Detrás de este fenómeno también se pueden rescatar algunas cosas positivas.

Los que son treintañeros, acaso cuarentones, se acordarán de aquellos correos que llegaban al viejo buzón de Hotmail con todo tipo de historias descabelladas. Desde la explicación científica de la ‘patasola’ hasta la famosa foto de la media naranja. A principio de este siglo, circulaba cada cosa por los correos electrónicos. Al final, el remitente sugería el reenvío inmediato so pena de sufrir de disfunciones sexuales o maldiciones que, precisamente, están finalizando en estos años.

Ahora, basta con abrir cualquier medio en su versión online para ver una noticia, artículo o reportaje sobre noticias falsas (‘fake news’, gracias al tío Donald) o cadenas de WhatsApp. Los medios, en buena hora, se han unido en una cruzada para combatir los virales maliciosos. Por ahora, han sido más derrotas en la batalla, pero la guerra apenas está comenzando.

De acuerdo con una investigación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), las noticias falsas tenían un 70 % más de probabilidades de ser retuiteadas (re compartidas) y que su difusión alcanzaba a entre 1.000 y 100.000 personas, en contraste con las informaciones verdaderas, que raramente superaban la barrera del millar de usuarios. Los investigadores se tomaron el medio trabajito de analizar un total de 126.000 artículos tuiteados por tres millones de personas entre 2006 y 2017.

La principal conclusión cualitativa de MIT fue “las historias falsas inspiran sentimientos de temor, disgusto y sorpresa en las respuestas”, explican los autores, mientras que las verdaderas crean “confianza, alegría o tristeza”. Al final, las plataformas cambiaron, pero los usuarios seguimos siendo los mismos. Antes nos movíamos por correo electrónico, ahora lo hacemos por WhatsApp o Facebook. Antes, nos movía el entretenimiento o simplemente, mamar gallo con las cadenas. Hoy, nos mueve el temor. Y no hay ninguna emoción más poderosa que el temor.

William Rincón (2)

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Quiero compartir una historia a título personal. En octubre de 2018, las redes estaban inundadas con publicaciones de bebes y niños robados en la ciudad de Bogotá. Bastaba con dar un ‘scroll’ en Facebook para encontrar alguna noticia de un niño raptado en algún barrio. En pleno furor, una tía me llamó para que tuviera cuidado con todo esto. Es que, ella “había visto y compartido” varios casos y quería prevenirme. Después de una larga charla, logramos hablar del tema y llegar a la conclusión de que hay mucha gente inescrupulosa en internet y que siempre es necesario verificar con las autoridades competentes.

La batalla contra las cadenas o las ‘fake news’, aunque supremamente necesaria, ha sido supremamente mal abordada. Y que se entienda bien. Detrás de cada noticia falsa existen unos intereses -ya sean políticos, personales o de negocio- delictivos. Pero detrás de cada cuenta en Facebook o reenvío en WhatsApp hay una persona común y corriente que siente temor o que, simplemente se le prende el bombillo de alerta y quiere proteger a sus familiares o amigos de esa amenaza que ha llegado a su muro o su teléfono.

La batalla contra las cadenas ha sido abordada desde el punto de vista del regaño: “usted comparte noticias falsas, usted o es ignorante o es deshonesto”. Y el tema no es tan de blancos o negros. Por supuesto, detrás de estos bulos hay redes y delincuentes que buscan sembrar miedo para ganar votos o ganar dinero, pero quiénes los comparten y recontra comparten no tienen más interés que el de ayudar en la medida de sus posibilidades.

No es un argumento fácil de digerir, es cierto. Pero si los expertos no comienzan a enfrentar la batalla contra las ‘fake news’ desde una perspectiva más empática, no habrá forma de ganar esa guerra. Perdón por esta frase ‘pablocohelistica’, pero: las personas son emociones. Y esas emociones son las que las llevan a comprar, a decidir o simplemente a ayudar a sus amigos o familiares compartiendo noticias del político que odian o del equipo de fútbol que aman o de las desapariciones extrañas.

¿Existe un lado positivo de las ‘fake news’? Para ser políticamente correctos, digamos que no. Pero en el fondo, este fenómeno involucra emociones positivas como la solidaridad o el sentimiento de protección por seres queridos. Todo esto no se puede cerrar con la simplicidad de descalificar a los que creen o comparten estas cadenas. Eso es lo fácil y lo que están haciendo todos. Y, por ahora, van perdiendo la guerra.

Entonces, ¿alguna vez han replicado una noticia falsa jurando que estaban ayudando? ¿Creen que este fenómeno desaparecerá como desaparecieron las cadenas de correo en Hotmail? Nos leemos en redeswrincon@gmail.com.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.