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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Mar 20, 2024 - 12:23 pm

Al tiempo que el Gobierno de Gustavo Petro anunciaba la suspensión del cese al fuego con las disidencias ‘Estado Mayor Central’, que comanda alias ‘Iván Mordisco’, y la reactivación de las acciones militares contra ese grupo en los departamentos del suroccidente de Colombia, el mandatario le ofrecía a la mayor banda narcotraficante del país, el ‘Clan del Golfo’, la posibilidad de diálogo. Pero las cosas no pintan tan fáciles con esta organización, verdadera piedra en el camino de la idea de “paz total” que tiene el presidente.

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Una prueba de lo que puede esperar Petro en las conversaciones con este grupo que se originó en las organizaciones paramilitares se dio en Córdoba, un día después de haberlos invitado a sentarse a la mesa. El lunes, el presidente dijo que el ‘Clan del Golfo’ “tiene el balón” para concretar nuevos acercamientos. “Si se atreven, abrimos las mesas de negociaciones”, invitó.

Al día siguiente, la banda respondió: “Aceptamos la invitación hecha por el señor presidente, en el sentido de sentarnos a negociar las condiciones políticas que permitan las transformaciones sociales. Reiteramos que estamos prestos a asistir a donde se nos indique”, escribieron en un comunicado cuya autenticidad confirmó el abogado del grupo, Ricardo Giraldo.

Pero el mismo martes por la mañana, según el propio presidente Petro, el ‘Clan del Golfo’ bloqueó vías que conducen a Tierralta (Córdoba), muy cerca de Ayapel, en donde el mandatario estuvo en una ceremonia de entrega de tierras. De inmediato, impartió instrucciones directas al Ejército: “¡Orden del presidente!: el Ejército llega de inmediato y me despeja las vías en Tierralta. ¡Orden del presidente!”, dijo en voz alta, con lo que levantó encendidos vivas y aplausos. “¡No entiendo cómo, teniendo el Ejército aquí, el ‘Clan del Golfo’ está tapando vías!”.

“¡¿Quién tiene el poder aquí?!”, agregó, y dirigió su discurso al concepto ‘pueblo’, un recurso que nutre prácticamente todas sus intervenciones. “Si el pueblo tiene el poder aquí, el Ejército obedece al pueblo, y eso significa que las vías de Tierralta se liberan para el pueblo. No vamos a admitir chantajes ni bloqueos. Qué bonitos: el abogado [Giraldo] dice que sí acepta los diálogos de paz y, por el otro lado, están impidiendo que el pueblo hable. Así no es la paz, señores. Entonces, general, por favor, dé las órdenes y mueva las tropas como tiene que ser”.

Sin embargo, los bloqueos habrían sido organizados por campesinos de diferentes veredas de la región, y no por la banda delincuencial. Este miércoles circularon audios en los que los labriegos, que buscaban hacerse oír por el presidente Petro a través de una protesta ciudadana, manifestaban su descontento por el hecho de que el mandatario los graduara de paramilitares y los catalogara como integrantes del ‘Clan del Golfo’.

Negociaciones con el ‘Clan del Golfo’

Hace exactamente un año, el jefe de Estado había terminado las conversaciones que tenía con la organización criminal al establecerse que sus miembros pagaron a mineros ilegales para bloquear vías y atentar contra la fuerza pública y civiles en el norte del país.

Así que nunca se formalizó una mesa de negociaciones con el ‘Clan del Golfo’. Y hace un mes, Petro aseguró que, si rechazaban conversar nuevamente, “la decisión” del Gobierno “es destruir el Clan”, una organización que, según estimativos oficiales, tiene unos 4.000 miembros, pero, de acuerdo con estudiosos del tema, redondearía los 9.000. Esa organización asegura que son unas 13.000 unidades.

En realidad, se trata del mayor cartel narcotraficante del país, aunque ellos insisten en que son una organización política, debido a que delinquen en varias regiones en las que también ejercen influencia social (control violento).

Por eso, han decidido autodenominarse ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’ (AGC), tomando el nombre del líder liberal de mediados del siglo pasado Jorge Eliécer Gaitán, asesinado por sus ideas y porque amplias masas populares creyeron que sería la solución a los graves problemas del país.

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Ahora, por el número de integrantes que dicen tener y ante la posibilidad de nuevas negociaciones, en el último mes se han puesto el ostentoso nombre de ‘Ejército Gaitanista de Colombia’ (EGC). La denominación de ‘ejército’ también está en el nombre del Eln (que, a propósito, no ve con buenos ojos que a esa banda le den un tratamiento político) y de las disidencias que se consideran ‘ejército del pueblo’.

Eso lo hace el ‘Clan del Golfo’ con el fin de desmarcarse del paramilitarismo, fenómeno de violencia extrema organizada del que procede inocultablemente. Al lado de eso, insisten en ser tratados como una organización política en las mismas condiciones que el Eln o las disidencias de las Farc, guerrillas que, aunque también están vinculadas con el narcotráfico, tienen origen en aspiraciones políticas (derrocar al Estado) y están en procesos de paz con el Gobierno.

De ahí que el único camino que les queda es el del sometimiento a la justicia y no el de una negociación política. Además, el Gobierno no tiene el marco normativo para negociar con ellos. No hay ley de sometimiento. Se presentó una hace un año en el Congreso, pero fue archivada. El ‘Clan del Golfo’ ha rechazado la idea de sometimiento, que solo implica rendirse y entregar las armas a cambio de beneficios judiciales. El abogado Giraldo ha sido claro: “Ellos no se van a someter”.

Por otro lado, existe un factor clave en las negociaciones de este tipo. Hay que recordar que las Farc se sentaron a negociar porque los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos las golpearon militarmente, abatiéndoles a varios de sus principales cabecillas. Eso no ha ocurrido con el ‘Clan del Golfo’ ni con el Eln o las disidencias, debido a la nueva doctrina que rige en las Fuerzas Armadas del país.

La perentoria orden que dio Petro al Ejército de despejar las vías de Córdoba fue meramente reactiva y efectista. No es eso lo que llevaría al cartel narcotraficante a sentarse a una mesa de negociación para someterse. Sin presión militar efectiva y con un propósito estratégico, ese grupo seguirá mostrando la cara remozada del paramilitarismo que vive de una violencia reciclada sobre el negocio de rentas ilegales.

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