Un país de tías

Nación
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Los dirigentes y políticos de derecha no solo piensan como las tías, sino que ahora también hablan como ellas.

Colombia es un país de tías. Ya ha visto usted que todos tenemos al menos una que se indigna por todo, y dice que a dónde iremos a parar, y todo aquel que sea mechudo es marihuanero, y ser marihuanero es peor que ser alcohólico, ladrón o violador, porque si a una mujer la violan es porque alguna provocación hizo.  

Y si no tiene una tía así, piense entonces en una señora de esas de Cedritos, el conocido barrio bogotano, de pelo corto, pintado y peinado abombado. Anda en un carro compacto con la silla bien pegada al timón, maneja a dos por hora, tiene un french poodle y encima del televisor un tejido de croché hecho por ella misma. Ahora con el tema de los pantalla plana, ha pasado el croché del televisor a una mesa en la sala. 

Pues Colombia parece gobernado por una tía, con la diferencia de que las tías no pasan de la indignación. Los dirigentes y políticos de derecha, en cambio, no solo piensan como tía, sino que ahora también hablan como ellas. 

Quedaron evidencia con lo del plebiscito, no solo defendiendo al Dios de siempre y a la iglesia de siempre (y a sus miles de derivaciones cristianas), sino poniendo el grito en el cielo porque cómo va a ser posible que dos hombres se besen en la calle, que qué van a pensar los demás. Además pobres nuestros niños, cómo los vamos a privar de ser educados por un papito y una mamita, como Dios, ese otro papito, manda.

Y han vuelto a salir al ruedo con el campamento por la paz de Plaza de Bolívar. Que qué bueno que lo hayan desalojado a la fuerza porque las leyes hay que cumplirlas y además qué tipo de gente se puede dar el lujo de pasar 50 días en una carpa sin ir a trabajar, o al menos a rezar. Seguro son marihuaneros y promiscuos y no se bañan. ¿Ven? Pura tía.

Y claro, en materia del plebiscito están a favor del No, porque no está bien eso de hacer las paces con la guerrilla marxista. Si hay que apoyar a un grupo subversivo que sea a los paramilitares, brazo armado de la gente de bien de este país, gente con medios y ganadora de la lotería de la vida que está en la cima de la pirámide social porque no le ha dado la espalda al único Dios verdadero.

Así que si ha de morir gente, que sea la que vive lejos y es pobre, diga usted campesinos que nunca van a saber lo que es ir a un club, salvo que los contraten de meseros, ni conocerán una gran ciudad, a menos de que lleguen en flota. Total, pobres hay muchos y son baratos, a veces valen menos que la bala que los mató. Acabas con uno y salen tres, como si se reprodujeran debajo de las piedras, igual que algunos insectos. 

A veces los entiendo. Yo me debato entre la derecha y la izquierda. Soy de izquierda cuando matan líderes sindicales, y agreden minorías, y abusan del medio ambiente y desconocen las nuevas formas de vida, tan válidas como las de los tiempos del Antiguo Testamento. Pero me vuelvo de derecha cuando la social bacanería, los mamertos progresistas que no saben administrar ni sus vidas se quieren tomar el poder.

Es duro, debo decirlo. Hay días en que me despierto deseando un mundo mejor para todos, más equilibrado y tolerante, pero hay otros en los que espero que los magnates de siempre nos salven de la amenaza comunista y acaben con esos marihuaneros que lo único que saben, además de fumar de esa hierba, es citar al Che, leer a Marx y oír a Facundo Cabral. 

¿Ven? Ese el problema de irse hacia la derecha, que termina uno opinando como una tía, ignorando la diversidad, desconociendo por ejemplo que muchos de los desalojados del campamento por la paz eran víctimas de la violencia que lo único que quieren es reconciliación.

Ni fachos ni izquierdosos, ni Fernando Londoño ni Gustavo Petro. Debería haber un híbrido, una persona con el sentido social de la izquierda y la eficacia de la derecha. Que haga que las cosas sean bonitas y limpias y funcionen y generen riqueza económica, pero pensando en que pueda ser disfrutado por toda la gente sin excepción. Seguro existe, pero no se ha manifestado o no ha podido actuar porque ese conflicto entre la derecha y la izquierda se lo ha tragado. A veces se me olvida que sueño con un país escandinavo pero en realidad vivo en Colombia, un lugar que parece habitado por salvajes.

Eso tiene la derecha, no solo la de Colombia, sino la del mundo entero. Como no entiende lo diferente prefiere descalificarlo y no acepta nada que esté en contra de sus creencias, del orden establecido y del mundo en el que creció. Lo nuevo es sinónimo de peligro. Por otro lado, a la izquierda habría que darle clases de gerencia. Y bañarla.

Que papito Dios y mi tía que vive en Cedritos nos ayuden.

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