El duro examen que representa para Gustavo Petro el paro que animó (y que ahora niega)

Nación
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Escrito por:  Fredy Moreno
Actualizado: 2025-05-29 09:33:58

La ciudadanía luce agotada con las manifestaciones y, sobre todo, con los bloqueos, lo que podría acarrear costos políticos negativos para el mandatario.

No bien habían transcurrido las primeras horas del paro convocado para el miércoles 28 y el jueves 29 de mayo, el presidente Gustavo Petro negó cualquier vínculo suyo o de su Gobierno con esa iniciativa cuya inspiración atribuyó a las centrales obreras. Pero no solo por asociación (los colombianos recuerdan que el mandatario, cuando fue senador, animó las graves movilizaciones a las que llama ‘estallido social’ en 2019 y 2021), por inclinación (son recurrentes sus llamados a las protestas callejeras), sino por sus propias palabras (desde China hasta Barranquilla invocó la huelga general y los cabildos abiertos), el país sabe que el jefe de Estado ha impulsado abiertamente este cese de actividades y las manifestaciones que lo acompañan. ¿Por qué tomar distancia ahora?

(Le interesa: ¿Orden de presidente Petro a Fuerzas Armadas durante protestas es absoluta o relativa?)

“El Paro es convocado por las centrales obreras y la coordinadora popular. Dejen de desinformar”, escribió en X, en respuesta a RCN Radio, que afirmó al comienzo de la jornada del miércoles que “el paro convocado por el Gobierno afectará la movilidad en Tunja, Duitama y Sogamoso […]”. Después, cuando comenzaron a salir los primeros reportes de la poca asistencia a las marchas, el mandatario dijo en la misma red social: “Toca alguien de [sic] unas clases de ciencia política. Una huelga no es una manifestación. La convocatoria a la huelga no puede ser más que de las organizaciones trabajadoras. La manifestaciones [sic] las puede convocar cualquier ciudadano(a), incluido el presidente”.

Si bien el presidente Petro tiene la razón en la diferencia de origen de una huelga y una manifestación, hay dos aspectos que se deben considerar. Primero, aún se recuerda la fotografía que publicó Semana del chat por WhatsApp que sostenía con su ministro del Interior, en el que, después del hundimiento de la consulta popular en el Congreso, el alto funcionario le preguntó al mandatario: “¿Quién convoca la huelga general? ¿A quién se le dice que lo haga?”. Esos interrogantes tienen un carácter evidentemente consultivo, ese tono de solicitud de instrucciones, como cuando un subalterno le pregunta a su jefe qué hacer, porque el jefe sabe qué hacer.

Segundo, los paros generalmente no se limitan al cese de actividades de los trabajadores. Las huelgas se acompañan de manifestaciones en las calles que las respaldan y sirven para llevar un poderoso mensaje de unidad y fuerza de los trabajadores contra los empleadores y contra los gobiernos (aunque claramente el caso de este paro en Colombia es insólito porque lo impulsa y anima el propio Gobierno). Así los paros sean prolongados en el tiempo, en sus primeras fases las manifestaciones callejeras constituyen un termómetro, una buena medida, para considerar la fuerza y el impacto de esos ceses de actividades.

Esa perspectiva fue la que dio origen a una información de El Colombiano, que se preguntó: “¿Fracasó la convocatoria del gobierno Petro?” tras observar que “la marcha en apoyo al paro nacional se llevó a cabo con poca asistencia de personas en Medellín”. De ahí surgió la aclaración que hizo el mandatario sobre la diferencia entre un paro y una manifestación, otra manera de tomar distancia de la jornada que, por lo menos en su primer día, no resultó como habría esperado el Gobierno, acostumbrado a llenar plazas públicas, como la de Bolívar en Bogotá, con indígenas traídos del Cauca, los sindicatos, trabajadores estatales y estudiantes del Sena. Esta vez, ese emblemático lugar tuvo una asistencia raquítica.

Una suerte de paro sí tuvo lugar este miércoles, pero más allá del cese de actividades de algunos trabajadores, fue por la imposibilidad que encontraron cientos de miles de empleados para llegar a sus lugares de trabajo debido a los bloqueos que se presentaron en vías y sistemas de transporte masivo en diferentes ciudades de Colombia. En general, la actividad económica no se ha visto afectada y el país sigue produciendo en relativa normalidad.

En el caso de Bogotá, el secretario de seguridad, César Restrepo, informó que en total se presentaron 16 eventos de movilización este miércoles, y destacó la protesta pacífica de más de 4.000 personas entre el Parque Nacional y la Plaza de Bolívar. En cambio, de acuerdo con el funcionario, los otros 15 eventos no transcurrieron en paz y “estuvieron marcados por un deseo particular de afectar la vida y los derechos de los ciudadanos en Bogotá, obstaculizar la dinámica ordinaria de los ciudadanos, asistir a sus trabajos, asistir a sus citas médicas, adicionalmente a cumplir con sus obligaciones ordinarias”.

Se calcula que más de un millón y medio de personas vieron afectada su movilidad en la capital por las acciones vandálicas de unos pocos encapuchados. Pero, hasta ahora, no hay indicios de que las manifestaciones que puedan surgir para acompañar el paro auspiciado por el Gobierno deriven en hechos que no puedan controlar las autoridades.

Costo político del paro para Gustavo Petro

Aunque el país permanece a la expectativa ante la posibilidad de que se reediten las acciones violentas de las manifestaciones de 2019 y 2021, todo indica que la ciudadanía está agotada. En varios casos, diferentes personas, hasta amas de casa, se enfrentaron a los vándalos para que no obstaculizaran las vías. “¡Dejen trabajar!”, les gritaban. En Cali, exintegrantes de la autodenominada ‘primera línea’, responsable de acciones violentas en las protestas de hace cuatro años, invitaron a manifestarse en paz y rechazaron los bloqueos.

En lo político, eso tiene una razón poderosa esta vez: la reforma laboral que se había hundido y que había dado origen a la consulta popular (lo que, a su vez, animó el paro convocado por el Gobierno), reflotó y está a punto de ser aprobada en el Congreso prácticamente con las garantías laborales que se exigían desde el principio. La situación hizo que el ministro del Interior, Armando Benedetti, admitiera este mismo miércoles que si la reforma es aprobada definitivamente en el Legislativo, el Gobierno podría abandonar la idea de adelantar la consulta popular.

Si el Gobierno no se ha dado cuenta (o ya lo sabe, pero no lo admite, como se desprende de la distancia que el presidente Petro quiere tomar ahora del paro que animó), hay un evidente desgaste de la protesta callejera, que resulta impopular. Los vándalos pueden hacer de las suyas y campear con expresiones pasajeras de fuerza y violencia, pero también les están infligiendo un daño severo a las aspiraciones del progresismo, al que, en cabeza del presidente Petro, la jornada de paro le está saliendo cara, aún más en plena campaña para las elecciones del año entrante.

Porque son las elecciones de 2026 las que están en el trasfondo del interés por convocar la consulta popular que dice respaldar este paro. El petrismo, así su líder natural busque apartarse ahora del cese de actividades, está pavimentando con las protestas callejeras el camino de manera expedita para un triunfo de la derecha. A la luz del rechazo ciudadano, las ruedas sobre las que se mueven las manifestaciones lucen desgastadas y empiezan a chirriar con estridencia.

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