A esa conclusión llegó el doctor Tyler Lyson, luego de observar en detalle el fósil del eunotosaurus, un reptil parecido a una lagartija gigante, solo que tenía el tórax y el abdomen excepcionalmente anchos, lo cual le daba una ventaja a la hora de cavar agujeros en el piso o de meterse debajo de las rocas, señala el portal The Atlantic.

El fósil del eunotosaurus fue descubierto en 1892 pero la ciencia lo había ignorado, hasta ahora; gracias a esta nueva mirada, este animal extinto da indicios de por qué algunos animales, como las tortugas y los armadillos tienen corazas y no es por protección, como se creyó durante más de 100 años.

En el caso de las tortugas y los armadillos, esta nueva teoría tiene sentido, ya que ambas especies cavan madrigueras en el suelo, en donde habitan, o simplemente para desovar.

Las corazas de las tortugas, dice la nota de The Atlantic, son una extensión de las costillas, que se forman cuando son embriones.

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