Mujeres Artesanas Carmeleñas: 15 años de juntanza artesana

En una esquina del parque principal de El Carmen de Atrato está “la casa de las Mac”, como las conocen. Son las Mujeres Artesanas Carmeleñas, y desde 2008 encontraron en la marroquinería una opción para generar ingresos económicos. Pero, sobre todo, lo que han encontrado en este trabajo, es independencia y juntanza femenina.

Eucaris Ramírez, artesana, es de la vereda Guaduas y vivió allá hasta que se tuvo que desplazar a causa del conflicto armado. Era modista, así que siempre tenía trabajo por hacer. Sin embargo, en su casa sufría violencia machista por cuenta de su pareja de entonces. “A mí no me da pena, yo lo viví, pero siempre que usted tenga como mantenerse no tiene porque aguantar porque el otro tenga la plata. Uno tiene que salir adelante por su propio medio”, dice.

Pensando en expandir ese mensaje, han puesto a la orden la casa para distintos talleres sobre violencia de género y otras capacitaciones. Aunque no ha sido sencillo. “Comenzando era muy difícil para las que tenían sus esposos, porque no lo veían como venir a trabajar, sino que ellas tenían que estar era en la casa. Siempre vivieron dificultades. Comenzamos viniendo medio tiempo y luego ya todo el día. Y pues los esposos aceptaron eso”, cuenta Eucaris. El espacio del trabajo también tuvieron que conquistarlo en sus familias. 

Las mujeres artesanas están ahí porque les gusta, “porque nacimos con ese arte”, dice Eucaris. Pero no ha sido fácil. Pueden pasar dos meses sin vender nada. Cuando comenzaron eran 15 mujeres, pero el gran esfuerzo que debían hacer no necesariamente se veía reflejado en dinero, por lo que muchas se salieron. Hoy quedan seis. Hacen billeteras, bolsos, correas y llaveros, todo a mano, y lo venden en el mercado local, pero también en Quibdó, donde gusta su técnica y color.

Por eso lo que piden es que desde la administración municipal hagan gestiones para impulsar su trabajo y sus ventas. “Si eso fuera posible, pues nosotros daríamos más empleo”, explica Eucaris Ramírez.

Muproca, una iniciativa por las mujeres víctimas

Cuando la organización Mujeres Productoras de Cárnicos (Muproca) empezó, en 2016, 20 mujeres llevaron sus propios cuchillos y tablas para picar las verduras. La producción del chorizo carmeleño, que fue lo que las llevó a unirse a la idea de María Eugenia Laverde, entonces gestora social del municipio, implicó trabajar sin recursos y con lo que tenían a la mano.

María Eugenia recuerda que llegó al cargo con la intención de sacar un emprendimiento adelante. “Las mujeres manifestaban que estaban sin empleo, que no tenían para darles el estudio, la ropa a los hijos o llevarles comida, entonces a mí eso me empezó a atormentar, porque mi mamá vivía un proceso así con nosotros cuando éramos pequeños, pasó muchas necesidades.Yo me imaginaba que estas muchachas también estaban viviendo lo mismo”, explica.

Sin recursos, pues afirma que como gestora social no tenía asignado un presupuesto, convocó a las mujeres víctimas del conflicto para que empezaran a emprender juntas. Ahumaban el chorizo en un fogón improvisado, los empacaban en bolsas plásticas y lo vendían a la gente del pueblo, “pero las ventas eran muy escasas, porque acá hay mucha gente que hace chorizo y es un pueblo pequeño”, dice María Eugenia. “Entonces dijimos: ¿por qué no ofrecerle a la mina? Porque allá pues tienen cantidad de empleados. Hicimos una propuesta y la llevamos, les dimos una degustación de chorizo, les gustó y ellos son los que nos han venido apoyando desde el año 2017”, agrega. Con ese apoyo han podido mejorar sus condiciones: sacaron el registro INVIMA y la mina las dotó de maquinaria para hacer mejor el trabajo.

