Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por Santiago Avila   Jul 17, 2023 - 10:12 am
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“Ese archivo de la Fiscalía es indignante y es falso lo que se dice ahí. Que digan que yo no quiero aparecer en el proceso es mentira. Además, hubo revictimización de todo tipo. El sólo hecho de no mostrar empatía ante un relato sobre acoso ya deja mucho qué desear. Tener que dar ese relato a una persona que ni siquiera te está mirando y en un lugar lleno de gente, donde las personas estaban calentando su almuerzo. Si esto es a lo que se tiene que enfrentar una mujer en casos como el mío, pues con razón nadie denuncia. Si para denunciar toca pasar por esto, pues es mejor seguir con la vida y ya”. La declaración es de María Clara Sarmiento, la mujer cuyas denuncias le costaron la cabeza al reputado economista Hernando José Gómez Restrepo como presidente de la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras (Asobancaria) en noviembre del año pasado.

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Todos los detalles de lo que vivió Sarmiento en Asobancaria por cuenta del acecho de Gómez Restrepo se los contó a la Fiscalía el 12 de enero pasado. No solo entregó su versión, sino que estuvo dispuesta a aportar pruebas para respaldar su testimonio. En particular los mensajes que vía chat le envió durante meses su exjefe y que este domingo publicó este diario.

A pesar de su estremecedor relato, de estas evidencias, del reconocimiento del propio expresidente de Asobancaria de que le había dado un beso en octubre del año pasado, de las versiones de varios miembros de la junta directiva de la agremiación que investigaron internamente el caso y de un excompañero de Sarmiento que corroboró el acoso reiterado del que ella fue víctima, la Fiscalía archivó el caso de forma silenciosa y acudiendo a un argumento ya visto en otros casos de violencia contra la mujer: se archivó por culpa de la víctima.

Según el documento de 10 páginas en poder de El Espectador, y que fue firmado el pasado 21 de marzo por la fiscal Liliana Gerena Benavides, supuestamente María Clara Sarmiento no pudo ser contactada por los investigadores para impulsar el expediente. “No se logró, pese a los ingentes esfuerzos del ente investigador recoger los elementos de convicción necesarios para establecer con grado de probabilidad suficiente la infracción a la ley penal por parte del denunciado (…) pues nótese que el querellante (es decir, Sarmiento) se ha rehusado a comparecer a la Fiscalía para aportar mayor información sobre los hechos, pese a haberse citado no se han logrado resultados positivos. No hay que olvidar que corresponde a la víctima suministrar en lo posible la mayor cantidad de elementos materiales probatorios”.

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El archivo de la Fiscalía fue más allá: “Cuando quien pone en ejercicio la administración de justicia no muestra interés alguno en el resultado de la acción penal, no tiene sentido alguno proseguir una indagación (…) Analizado el presente caso se advierte con claridad el desinterés por parte de la víctima”. En pocas palabras, la fiscal responsabilizó a la víctima en este caso. Pero lo hizo con argumentos mentirosos. Para empezar, María Clara Sarmiento acudió a la Fiscalía cuando fue llamada en enero pasado. Allí entregó todos sus datos personales y de contacto y, después de esa primera versión, jamás volvió a ser contactada por ningún investigador. Es decir, la Fiscalía tenía toda la información para ubicarla, pero nunca lo hizo. El día de su versión ofreció los chats con su exjefe, pero no se los recibieron.

Esta cronología de yerros judiciales y desplantes a la víctima empezó en noviembre pasado tras el escándalo por la salida de Hernando José Gómez Restrepo de Asobancaria por una denuncia de acoso. Después de estudiar la renuncia motivada que presentó María Clara Sarmiento, en la que contó que su exjefe le había dado un beso en la boca “sin su consentimiento expreso ni tácito y de manera forzosa” el 31 de octubre de 2022, la asociación presentó una denuncia por lo ocurrido. El caso llegó a la Fiscalía y le correspondió al fiscal 37 local de Bogotá, Harrington Numpaque, quien el 21 de noviembre del año pasado ordenó una inspección a Asobancaria para obtener los documentos del caso. En cuestión de días, el investigador pidió otras diligencias, entre ellas, escuchar a la víctima.

