Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por Andrea Castillo   Feb 29, 2024 - 12:42 pm
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Gladys Vargas permanece aferrada al recuerdo del último día que vio a su hijo mayor. Fue un sábado: el 6 de abril de 2002. Elvis salió desde su casa en Cúcuta hacia Juan Frío, un corregimiento enclavado en la frontera con Venezuela. Allí quedaba el taller de latonería donde el muchacho, de 17 años, trabajaba los fines de semana para ayudar con los gastos de la familia.

Por esos días el miedo era una constante. La región estaba controlada por los paramilitares del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que desataron una ola de violencia que los pobladores de Norte de Santander soportaban en silencio y bajo una zozobra permanente.

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Llegó la noche, pasaron las horas, pero Elvis Luis Vargas Jaimes no regresó a su casa. “De eso ya van casi 22 años, pero todavía seguimos sin encontrar respuestas sobre su paradero”, cuenta Gladys, quien esta semana recobró las esperanzas de encontrar el cuerpo de su muchacho, tras la llegada del exjefe paramilitar Salvatore Mancuso a Colombia, luego de casi 16 años de reclusión en Estados Unidos.

Su hijo sería una de las decenas de víctimas que fueron asesinadas por las AUC y enterradas en territorio venezolano. Se trata de un patrón de desaparición ampliamente documentado y reconocido por el propio Mancuso.

En mayo de 2023, durante un acto liderado por la Cancillería, el excomandante les pidió perdón a las víctimas de Juan Frío, donde también tuvo lugar el horror de los hornos crematorios construidos por las AUC para borrar el rastro de quienes asesinaban.

En el evento, al que Mancuso se conectó de manera virtual, se comprometió a contribuir en la búsqueda de las víctimas que permanecen en cementerios o fosas comunes en territorio venezolano.

Para Gladys, los aportes del exparamilitar para encontrar a su hijo significarían el cierre de una batalla por la verdad que se ha extendido por más de dos décadas.

Tan pronto desapareció Elvis, ella fue hasta Juan Frío y enfrentó a los paramilitares en busca de respuestas. “Duré dos semanas yendo todos los días, hasta que me amenazaron por estar ‘buscando lo que no se me había perdido’”, cuenta.

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Luego de la desmovilización de las AUC en 2006, con la puesta en marcha del sistema de Justicia y Paz, Gladys llegó hasta los tribunales para exigir información sobre su hijo, pero la versión siempre fue la misma: “Decían que lo habían asesinado, torturado y picado junto a otros muchachos del taller, y que luego los habían llevado al horno, que por eso no había forma de recuperar sus restos, porque de allá quedaban convertidos en cenizas”.

Solo hasta hace tres años, en medio del trabajo de la Comisión de la Verdad, pudo hablar con Jorge Iván Laverde Zapata (‘el Iguano’), quien comandó el frente Fronteras del Bloque Catatumbo. Según Gladys, el testimonio del exparamilitar indica que el cuerpo de su hijo no fue al horno crematorio, sino que fue inhumado en un cementerio del otro lado de la frontera, en Venezuela.

“Mancuso comandó el Bloque y tiene información sobre esos cuerpos que llevaron a San Cristóbal y otros puntos de Venezuela. Como víctimas, exigimos que nos ayude a ubicarlos y repatriarlos. Después de tanto daño que hicieron, lo mínimo es que haya un compromiso con estas búsquedas”, pide Gladys.

El año pasado, tras el acto en Juan Frío, el canciller Álvaro Leyva anunció un acuerdo con el ministro de Relaciones Exteriores del país vecino para poner en marcha los “mecanismos institucionales necesarios” para localizar los cuerpos de las víctimas. Sin embargo, hasta ahora, nueve meses después, no se conocen avances al respecto.

“Fue un acto irresponsable por parte de la Cancillería. Se les crearon expectativas a las víctimas, hicieron el evento, se tomaron la foto, pero después nadie más volvió a aparecer para avanzar en el tema de la desaparición transfronteriza, todo quedó quieto”, asegura Wilfredo Cañizares, director de la Fundación Progresar, que trabaja en la región.

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Esta organización tiene identificados al menos 16 lugares en la zona de frontera donde habría fosas comunes, así como cementerios ubicados en San Cristóbal en los que se encontrarían centenares de cuerpos colombianos.

Tras la llegada de Mancuso a Colombia, las víctimas en Norte de Santander esperan que se aceleren las acciones para dar con el paradero de sus seres queridos y empezar a cerrar las heridas que la desaparición forzada ha abierto en más de dos décadas.

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