Atentar contra personas indefensas en aviones es una agresión contra la humanidad

Eso se llama terrorismo y no puede admitir negociaciones de ningún tipo con sus autores, así aleguen intenciones políticas o reivindicaciones de cualquier especie, reclama El País, de Cali, en su editorial, en referencia al siniestro del vuelo MS-804 de EgyptAir que cubría la ruta París-El Cairo con 66 personas a bordo, y cuyos restos ya comenzaron a ser encontrados. “El mundo reclama una aeronavegación segura, que no esté expuesta a la demencia de quienes ven en el asesinato masivo y a mansalva la posibilidad de doblegar la voluntad de sus contradictores. Menos aun cuando destruye un medio de transporte que ha transformado la vida del Planeta”, añade.

El objetivo supremo de los críticos del proceso en La Habana es ver a las Farc en la vindicta pública

Así, a esos críticos no los mueve dar ‘sostenibilidad’ a lo que se está negociando en Cuba, como aseguran, sostiene Álvaro Sierra Restrepo en su columna de El Tiempo. “Estos críticos saben bien que, al proponer cárcel y no participación en política para los jefes de las Farc, la negociación se rompe, el conflicto se reanuda y miles de crímenes y sus autores seguirán impunes, como toda la vida”, agrega, y se pregunta: “¿Cuántos soldados y policías morirían hasta la derrota final de la guerrilla? ¿Cuántas más víctimas civiles son ‘tolerables’?”. También señala que “Uribe quiso ayer –como quisiera hoy– negociar con las Farc vencidas. El problema es que no pudo derrotarlas. Pero critica el proceso bajo esa óptica irreal. La seguridad democrática debilitó a las Farc, pero no hubo ‘fin del fin’. La única posibilidad que Uribe le dejó a Santos fue negociar como hoy se está haciendo”.

Venezuela es un ejemplo del fracaso de una propuesta política que llegó tarde y  sucumbió muy pronto

“Las promesas de renovación y progreso que formulara Hugo Chávez al posesionarse de la presidencia […] no estuvieron ni siquiera cerca de cumplirse en algún momento”, sostiene Diana Sofía Giraldo en su columna de El Nuevo Siglo, y advierte que a Colombia le basta mirar lo que ocurre en la vecindad para tomar precauciones elementales. “A nadie en su sano juicio se le ocurrirá seguir los pasos, ni en política ni en economía, que causaron la crisis del vecino”, añade. Para esta columnista, lo sensato es “robustecer las instituciones en cambio de meterle al país unas reformas constitucionales por la puerta de atrás; mantener la austeridad fiscal; controlar la inflación; acabar con la pugnacidad política que no se sabe hasta dónde llevará al país si se inflama con más odios personales; volver la búsqueda de la paz un estimulante para que los colombianos se reconcilien y no un garrote para golpear a los  que quieren la paz pero difieren del exceso de concesiones en La Habana”.

Es apresurado decir que los funcionarios que hagan campaña por el plebiscito incurren en falta disciplinaria

Eso, porque la ley estatutaria 1757 de 2015 autoriza expresamente que el Gobierno haga campaña en los mecanismos de participación popular como el plebiscito, recuerda El Colombiano en su editorial. También subraya que el proyecto del plebiscito por la paz (que todavía no es ley vigente) dice que está prohibido usar bienes o recursos públicos para hacer campaña por el sí o por el no, pero no prohíbe la promoción de la participación como tal. Y plantea así la nuez del asunto: “Si este gobierno fue reelegido con la bandera de la salida negociada al conflicto armado, y su único empeño es lograr un acuerdo, es políticamente procedente que sus más altos funcionarios se la jueguen por el éxito de ese programa”. Aunque requiere respeto y garantías para la oposición, “pues lo que se ve, sin empezar la campaña del plebiscito, es un rodillo publicitario y gubernamental contra cualquier disidencia”.

La mejor de las dietas posibles es comer todo lo que haga feliz de una manera racional

“¿Qué pasa si en lugar de aguantar hambre como faquir entre semana se come una que otra cosita con grasa o una harina deliciosa al almuerzo, y no un pollo hervido con brócoli?”, pregunta Madame Papita en una columna de El Espectador, y responde: “¡Nada! Le juro que si se mide, va a ser más feliz, va a encontrarle sabor a la vida y seguro hasta más peso pierde”.

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