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La IA evoluciona más rápido que ningún otro desarrollo humano; más que perseguirla hay que alcanzarla
La inteligencia artificial (IA) ya no es cosa del futuro, está en medio de nosotros y no hay ninguna marcha atrás. Es hora de asimilar que más que aceptarla per sé, hay que entenderla y usarla como una herramienta que ayude a agilizar procesos mecánicos, pero cuidado: para los medios significa el reto de la ética y la transparencia.
Desde siempre la tecnología ha impulsado el desarrollo de los medios de comunicación, así como cada evolución ha impulsado a otra en dificultades: la televisión por el internet, la radio por la televisión, la prensa por la radio, entre otros, pero el internet no volverá a ser el mismo con la llegada de la IA, y mucho menos los medios tampoco.
Estamos en medio de otra revolución industrial, esta vez en un entorno de automatización de procesos digitales, y la aceleración exponencial de la correlación de datos e información. Por una parte, esta sería una era dorada para la verificación de datos; pero también la abrumadora cantidad de contenidos sesgados o alterados para reforzar intereses políticos, económicos, incluso personales, del contrario.
Hay múltiples herramientas de IA para los medios que crean contenido de volumen a partir de datos estructurados y fuentes abiertas como por ejemplo la que desarrolló Pulzo.com para alertar sobre actividades sísmicas en Colombia a partir de los informes del SGC. En este caso, la automatización se basa en datos precisos y compone textos que guardan una estructura editorial y no requieren supervisión periodística, pero sí técnica.
A partir de este punto, todos los contenidos que sean creados con Inteligencia Artificial Generativa, como ChatGPT, Dall-E, Claude, Gemini, Meta, Grok, DeepSeek (la IA China, con la que mejor tener algo de precaución), entre muchas otras, le transfieren al periodista la obligación de hacer comprobaciones profundas sobre la fuente y su veracidad, que corresponde al plano ético, pero, por otro lado, usar estas mismas herramientas para acelerar y optimizar sus producciones, pero solo como eso: herramientas.
Ejemplo de lo anterior, es la capacidad que tiene la IA para transcribir con alta precisión, comprensión del lenguaje, modismos, hasta ‘slang’, desde y hacia cualquier idioma. Lo que antes le tomaba la periodista horas, incluso días, ahora puede pasar en minutos.
Y uno más. ¿Se imaginan poder cargar en una IA como NotebookLM de Google hasta 50 documentos en PDF, imágenes, apuntes escritos a mano, audios, videos, y pedirle que haga correlaciones y comprobaciones entre todos? Es como subir todos los borradores de una ley que se discute en el Congreso, que pueden ser 8 o 10, cada uno de 800 páginas, y que encuentre en segundos cualquier cambio en la redacción o el sentido.
Pero toda esta genialidad que, según los expertos, se está desarrollando exponencialmente a velocidades que los humanos no podemos comprender, sí requiere y exige que se reglamente globalmente y exista una gobernanza clara para evitar que el avance de una innovación pueda suponer un riesgo para la seguridad o la vida. En Colombia, la regulación sobre IA aún está en construcción.
El MinTIC y MinCiencias trabajan en normas éticas que guíen su uso, pero podríamos ir un poco más rápido, no en adopción como ha exigido el gobierno, sino más en entender esa reglamentación.
Además, a nivel mundial, la UNESCO en esta guía ya viene trabajando con recomendaciones para que el sector privado y público lo usen de forma responsable y alineado con los propósitos de desarrollo de la humanidad.
En el entretanto, estas son algunas herramientas que podrían contribuir para que los periodistas asuman el uso de estas nuevas tecnologías desde la creatividad, eficiencia, pero sobre todo, éticamente, porque se trata de que las audiencias, los usuarios, puedan reconocer con absoluta transparencia el uso de ellas: Copy.ai o Jasper, y si se trata de periodismo de datos, la prueba estaría en Datawrapper que facilita visualizar información compleja.
Para finalizar esta opinión, lo de resaltar es el hecho de que los medios se pongan en línea con los intereses de sus audiencias y ofrezcan información y contenido de valor publicado en los sitios y canales donde estén las personas, en los actuales y futuros y que se llegue a ellos con oportunidad.
Del lado de los periodistas, es que estas herramientas no pueden ni deben reemplazar su autenticidad y sentido crítico e investigativo, su mirada de la realidad desde lo local, de lo que percibe con sus sentidos y que siempre estará lejano de las máquinas.
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