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Pocas cosas son tan deseadas como un abdomen liso, sin inflamaciones ni abultamientos. Toma nota de estos consejos y ponlos en practica disciplinadamente.
¡No fallarán!
Estás frente al espejo y te gusta todo, menos esa barriga prominente y esos dos gorditos laterales que se asoman a la atura de la cadera. Si bajas de peso, se irán, pero también se esfumará la grasita que se ha posado en las nalgas y las bubis y que no quisiéramos perder.
¿Cómo hacer, entonces, para deshacernos del vientre y el torso relleno? El camino fácil nos conduce a una liposucción, pero si eres paciente y constante podrás lograrlo por ti misma.
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Soy mamá de dos niños que llenan mi vida de todo lo que necesito para continuar, sin importar las dificultades. Gocé de salud en mis dos embarazos, noté como el pelo tomó vida propia, dejó de caerse y brilló como nunca más en la vida volverá a brillar, comí por dos, le di rienda suelta a mis antojos de chocolate y no entrené ni un solo día. En el primero, porque, honestamente, me dio pereza y en el segundo porque tenía una restricción médica.
Les mentiría si les digo que quedé como un barril con piernas. Pero, sin duda, esas dos veces en las que me vi tan inflamada, tan flácida, tan estropeada han sido mis más grandes motivaciones para querer recuperar la disciplina, volver a comer equilibrado y hacer ejercicio. No me gusta sentirme incómoda con mi cuerpo. Para muchos será superficialidad, para mí es felicidad.
El problema es que algunas se quedan en la inconformidad y no pasan de renegar sobre sus cuerpos. Los hijos, la edad y la falta de tiempo son solo excusas que nos impiden encontrar nuestras mejores versiones. Vernos como queremos solo depende de nosotros y echarles la culpa a terceros no son más que pretextos que nos alejan de nuestro objetivo.
Claro, esto cambia si tienes una condición médica que te obliga a estar sedentario, a tomar medicamentos inflamatorios, entre otras cosas. Pero si estás sano y de verdad quieres un torso y un abdomen ceñido pon en práctica estos consejos que, en 12 semanas, te mostrarán que valió la pena cada esfuerzo. Una vez notes el cambio, volver atrás no será una opción.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que tenemos dos tipos de grasas y que cada una se comporta de manera diferente. La primera, es la grasa subcutánea y está presente en todo el cuerpo, entre la piel y los músculos. Su grosor varía, porque genéticamente estamos diseñados para almacenar más grasa en unas zonas que en otras y forma pliegues que se pueden pellizcar en lugares como el abdomen, la espalda, la cadera y debajo de los glúteos. En pocas palabras son las llamadas ‘llanticas’ o ‘llantotas’, dependiendo del volumen.
La visceral, por su parte, se almacena alrededor de los órganos viscerales: intestino, corazón, hígado y riñones, entre otros. No se puede pellizcar porque se encuentra debajo de la grasa subcutánea pero, dependiendo de la cantidad, sí hace que nuestro cuerpo tenga una figura abultada y redondeada. ¿Recuerdas la conocida ‘barriga cervecera’ que es protuberante, dura y no forma pliegues? bueno, así es como luce.
Según los especialistas, esta grasa, en gran medida, está determinada por nuestros genes, es peligrosa porque libera sustancias que incrementan los problemas inflamatorios y aumenta los riesgos de enfermedades cardiovasculares. Además, es más compleja de reducir que la grasa subcutánea y si se tienen las dos, habrá que contar con el doble de paciencia y perseverancia para acabar con ellas.
Por otra parte, es fundamental tener claro que es imposible adelgazar solo una zona determinada. La perdida de grasa se da de manera integral, pero sí hay algunas cosas que podemos hacer para que nuestro abdomen luzca menos inflado y más definido.
Si bien el ejercicio es importante, el 80 por ciento de la efectividad en un plan para adelgazar depende de la alimentación. Y no se trata de pasar hambre o quitar abruptamente los carbohidratos de la ingesta, porque ambas cosas pueden causar descompensaciones, alteraciones hormonales y desgaste muscular, sin contar con que es el camino más seguro para fracasar y tener un atracón de comida.
Los extremos son perjudiciales y este caso no es la excepción. Una vez tenemos focalizado el objetivo (perder grasa, especialmente abdominal) debemos armarnos de paciencia y perseverancia para seguir la estrategia que está dividida en varios puntos:
Estos contribuyen al óptimo desempeño de nuestro organismo. Entre los más comunes se destacan la quínoa, el mijo, el arroz y la pasta integral, entre otras.