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La diligencia fue programada para el 12 de enero de este año. María Clara Sarmiento todavía estaba muy afectada por lo ocurrido y, por eso, le pidió a un abogado de su confianza que la acompañara para sentirse más tranquila. Pero, según ella, pronto se dio cuenta del ambiente adverso que había para escucharla. Para empezar, agregó, la recibieron funcionarios que le hicieron preguntas intimidatorias. “¿Está segura de que quiere hablar? Si miente, puedo meterla a la cárcel. ¿Está segura de que quiere dar su versión? Una vez empiece ya no se puede echar para atrás”, recuerda que le dijeron. “A mí me extrañó la insistencia en esas preguntas. Después llamaron al fiscal Harrington que insistió en que, si faltaba a la verdad, me podía meter a la cárcel”, le dijo Sarmiento a El Espectador. A pesar del ambiente hostil, les narró con detalles lo que vivió los últimos meses de trabajo con Gómez Restrepo.

Empezaron a hacerme todo tipo de preguntas. Eso fue en un lugar donde la gente estaba calentando el almuerzo y, claro, uno al recordar lo ocurrido se vuelve vulnerable y ese no era el lugar apropiado para hablar de eso. Me preguntaron que cómo estaba vestida ese día del beso, que si éste fue con lengua. Y a mí me molestó que la investigadora iba interpretando lo que yo iba diciendo y lo iba escribiendo a su manera. Varias veces me tocó decirle que eso que estaba escribiendo no era lo que yo le había dicho”. La diligencia no fue grabada sino que la investigadora transcribía lo que Sarmiento le contaba. Al comienzo Sarmiento aclaró que ella no había puesto la denuncia, pues ya lo había hecho la junta directiva de Asobancaria, y que la entidad tampoco la consultó para instaurarla. En todo caso, indicó que estaba dispuesta a narrar lo ocurrido y así lo hizo. Lo contó absolutamente todo.

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“Duramos como seis o siete horas en ese lugar. No me ofrecieron ni un vaso de agua. Me tocó pedirlo. No dejaban ni siquiera que mirara a mi abogado. Sobre el beso recuerdo que me dijeron: ‘¿Pero cómo fue, usted tenía la boca cerrada o abierta? ¿Fue con lengua o sin lengua?’. Y yo les decía: ‘¿Es que si es de una forma o de otra hace que sea más o menos grave?’. Y la investigadora me respondía: ‘Estás muy nerviosa’ y yo le contestaba que no lo estaba, que dejara de decirme eso”, recordó Sarmiento. “Luego me enteré de que había un montón de opciones que no me habían dado, como que mi declaración fuera grabada y no transcrita. Mientras que el testimonio del resto de las personas en el caso quedó grabado, el mío fue una transcripción de una funcionaria de la Fiscalía que la mitad del tiempo estuvo intentando escribir lo que a ella le parecía y no lo que yo estaba diciendo”.

Sarmiento fue tajante: para ella todo este proceso en la Fiscalía ha sido la suma de una cadena de revictimizaciones. “La impresión que tengo es que han intentado engavetarlo”. Al revisar con cuidado el caso hay asuntos inquietantes. El despacho del fiscal Harrington Numpaque, por ejemplo, jamás recibió los chats que le ofreció Sarmiento. Pero sí recibió varios testimonios más: el 16 y 17 de enero pasado declararon Leonor Melo, directora del Banco de la Mujer, Javier Suárez, presidente de Davivienda, y Mario Pardo, presidente de la junta directiva de Asobancaria. Melo y Suárez fueron encargados por la junta para liderar la investigación interna que derivó en la salida de Hernando José Gómez. Pero la versión más importante la dio un compañero de trabajo de María Clara Sarmiento, cuyo nombre omitimos por solicitud de ella. Ese testigo corroboró todas las denuncias.

