Una lata saca de problemas a cualquier comensal. Pero lo que nadie se imagina es que dentro de una de esos recipientes pueda haber un riesgo de intoxicación.

Y ese elemento es el mercurio metilado; un metal líquido que se utiliza para separar el oro de las rocas de donde se extrae. Parte de este mineral, que se consigue en estado líquido, puede mantenerse por 2000 años sin incorporarse en la naturaleza.

Hace varios meses se desató un escándalo alrededor del nivel de mercurio presente en este apetecido alimento. Al hacerse chequeos, tanto en las latas como en los barcos atuneros, se encontró que los niveles de mercurio, tanto en las plantas de origen como en las mesas de los consumidores habían subido por encima del miligramo por kilo, que es el nivel autorizado por el Invima.

“Se trató de una empresa en particular. Nosotros no tuvimos ese problema” explica un importador colombiano de este apetecido producto, quien dice que en su caso concreto el atún estaba libre de mercurio, “tanto en los barcos como en las latas exhibidas en las diferentes góndolas de supermercados”.

¿Y cómo llega este minúsculo químico a los pescados? En general los atunes son peces grandes, que se consiguen en mar abierto. Ellos se alimentan de infinidad de pequeños peces, que van contra la corriente de los ríos y sus afluentes. Allí en las minas de oro, con sus bateas, los mineros colombianos, peruanos y ecuatorianos, utilizan el mercurio de manera cotidiana.

Y gramo por gramo, uno tras otro, va sumando el tóxico producto. Así, como pasa con otras sustancias, las opiniones están encontradas. Algunos científicos opinan y evalúan qué tipo de dolencias puede producir esta sustancia. Se habla de problemas neurológicos. Pero como en las diferentes pruebas resulta difícil determinar que tanto este tóxico repercute en una dolencia específica.

Como en el sonado escándalo de la vacuna del papiloma humano en Carmen de Bolívar; las opiniones son contradictorias. No hay duda de que el atún es una fuente importante de proteína, que además gracias a su precio y a su fácil preparación está presente en las mesas colombianas.

El problema es que los colombianos tenemos una memoria de corto plazo, que no hay investigaciones constantes y a fondo para determinar si un titular de prensa, si un escándalo mediático merece mayor atención; si la opinión de los científicos, de los expertos, merece que el Estado tome determinadas acciones para proteger a la población.

Y mientras tanto los peces siguen bebiendo de las aguas contaminadas de mercurio. Por los medios de comunicación deja de pasar la tinta, las voces y las imágenes que cuentan esas historias. La duda de lo que pueda afectar a largo plazo a los consumidores de atún, puede llegar demasiado tarde. Lo que es evidente es que se debe proteger a los consumidores. Y que por encima de todo debe estar la salud y la adecuada alimentación de los millones de consumidores de atún.

Como en otros casos la solución está aguas arriba. Los correctivos no deberían centrarse en las latas y los buques atuneros, sino en la regulación de las explotaciones mineras. La vida y la salud de los colombianos deben ir mucho más allá que el oro.

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