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Su consumo mejora el ambiente hormonal y ayuda a controlar los niveles de insulina, pero son altos en calorías por lo que es indispensable cuidar las porciones.
Dentro de las recomendaciones de los profesionales de la salud están las semillas y frutos secos (30 gramos), el aguacate (120 gramos), el aceite de oliva (1 cucharada) y las aceitunas (25 gramos), por mencionar algunos ejemplos.
Más allá de la hidratación, el agua contribuye a eliminar los desechos a través de la orina, las evacuaciones intestinales y la transpiración; ayuda a mantener la temperatura corporal normal, lubrica y amortigua las articulaciones, protege los tejidos sensibles y hace que la oxidación de las grasas sea mucho más eficiente.
Aunque hay controversia sobre la cantidad que debemos consumir diariamente, según Las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina lo ideal es que una mujer beba alrededor de los 2,7 litros y los hombres 3,7 litros. Esto incluye el líquido proveniente de otras bebidas y de los alimentos.
Obvio, quien diga que puede bajar de peso y mantenerse sin tener actividad física constante es un mentiroso. Hay metabolismos privilegiados, pero esas son excepciones a la regla. Debes hacer ejercicio si quieres tener un cuerpo armonioso, saludable y curvilíneo. Mis preferidos, para ver resultados en menos tiempo son los entrenamientos de alta intensidad y los biométricos.
En ambos, la idea es perder el confort por completo, al límite de fatigarte hasta no poder hablar normalmente. ¿Por qué? porque cuando entras en este estado estás quemando grasa de verdad.
No soy amante del té, pero he podido sentir los beneficios de esta bebida que ayuda a la relajación del cuerpo, contribuye a nivelar el azúcar en la sangre, es rico en antioxidantes, entre otros beneficios. No creas que esto lo vas a comprobar desde la primera taza. Lo ideal es que se convierta en un hábito para que puedas sacarles provecho a sus propiedades. Yo lo bebo al menos 2 veces al día.
Tengo muchas personas cercanas que lo consumen y hablan de las maravillas que hace en sus cuerpos. El mejor es el que no ha sido filtrado, ese que tiende a verse turbio. Yo les confieso que no pude con él. No lo soporto. El solo olor me da náuseas, pero he leído mucho sobre sus virtudes como, por ejemplo, que ayuda a bajar el índice glucémico, mejora notablemente la apariencia del pelo y la piel, entre otras cosas.
Como habrás escuchado la sal hace que retengamos líquidos y nos veamos inflamados. Yo la reemplacé hace varios meses por la sal rosada y, aunque tiene muchos beneficios, también es importante controlar su consumo.
¿Por qué? Tienen una gran tendencia a generar gases, especialmente los polialcoholes. Mi forma más sencilla de identificarlos en la etiqueta es por su terminación: ‘itiol’: manitol sorbitol, xilitol, eritritol, etc. Además, es muy común encontrarlos en los productos ‘sugar free’.
Algunos de ellos son: las legumbres (habas, alubias, garbanzos, lentejas y guisantes), verduras (col, coliflor, lechuga, repollo, alcachofas, acelgas, pimiento, pepino, espárragos y espinacas) y las bebidas con burbujas.
Esos no solo inflaman, son especialistas en hacernos adictos generándonos innumerables daños a mediano y largo plazo. En la actualidad todo tiene un sustituto perfecto para quienes quieren un estilo de vida más sano, úsalos y acostumbra a tu paladar a los sabores de lo natural.
No importa que sea ‘sugar free’. Al masticar de manera repetida y prolongada es inevitable tragar aire y eso hace que se genere una distensión abdominal.
Hay alimentos que nos caen pesado, por más saludables que sean. Existen diversas pruebas para lograr determinar con exactitud la predisposición de nuestro cuerpo con respecto a lo que ingerimos. Sin embargo, una forma sencilla de hacerlo es anotar lo que comemos y estar atentos a las reacciones que nos generan.
Es inevitable que con el transcurso de las horas nuestro vientre tienda a inflamarse debido, principalmente, al proceso digestivo. Ese abdomen eternamente plano es ficción, no te comas el cuento.
Y, finalmente, recuerda que los cambios ¡wauuu!, los que te dejan boquiabierto no se evidenciarán antes de las 12 semanas. Esto, contando con que realmente apliques cada uno de los puntos mencionados.
Si lo haces, atrévete a enviarnos una foto a @loamehealthymarket. Nada es tan motivante como ver en personas comunes los resultados de un buen trabajo.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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