Confirmó, por ejemplo, que supo de los mensajes inapropiados que le enviaba el presidente de Asobancaria a Sarmiento, que él mismo solicitó que se activaran los protocolos internos en la entidad para que se investigara a fondo la denuncia de Sarmiento por el acoso del que fue víctima, recordó varios episodios de ese acecho continuo y hasta que tuvo conocimiento de que otra mujer en Asobancaria también había sido víctima de situaciones de acoso por parte de Gómez Restrepo. Pese a estas evidencias, en tiempo récord, el 27 de enero pasado el fiscal Numpaque se desprendió del caso al concluir que no había elementos para investigar un eventual acoso sino, quizá, una injuria por vía de hecho. Es decir, una conducta menos grave que el acoso y que consiste en lesionar, a través de una acción o de una expresión, la dignidad de una persona.

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El fiscal señaló: “Por el relato de los hechos manifiesta que el señor Hernando José Gómez le habría dado un pico a la víctima, aunado a que no tampoco hubo agresión de ninguna forma ni acceso de órganos en el cuerpo de María Clara Sarmiento, se entiende de lo relatado que el evento ocurre sin uso de violencia y en una sola oportunidad. No se refiere a algunos eventos adicionales que comporten contenido sexual ni de la ocurrencia de violencia de este tipo y no se observa con lo allegado situaciones de contenido libidinoso, que configure objetivamente actos, acceso o acoso”. Sin embargo, como lo reveló este diario en la edición de este domingo, el beso en la boca a Sarmiento no fue ningún hecho aislado sino, más bien, el último episodio de un acoso continuado.

El fiscal Numpaque concluyó la investigación con otra perla más: “Se evidencia que (en) los hechos denunciados y relatados por la víctima no se evidencia esa habitualidad o constancia en los hechos narrados, es así como la mortificación por parte de la víctima tampoco se evidencia, de igual forma no se evidencia una superioridad manifiesta”. Esta manifestación del organismo investigador fue calificada por María Clara Sarmiento como “indignante”. “¿Qué más superioridad que el presidente de una entidad como Asobancaria”, dijo. Y recordó que, durante su declaración a la Fiscalía, ella misma le preguntó a la investigadora si sabía quién era Hernando José Gómez. “Ella me dijo: ‘No, ni idea’. En cambio, mire, yo era una profesional con maestría, 30 años menor que él, en un cargo mucho más bajo que el suyo. Era una situación de subordinación clarísima”, aseveró Sarmiento.

Con esta controvertida decisión del primer fiscal del caso, que además tuvo el visto bueno de la fiscal jefe de la Unidad de Delitos contra la Libertad, Integridad y Formación Sexuales, Doris Patricia Rey, el expediente le cayó a la fiscal de casos querellables Liliana Genera Benavides. Pero el 21 de marzo pasado, menos de dos meses después de haberlo recibido, cerró el caso y declaró sin más que la culpa de esa resolución había sido de la víctima, pues jamás apareció para impulsar el proceso. “Yo, la única víctima, aporté mis datos de notificación el 12 de enero de 2023 y no volví a ser citada por la Fiscalía. Solo si esta Fiscalía hubiese intentado citarme y yo me hubiese negado a comparecer era viable argumentar ‘la imposibilidad de encontrar a la víctima’, pero no fue así”, se quejó Sarmiento en una carta que le envió a la Fiscalía el pasado 12 de mayo, cuando se enteró del archivo.

“Los chats se los mandamos a la Fiscalía en mayo, cuando todavía no nos habíamos enterado de que habían archivado el caso. Y tampoco se han pronunciado. Es increíble. Si el motivo del inexplicable cierre del proceso es que yo no he aparecido, pues aquí estoy. Ellos ya tienen todos mis datos. ¡Los tienen desde enero!”, concluyó Sarmiento, triste, en diálogo con este diario. Hasta el 13 de julio pasado el expediente estaba sepultado. Ese día El Espectador pidió información a la Fiscalía sobre las razones del archivo del caso y de por qué una investigación por el delito de acoso sexual había terminado en una fiscalía de delitos querellables. Al día siguiente, 14 de julio, llegó la respuesta oficial de la entidad: justo ese día –ese 14 de julio, es decir, el viernes pasado– la Fiscalía decidió revivir el proceso.

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