El dinero, aunque lo dividen equitativamente, sigue sin ser mucho, y por eso ya solo hay cinco mujeres en la organización, dos de ellas son adultas mayores. El objetivo es que el emprendimiento crezca y tengan la posibilidad de enviar el chorizo carmeleño a otras ciudades de forma constante y no esporádica como ha sido hasta ahora.

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Mujeres Construyendo Porvenir: un trabajo remunerado para las madres cabeza de familia

Marisbey Correa crió a sus tres hijos como madre cabeza de hogar, y por eso siempre pensó en formas de hacer compatible el trabajo de cuidado con otro trabajo remunerado. Pensó en hacer velas, traperos y hasta detergentes artesanales, pero después de analizar y desechar estas ideas entendió que a su alrededor tenía una mejor opción: las frutas que se producen en el municipio. Así que optó por procesarlas y convertirlas en pulpas.

Comenzó sin plata, pero con convicción. Invitó a madres cabeza de hogar que conocía y logró juntar 15. Pidió plata prestada, registró la organización ante la Cámara de Comercio y empezó. Tenían una licuadora, una pesa de reloj y una vela y una sierra para sellar las bolsas. “Empezamos empíricamente”, dice Marisbey.

En los tres años y medio que llevan trabajando han contado con el apoyo de la mina, que les compra las pulpas para la comida de los trabajadores. Además, en el pueblo las conocen y comercializan sus productos tanto con supermercados como con familias comunes. Para su fundadora, lo más importante es que la microempresa se ha convertido en el sustento de las ocho mujeres que continúan trabajando allí. Es su posibilidad de independencia económica.

“Hay muchas mujeres que pueden tener un esposo o un compañero en la casa, pero el machismo sigue y entonces dicen: no, ellos no son hijos míos. A mí no me corresponde llevar un arroz ni levantar a sus hijos. Entonces las mujeres tienen que trabajar siempre. Estos emprendimientos son muy importantes para que las mujeres puedan tener su independencia. Son madres cabeza de hogar que pagan arriendo, que tienen que comer, dar el estudio a sus hijos, el vestido, la medicina”, explica Marisbey.

Para ella, es claro que las mujeres carmeleñas necesitan oportunidades de empleo y no promesas vacías de campañas políticas, porque “en el momento de que llegan al poder se les olvidan verdaderamente las necesidades de estas mujeres”. Su sueño es que Mujeres Construyendo Porvenir se convierta en una empresa con más capacidad que pueda aportar al desarrollo de las carmeleñas.

Jeraldin, la única mujer minera de El Roble

Jeraldin Monsalve es carmeleña e ingeniera junior del área de minas de Miner S.A. Hizo sus prácticas profesionales en la empresa y se quedó. Cuando habla de su trabajo, se le escucha la emoción. Habla de mezclas de concreto, del laboratorio de relleno y de máquinas con propiedad. Actualmente, es la única mujer que trabaja en la mina por fuera del área administrativa o en labores de apoyo, aunque no es la primera.

En los últimos años, la presencia de las mujeres en la empresa ha aumentado. “No había gente capacitada en el pueblo para ejercer estos cargos, pero la gente se ha ido preparando”, afirma. Para ella, es clave que la mina pueda abrirles las puertas a la población carmeleña y especialmente a la femenina, porque les da la posibilidad de “estar con la familia y en el pueblo, donde la vida es más económica. Tenemos la posibilidad de crecer, aprender y tener una economía mejor”.

Sin embargo, es consciente de que mientras no haya posibilidades de educarse, la situación no cambiará mucho. “La única solución es la educación. Podemos mejorar esa situación de maltrato, machismo, de mujeres que no ven una solución, dándoles la oportunidad de aprender”. Para ella esto podría pasar si llevan al pueblo opciones de estudio técnico, tecnológico y profesional.