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El dejo en el modo de hablar de uno de los asesinos se quedó grabado en la mente de un sobreviviente, lo mismo que la dantesca escena de sus amigos muertos.
El joven, que no fue blanco de los perpetradores de la masacre, quizá por poner sus manos en la cabeza y cerrar lo ojos, entregó su testimonio a Semana, que lo identifica como Javier.
“Puedo afirmar con seguridad que no eran de la zona, incluso uno de ellos tenía acento mexicano”, le dijo el muchacho a la revista, después de puntualizar que los asaltantes fueron cuatro hombres encapuchados “con armas que parecían nuevas, botas de cordones ajustables, pantalones de jean, chalecos negros, fusiles de asalto y pistolas automáticas”.
Los asesinos “no hablaron mucho, solo lo necesario para encerrar a las mujeres en un cuarto y tirar boca abajo a los hombres”, reconstruye la revista con base en las declaraciones de Javier, que también apuntan a que los matones “caminaron por encima de los jóvenes y escogieron a tres sin mediar palabra”.
A los que seleccionaron, los criminales los llevaron a al centro de un semicírculo de sillas, en donde “los arrodillaron, les apuntaron de frente y comenzaron a dispararles uno a uno a quemarropa”, estableció la publicación con base en el testimonio que recogió.
Así cayeron, en su orden, Byron Danilo Patiño y Brayan Alexis Cuarán. “Javier escuchó los disparos desde el piso y cerró los ojos para no grabar esa imagen en su mente”, describe la crónica de Semana. Después siguió Daniel Steven Vargas, a quien le dispararon cuatro veces.
“Traigan a los otros”, oyó Javier que dijo uno de los asesinos, y en ese momento Rubén Darío Ibarra, Campo Elías Benavides, Óscar Andrés Obando y Laura Mishel Melo Riascos intentaron escapar, pero fueron asesinados por la espalda.
El testimonio de Javier, especialmente el del acento mexicano de uno de los asesinos, guarda relación con la teoría de que en Colombia delinquen también desde hace rato criminales del país norteamericano, más ahora que, como lo señala la Fundación Paz y Reconciliación, se ha dinamizado la relación entre carteles del narcotráfico de los dos países.
Ese dinamismo, explica la Fundación, obedece al “importante flujo de capital y de armas traído desde el país norteamericano, lo cual ha impulsado el fortalecimiento de grupos armados como Clan del Golfo, Caparrapos, Los Pachenca, Ejército Popular de Liberación-EPL o Pelusos, Grupos Armados Postfarc, especialmente del suroccidente colombiano, entre otros”.
Sin embargo, Paz y Reconciliación precisa que, si bien las manifestaciones violentas son importantes, “no pueden ser un indicador exclusivo en cuanto a relaciones de narcotráfico se refieren; por tanto, debe incluirse en el análisis otros tipos de relacionamientos que aquí se llamaron: financiación, articulación y expansión”.
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