos le importan al presidente Petro, habría que detenerse entonces en el fondo, que conduce indefectiblemente al mundo de los conceptos. El mandatario reclama para sí el liderazgo de lo que él considera el ‘pueblo’, pues fue el que, dice, lo eligió, siempre sin considerar que por él votaron millones que no querían que Rodolfo Hernández fuera presidente, y contra él también votaron los millones que sufragaron a favor del ingeniero.

Si bien es cierto que del pueblo colombiano —claro que sí— hacen parte los simpatizantes y defensores de las ideas del jefe de Estado, también es claro que lo integran las decenas de miles que salieron a las marchas de este domingo 21 de abril en prácticamente todas las ciudades del país en representación de otra parte de la población. El ‘pueblo’ no es solo la idea que invocan de manera demagógica y maniquea los caudillos, por el cual se sienten ungidos. El ‘pueblo’ son todos los habitantes de una nación que se entienden como de estratos bajos y que, en el caso de Colombia, también están en desacuerdo con el presidente.

Unos y otros reclaman que el mandatario gobierne para todos. Además, constitucionalmente hablando, el presidente representa la unidad de la Nación y su deber es tender puentes verdaderos, y no retóricos, entre los diversos sectores sociales y políticos. Oír las demandas y reclamos de quienes no votaron por él y de quienes se le oponen férreamente sería quizá la mayor muestra de grandeza que pudiera dar, tal como lo hicieron su mano derecha, la directora del Departamento de la Presidencia de la República, Laura Sarabia, y el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco.

Marcha en Bogotá / Pulzo
Marcha en Bogotá / Pulzo

Si es ‘su’ ‘pueblo’ el que tiene en cuenta el presidente Petro para hablar de “proceso constituyente”, las marchas de este domingo le gritaron que ese proceso está incompleto porque hay otros tantos millones de colombianos que no están de acuerdo. Eso, sin embargo, para el mandatario lamentablemente radicalizado, es la prueba de que en su contra avanza lo que él denomina (para mantener en exacerbada alerta a sus huestes) un “golpe blando”, e incluso que buscan matarlo, con lo cual divide aún más a un país que le pide que gobierne.

El hecho de no aceptar las ideas diferentes y de descalificar la expresión de la otra parte del ‘pueblo’ pone al presidente Petro en una condición de intocable, uno de los embriones del totalitarismo. Hasta una de las más conspicuas figuras de la izquierda, el senador Iván Cepeda, se lo puso de presente al jefe de Estado: “El deber de nuestro gobierno es escuchar la inconformidad y las críticas de la ciudadanía y la oposición. Debemos explicar lo que injustamente se malinterpreta o no se entiende. Corregir lo que se ha hecho mal. Dialogar para buscar un acuerdo nacional. Así se construye la democracia”, escribió en X.

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Que las marchas de este domingo fueron una expresión del ‘pueblo’, de ese que no quiere ver el presidente Petro, quedó probado porque no se parecieron en nada a las que organizan, por ejemplo, las centrales obreras el Primero de Mayo. En esas participan personas curtidas que saben organizarlas y cómo animar a la gente. Normalmente actúan las organizaciones sindicales con experiencia de décadas. Portan enormes pancartas y muchas veces van uniformados dependiendo de la organización a la que pertenezcan, con sus propios animadores megáfono en mano, y con destino final ir a escuchar, en una enorme tarima, a líderes de trabajadores en una imponente tarima en la Plaza de Bolívar.

Esas marchas sindicales tienen asegurada la presencia de participantes, porque son los mismos integrantes de las organizaciones obreras. Y, en el caso de las marchas que convoca el presidente Petro, cuentan, además de con algunas organizaciones establecidas como las de los indígenas y centrales obreras, con los trabajadores del Estado y hasta con los estudiantes del Sena.

En cambio, a la marcha de este domingo la nutrió un sinnúmero de individuos y grupos minoritarios —salvo por la presencia de integrantes de la Central General de Trabajadores (CGT)— que solo querían expresar su inconformismo con el gobierno de Petro. Su ambiente relajado, pacífico y, en muchos casos, hasta festivo, nada provocativo, hizo que la vicepresidenta, Francia Márquez, las viera como una cosa rara y dijera que las personas marcharon “como si estuvieran en un paseo”.

Marchas en Bogotá / Pulzo
Marchas en Bogotá / Pulzo

Claro, el país aún recuerda el denominado “estallido social” de 2021 que lo estremeció por su violencia y la irrupción de la ‘primera línea’, tan defendida por el presidente Petro y su escudero Gustavo Bolívar. La calma que predominó en las marchas de este domingo fue simplemente ejemplar. Los escuadrones de las autoridades dispuestos para mantener el orden brillaron por su ausencia. La marcha se manejó sola y se disolvió como empezó: pacíficamente.

Lo único que tienen en común unas marchas y otras, en el caso de Bogotá, es el punto de partida y el de llegada, del Parque Nacional a la Plaza de Bolívar, a la que le caben unas 45.000 personas. En ese emblemático lugar, cuando se trata de las marchas sindicales o las organizadas por el presidente Petro, predominan gigantescas pancartas y pendones en torno a una enorme tarima desde donde se pronuncian encendidos discursos. En la marcha de este domingo, la plaza se vio abarrotada de personas cubiertas con paraguas, signo de que ni la pertinaz lluvia que bañó la mañana bogotana doblegó la voluntad de los protestantes.

Más allá de la consigna que se viene haciendo cada vez más frecuente de “¡Fuera, Petro!”, y de reclamos puntuales por el desorden público que agobia al país (el Cauca está tomado por las disidencias de las Farc), por las reformas a la salud y pensional, por la actitud pendenciera del mandatario, por la descalificación de las marchas al asegurar que las organizaron las élites que no quieren el cambio, un grito pétreo quedó retumbando en el país, aunque el presidente no lo quiera oír: el ‘pueblo’ de Colombia es claramente más grande y variopinto que el que él tiene en la cabeza.

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