Cuota de responsabilidad

Nación
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Coyuntural situación que atravesamos con nuevo pico de COVID-19, atiza señalamientos, y traslado de sensatez a otros, sin asumir el porcentaje propio.

Atrás ha quedado el irresponsable gozo de diciembre, sol vacacional, irrespeto a protocolos de autocuidado, parranda de fin de año, viaje transnacional, reactivación económica, que ahora tiene en alerta al sistema de salud colombiano, mezquindad social que alza voces de queja ante las medidas sanitarias que se están aplicando en el escenario local. Queja pública de hipócritas personajes que se relajaron y denotaron que no les importa el prójimo, sujetos zombis que con altivez arriesgan la vida de familias, amigos y compatriotas, pero en la crisis se revictimizan para humillar y cuestionar al sistema de salud porque no les abre un cupo de atención en las Unidades de Cuidados Intensivos. Espiral comportamental que preocupa y enciende las alarmas desde la desinformación y descontextualización de lo que ahora ocurre.

Alerta hospitalaria por la que cruzan los principales centros poblacionales de la nación obliga ha asignar un porcentaje de responsabilidad a los entes políticos y económicos que juegan con la necesidad del colectivo social. Arrogantes dirigentes que, desde la incoherencia de palabra y acción, propiciaron la indisciplina y el aumento de contagios que hoy desbordan la capacidad de los centros de urgencias y el cuerpo médico colombiano. Apremiante situación no es óbice para que, populistas políticos, más peligrosos que el propio Covid19, salgan como zorros hambrientos a engañar, mentir, vandalizar, pulular odio en redes sociales e incitar a mamertos ignorantes para despotricar del Estado y el sistema de salud colombiano.

Honor a la verdad es reconocer que no son claros los contratos, las fechas y la metodología de vacunación, incertidumbre a futuro que tiene muchas vidas en juego. Medidas de confinamiento, toques de queda y cuarentenas sectorizadas, deben estar acompañadas de un completo y ambicioso plan de reactivación económica que saque del atolladero a quienes sufren las consecuencias del limitar la movilidad y resguardar al ciudadano en su hogar. No es momento de velar por intereses propios de los diferentes sectores ideológicos, la situación llama a unirse por un bien común; liderazgo, distante del ego progresista, socialista, glauco y humano, que se atreve a tomar decisiones importantes sin interesar el costo político y social en la imagen del funcionario. 

Panorama económico demarca la urgente necesidad de una reforma fiscal, laboral y pensional estructural, trámite legislativo, de fortalecimiento industrial, que de confianza inversionista, que traiga consigo capital exterior que reactive el aparato productivo e incentive el consumo privado. Ventas decrecientes del sector formal, que rayan el 80 % en los centros comerciales, a consecuencia de los cierres y confinamientos decretados en el país para frenar los contagios del Covid19, no pueden desbordar las excepciones que incitan a la indisciplina y propician el espectáculo que todos vieron en San Victorino y demás lugares del comercio, agremiado e informal, en el mes de diciembre. Limbo actitudinal desde el que la ciudadanía termina asumiendo, en solitario, la culpa de un problema estructural del contorno colombiano.

Entorno de la reactivación pide de las empresas y las personas el cumplimiento de las medidas de bioseguridad contra el Covid19, hacer uso de suficientes y eficaces elementos de protección personal que no hacen caso omiso a las campañas de prevención mientras llegan las vacunas y se alcanza el punto de inmunidad en el territorio colombiano. Seguridad mató a confianza, el país recorre por un punto en donde es fundamental asimilar la comunicación de riesgo, comprender el peligro de ser víctima de un contagio y el estar sedados ante el entorno de ceguera cómplice del gobierno con las anomalías que se vienen presentando en las entidades promotoras de salud y migración Colombia, principales focos de contagio que se suman a la laxitud de las autoridades para hacer cumplir la ley.

Paseo de la muerte, ha recobrado su valor en toda la extensión de la frase, con la negligencia de las EPS para aplicar las pruebas COVID-19, dar a conocer oportunamente los resultados y mantener el cerco de aislamiento preventivo del contagio. Intervención pertinente del entorno no tendría atiborrados los centros de urgencia, corredores hospitalarios y las UCI; prestación de servicios primarios de las unidades de salud no responden a la sociedad en esta pandemia pese al esfuerzo gubernamental de brindar los recursos que permitan contar con el personal y la infraestructura para dar respuesta oportuna a la comunidad. Modelo de atención domiciliaria que propenda por la prevención y el seguimiento de pacientes que presenten afectaciones respiratorias leves, insumo de tratamiento que minimiza presencia innecesaria de personas de alto riesgo, con comorbilidades, o asintomáticos en el transporte público y demás puntos de contacto social.

Transito local que se entrecruza con los flamantes turistas y viajeros locales que circulan por migración Colombia, mezquinos personajes que, sin importar la escasa capacidad de las UCI y la ausencia de vacunas, hacen esguince a la presentación de una prueba PCR (reacción en cadena de la Polimerasa, por sus siglas en inglés) para Covid19 con resultado negativo expedido con un término no mayor de 96 horas antes del embarque del vuelo. Ególatras peregrinos que sin importar las consecuencias siendo portadores del virus han llegado a su destino, o sin serlo ni siquiera se molestan por guardar los días de aislamiento provisorio. Consciencia social y personal que desconoce el pico de muertes que hechiza el ambiente mientras no se tiene una sola dosis de Pfizer u otro laboratorio en el país.

Despilfarro del erario en vanidades políticas no son más que un cheque abierto para oscuros personajes que buscan deambular en el tiempo sin considerar la situación económica y psicológica del ciudadano, gamonales políticos que desde el artilugio de la palabra ocultan su limitación gestora para hacer frente a una crisis similar que sale avante en otros países. La población está muriendo mientras los caciques de partido o movimiento apuestan por el fracaso de la vacunación en Colombia; llegó el momento de cumplirle a la salud sin caer en los intereses de quienes saquean los recursos a ella asignados, avaros dirigentes que buscan llenar sus bolsillos mientras el sujeto del común no tiene fuentes de ingreso, lo aqueja el hambre y sucumbe en la pobreza.

El derrotero fiscalizador debe concentrar sus esfuerzos en el seguimiento al pago salarial del personal médico, la inversión en infraestructura de los centros de salud y la vinculación de talento humano para atender a la población. Ya vendrá el tiempo para el control político, evidenciar si se pagaron las vacunas más caras que los países más ricos, existió corrupción, y se tuvo imprevisión al ordenar los encierros mientras millones de familias no tenían fuentes de ingreso. Los esfuerzos y la inversión, en este momento, se deben destinar a superar la pandemia, suficientes controles sanitarios de pruebas periódicas y aleatorias que mengüen el contagio y den seguridad a la nueva normalidad de los colombianos. El camino es largo y el autocuidado pide del sentido común, la seguridad exige asumir la realidad y tener una cuota de responsabilidad ciudadana, ¿usted la tiene? 

Escuche aquí el podcast de la columna ‘Cuota de responsabilidad’

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Del 20 al 21

Seguridad mató a confianza

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.

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