Opinión: las fiestas de las cuarentonas

Vivir Bien
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por: 

Monica Toro de Ferreira

Periodista apasionada por la escritura que narra historias de vida, columnas de opinión, textos familiares y reflexivos. Historias reales con prosa.

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Se baila, se ríe, se conversa. Pasamos de bolsos diminutos a maletas que parecen un botiquín. Y con todo y eso, ansiosas porque lleguen los 50´s y los 60´s.

A que ninguna ha olvidado aquellas fiestas de quinceañeras en las que solo se conversaba y se bailaba a ritmo de Ilegales, Proyecto Uno, Rikarena, Sandy & Papo y Chichi Peralta.

Imposible no recordar que a esas fiestas llegábamos solo con el regalo y la mejor energía para esperar a que algún chico nos invitara a bailar. A azotar baldosa. Nada de bolso, ni siquiera para cosmetiquera (porque a esa edad la piel es hermosa por sí sola) y ni se diga del celular para las fotografías. Para esa época pura foto de cámaras Kodak, Canon y Nikon para revelar.

(Vea también: ¿Es normal que el bebé se duerma cuando está lactando o tomando el tetero?)

De esas fiestas salíamos muy a la 12 de la noche y con torta para los papitos, porque si no nos daban para ellos, guardábamos la que nos daban a nosotros. Pero de que llegábamos con un pedazo, llegábamos.

Hoy esas fiestas se recuerdan con infinita alegría, porque se nos ha permitido llegar hasta acá. Pero entremos en calor, en calores cuarentones.

Lo primero que hay que decir es que planear una fiesta de cuarentonas es un placer y toda una odisea. Día de solo chicas, pinta seleccionada para todas, menú listo para quienes quedan en casa, organización de horarios de las clases extras de los hijos y lista de teléfonos importantes en caso de emergencia. Mujeres maravilla.

Y entonces, empezamos a cargar en nuestra cartera es un botiquín. Ya no solo el brillo de labios para la resequedad y el protector solar para cuidarnos de las manchas. También la pastilla para el mareo y la acidez, el repelente para los mosquitos, el analgésico para el dolor de cabeza, el desodorante extra, el árnica por si alguna sufre un golpe, las curas para las peladuras, las gafas para la presbicia, muchas botellas de agua con Electrolit para la deshidratación, magnesio para que funcione perfecto el estómago y una comida muy suave porque con cualquier alimento procesado se inflama el colon y los gases hacen de las suyas.

En las fiestas de cuarentonas se habla de nuestros cambios hormonales sin vergüenza, se baila sin saber hacerlo, se cuentan detalles íntimos sin miedo a ser juzgadas, se brinda porque sí o porque no.

Somos perfectas en eliminar palabras del diccionario de la vida: no puedes, no debes, defecto, no sirvo para eso, nunca alcanzaría eso.

En las fiestas de cuarentonas no nos fijamos en la pinta que cada una lleva. No nos criticamos. Nos gozamos, nos alagamos, nos animamos. Nos disfrutamos.

Y suenan carcajadas. Risas y alegría de tener la oportunidad de vivir tantos momentos con metamorfosis. De pasar por esa juventud en la que solo se quiere gastar energía y donde se carga un bolso liviano; de pasar por la adultez cuando se es madre y se carga ya con una pañalera y luego, de llegar a los 40 años donde se empieza es a cargar con un botiquín de primeros auxilios. Una maleta que parece más una ambulancia andante.

Y es que no solo ha pasado los años. No. Hemos vivido esos años. Y eso, en realidad, es lo que cuenta. Vivimos entonces los 20´s aventureros, los 30´s ocupados y los 40´s, los 40´s hay que exprimirlos.

40 años es casi la mitad de vida de una persona. Es una mezcla entre juventud y experiencia. Es poder. Sensualidad. Goce. Madurez. Sensibilidad responsable y reposada. Conoces más tus debilidades y tus virtudes. Eres dueña de tus actos y sabes las consecuencias de ellos. Piensas, luego actúas. Pero actúas. Despojada del pudor y con lujuria. Pero temerosa de Dios, también.  Lectora de crónicas, noticias, documentales y hasta libros de superación personal.

Tener 40 y vivir sobre ellos es conocerse más, amarse más. Es sentirse llena de fuego. Orgullosa por lo que has vivido y ganosa por lo que ha de llegar. Es sentir que tienes la paciencia para esperar y también la ligeresa para adelantar.

Es sentir que aun estás a tiempo para ponerte faldas o quitártelas. Que te las quiten, mucho mejor.

Salud por mis cuarentonas. Qué cuarentonas. Y que nos lleguen los 50 y los 60  con ese poder: con el poder de elegir y de sentirse feliz con lo que somos y tenemos: con el cuerpo y alma bien erógenos.

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