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Se refirió a uno de los símbolos más elocuentes de la guerra: el Cristo de la iglesia de Bojayá, donde murieron más de 100 inocentes.
La imagen fue llevada a Villavicencio, donde el papa Francisco dio un discurso por la reconciliación nacional.
“Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual”, dijo el sumo pontífice.
En la iglesia de Bojayá (Chocó) murieron más de 100 personas que intentaban protegerse de enfrentamientos entre las Farc y las AUC.
La guerrilla, en un acto cobarde y cruel, lanzó un cilindro bomba hacia la parroquia.
La representación del Cristo Crucificado de la iglesia se convirtió en un símbolo de las víctimas de la masacre pues quedó sin manos ni piernas.
Y por esa razón, este viernes, el papa Francisco hizo un énfasis en la imagen, mientras la señalaba:
“Al mirarla contemplamos no solo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios.
“Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama.
“Cristo roto y amputado, para nosotros, es más Cristo aún porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo”.
“Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor”, siguió el papa Francisco.
Por último, el sumo pontífice leyó una oración por el Cristo de Bojayá:
Oh, Cristo negro de Bojayá, que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies te han arrancado a tus hijos que buscaron refugio en ti.
Oh, Cristo negro de Bojayá, que nos miras con ternura y en tu rostro hay serenidad; palpita también tu corazón para acogernos en tu amor.
Oh, Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo.
Que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado;
tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad;
tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad.
Haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia.
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