Nación
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Un llamativo padecimiento que corta con una de las sensaciones más humanas esconde detrás múltiples detalles que pueden ser demasiado delicados.
Detrás de situaciones atroces que se destapan en el mundo, hay una situación médica que provoca que las personas queden inhabilitadas para la sensación del miedo, algo que parece increíble.
El padecimiento más conocido que incapacita casi por completo la experiencia del temor humano y que ha sido ampliamente estudiado por neurocientíficos para entender el funcionamiento de la amígdala es la enfermedad de Urbach‑Wiethe (o lipoidosis proteínica de Urbach‑Wiethe), en particular en un caso emblemático conocido como ‘S.M.’.
La enfermedad de Urbach‑Wiethe, que inhibe el miedo, es un trastorno genético autosómico recesivo que produce depósitos hialinos en distintos tejidos del cuerpo, incluyendo la piel, mucosas y también tejido cerebral.
En la versión más conocida de esta enfermedad, se observa una calcificación bilateral selectiva de la región de la amígdala en el lóbulo temporal del cerebro (ambos lados), es decir, la amígdala queda dañada o inactiva lo que lleva a que las reacciones de miedo queden inhabilitadas normalmente.
Clínicamente, los pacientes pueden tener manifestaciones dermatológicas, problemas en las mucosas, alteraciones de la voz (por ejemplo voz ronca en la infancia), y en algunos casos epilepsia del lóbulo temporal.
‘S.M.’ es una mujer que sufrió una destrucción bilateral casi completa de su amígdala debido a la enfermedad de Urbach‑Wiethe. En varios estudios experimentales, se expuso a S.M. a estímulos que normalmente provocan miedo en la mayoría de las personas: serpientes, arañas, paseos por casas embrujadas, películas de terror. En todos esos escenarios, no mostró respuestas normales de miedo ni manifestó sentir miedo, más bien curiosidad, interés o sorpresa.
Su capacidad para reconocer el miedo en expresiones faciales también está alterada: tiene dificultades específicas para identificar rostros con expresión de miedo, aunque sí reconoce otras emociones como felicidad, sorpresa, disgusto.
El estudio de este caso de la enfermedad de Urbach‑Wiethe (y otros con daño bilateral en la amígdala) arroja varias lecciones muy valiosas para la neurociencia:
Aunque “no sentir miedo” suena casi fantástico, el caso de S.M. y otros pacientes con daño amigdalar es extremadamente raro y no significa una “superpotencia emocional”; más bien, revela cuánto se depende de estructuras cerebrales específicas para adaptarse ante peligros reales.
El caso no indica que la amígdala es responsable de todas las emociones o de todas las formas de miedo: el cerebro está compuesto por redes complejas, y otras regiones (como el tronco cerebral, insula, cortezas, vías interoceptivas) participan en el procesamiento emocional.
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