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Lo contó uno de los reclusos de la cárcel de Tuluá, el centro carcelario que ardió el pasado 28 de junio y donde más de medio centenar de presos fallecieron.
Uno de los sobrevivientes al voraz incendio que destruyó la cárcel, y que no quiso revelar su nombre, habló de lo que se vivió en la madrugada del 28 de junio, cuando el penal se prendió fuego y 56 personas murieron en la emergencia.
El hombre, en diálogo con Semana, dijo que uno de sus compañeros era un devoto cristiano y que el día anterior al incendio les dijo que se cuidaran porque algo grave iba a ocurrir.
“En la mañana se nos hizo raro escuchar a un muchacho del patio 8, escuchar música cristiana, y nos decía que se cuidaran y cuidaran a las familias”, indicó el hombre a esa revista.
Ese mismo recluso contó que la tragedia comenzó por una pelea entre dos bandos de la cárcel. De un lado, estaba el combo de alias ‘Miller’ y del otro el de alias ‘Brayancito’, dos delincuentes que sembraban terror en el Valle del Cauca y que estaban en la misma prisión.
De acuerdo con el relato, la pelea entre ambos se agravó cuando ‘Brayancito’ se robó el gato de ‘Miller’, lo mató y supuestamente se bañó con su sangre.
(Vea también: “Me han amenazado”: director de la cárcel de Tuluá pide protección y teme por su vida).
Eso llevó a que las tensiones estallaran en la madrugada del 28 de junio, cuando los dos bandos destruyeron paredes de la cárcel, se armaron con piedras y comenzaron a darse con todo en el patio 8 del penal.
La situación se desató cuando los presos comenzaron a incendiar colchones y se agravó cuando los agentes del Inpec llegaron rociando gas pimienta para reducir a los detenidos, añadió el testimonio.
“Cuando la guardia sube y gasea, eran las 12:40 a.m. o 12:50 a.m., se prendió todo. La gente comenzó a prender candela para contrarrestar el gas, pero fue peor porque ese gas pimienta con la candela se altera más. Al ver todo en llamas la gente se alteró, nadie sabía quién era quién, trataban de buscar salida”, dijo el hombre a ese medio.
Durante una hora, el patio 8 de la cárcel de Tuluá ardió y fue consumiendo todo. De los 175 presos recluidos allí, 56 perdieron la vida (el 32 % de los reos).
Las escenas eran dantescas y los primeros en darse cuenta de la magnitud de la tragedia fueron los propios bomberos que apagaron el fuego tras una hora.
“Me encontré con un hueco mortal, un poco de gente tirada. A unos los ayudaban a salir. Con el resto de cuerpos no se podía hacer nada”, dijo un miembro del Cuerpo de Bomberos a Semana.
Esa revista concluye diciendo que la investigación por el trágico hecho en Tuluá está en manos de la Procuraduría, donde se investigan posibles omisiones por parte de funcionarios del Inpec.
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