Es hijo de Rafael Uribe Rivera, decano de la facultad de Arquitectura de la Javeriana entre agosto de 1992 y febrero de 1999 (hoy, según la página del centro académico, Uribe Rivera es profesor del área Introducción a la Arquitectura), y María Isabel Noguera, que aparece como representante legal de la empresa de Uribe Noguera, Lascaux Construcciones SAS, dice Gustavo Rugeles, periodista de Las 2 Orillas.

El señalado asesino de la menor de 7 años “nació en una familia buena, distinguida, que le ofreció lo mejor de sí: educación en los mejores colegios, en el Gimnasio Moderno de Bogotá, en la Universidad Javeriana. Buen profesional, exitoso”, sostiene Darío Arizmendi en 6AM Hoy por Hoy.

Arizmendi asegura haber hablado con compañeros del colegio y la universidad de Uribe Noguera, “con gente que lo conocía socialmente, y todo el mundo, todas las personas con las que hemos hablado en Caracol, con terceras personas, cercanas, o allegadas o que lo conocieron en distintas etapas de su vida, han testimoniado que desde chiquito mostraba conductas anómalas, irregulares, que era una ‘caspa’, que tenía unas tendencias delincuenciales manifiestas”.

De hecho, la periodista D’arcy Quinn, en la misma emisora, asegura que Uribe Noguera fue acusado de plagiar su tesis de arquitectura, en la Universidad Javeriana. Sin embargo, añade Quinn, la investigación fue archivada debido a que su papá en ese momento era decano.

La periodista agrega que la familia de Uribe Noguera sabía que él tenía problemas con drogas y alcohol y que a solía perderse “durante días”: “Tenían que ir a buscarlo”, comenta la periodista, y añade que los familiares trataban de controlarle el manejo del dinero, pues su apartamento estaba a nombre de su madre.

Quinn también mencionó una escena de celos que Uribe Noguera le armó a una de sus novias, a quien le impidió ver el programa de televisión ‘Guardianes de la bahía’ porque presentaba a hombres en pantaloneta.

Patricia Pardo, también de Caracol Radio, conoció un caso en el que Uribe Noguera, cuando tenía 18 años, robó en las habitaciones de los huéspedes de un club campestre, mientras estos departían. Darío Arizmendi mencionó un hecho similar en una finca.

Efrén Martínez, presidente de la Sociedad para el Avance de la Sicoterapia Centrada en el Sentido, emitió un concepto inquietante: “Es un caso de sicopatía… y lo sicópatas que hacen este tipo de cosas es difícil que sea la primera vez. Podría ser, y por suerte lo han detenido, pero es difícil pensar que sea la primera vez. En los grandes monstruos como Garavito, generalmente, es repetitivo. Generalmente, no es algo que se le ocurrió una mañana”.

Para Martínez, es claro que había antecedentes que se podrían haber interpretado como alertas: “Son adolescentes que han tenido experiencias de maltrato de compañeros, o maltrato de animales… crueldad o falta de empatía… pero hay una característica común y es que provienen de familias que tratan de disminuir el tenor del asunto, tratan de disimularlo, tratan de ocultar sus actos… son chicos que… han cometido robos… y nunca han pagado por ellos porque el dinero lo han cubierto sus familiares, han tenido mentiras sistemáticas, son muy inseguros en términos sexuales, son muy celosos, son muy agresivos, son muy posesivos, compulsivos y proclives a desarrollar adicciones, especialmente de drogas estimulantes como la cocaína o pastillas”.

Martínez adjudica una gran responsabilidad a la familia: “Si la familia no tuvo indicios, eso habla muy mal de ella; es decir, si no tuvo indicios, hay negligencia y bajo involucramiento parental que tenía que existir como para uno no darse cuenta de que robar en la adolescencia no es una cosa normal, que mentir, que hacer muchas cosas disruptivas, y no pasa nada. Si no se dieron cuenta es gravísimo. Ahora, si se dieron cuenta y no hicieron nada fruto de la ignorancia o de sus propias dificultades o de la pena social… me parece que es una desgracia”.

Por eso, Arizmendi pregunta: “¿Acaso los padres lo protegieron, no lo educaron, no lo mandaron a un centro indicado de carácter sicológico, o incluso al exterior? Y si el hombre seguía incurriendo en una serie de cosas y de conductas que a muchos parientes y amigos les parecían muy divertidas…”.

Reveló que un pariente cercano les dijo que Uribe Noguera “toda su vida ha sido un desastre, una vergüenza para esta familia”, y agrega que “si la familia sabía tantas cosas, y tantas personas allegadas tantas otras cosas, ¿no era del caso haberlo puesto en  manos de un sicólogo y de un siquiatra o incluso haberlo denunciado antes las autoridades por considerar, como evidentemente lo es y lo seguirá siendo hasta siempre, un auténtico peligro social?”.

En una paradoja de la vida, pese a que un hermano de Uribe Noguera es Francisco Uribe Noguera, abogado de la prestigiosa firma Brigard & Urrutia, el imputado hoy no tiene defensor. Caracol Radio cuenta que el afamado jurista Rafael Bernate, a quien contactó la familia del acusado para que lo defendiera, rechazó el caso por convicciones. “Dijo que no se sentía bien con su conciencia”, aseguró Quinn.

Francisco Uribe Noguera es esposo de Laura Arboleda Wartenberg (se casaron en 2006, como lo registró El Tiempo en ese momento), a cuyo nombre está registrado el vehículo en el que fue raptada la pequeña, según Las 2 Orillas.

En la cuenta de Twitter que usó hasta agosto de 2013, Uribe Noguera escribió frases que lo revelan perturbado y depresivo: “Estar despertando sintiendo consciente las eventualidades de la vida hacen que el tiempo no ayude para nada”, “Qué difícil es un fin de semana con el corazón triste, cómo apagar la música de la mente, mejor quiero apagar la mente”.

Dos profesionales especializados en investigar a los asesinos en serie dijeron a Caracol Radio que dudaban que esa fuera la primera vez que Uribe Noguera hubiera acechado la zona donde atacó. “Es imposible que sea el primer caso. Este señor tuvo que haber cometido otros crímenes”, dice Arizmendi, con base en lo que manifestaron los especialistas.

La parábola que ha dibujado la vida de Uribe Noguera la plasma Carlos Díaz Acevedo en una columna de El Universal, de Cartagena: este reconocido arquitecto, al que no baja de “monstruo”, es un “constructor de casas y destructor de vidas, hogares y familias, incluyendo la suya”.

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