Le voy a dar en la cara...

Nación
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El país ya entró en la reforma constitucional del Talión: en la calle impera la fuerza para resolver los conflictos.

Tomarse la justicia por las propias manos y ejercerla, ojalá sin consecuencia, es una necesidad humana, como la de orinar por cualquier parte o tomar de donde sea lo que requerimos para comer. Necesidades todas que tenemos que aprender a controlar.

Al mundo le gusta llamar a la venganza justicia. La sentencia del caso Colmenares nos trajo un titular más.

Colmenares indicó que ha “traicionado su idiosincrasia (Guajira)” por querer “llevar de manera civilizada este caso ante la Justicia”. “Si esto hubiera sucedido en Villanueva, al día siguiente se habría resuelto”.

¿Será que se refiere a la justicia indígena o al Juzgado Primero Promiscuo Municipal de Villanueva? No. Se refiere a tomar la sangre y vengarla con más sangre, dar dolor al que lo infiere, muerte al que la provoca. Un comportamiento que se justifica en el sufrimiento, pero que no podemos aceptar.

No me refiero a una ausencia de solidaridad ante la tragedia – que tiene que estar medio muerto el que no se apiade de la situación que le pasó a dicha familia- sino que como colectividad tenemos que mantener esa solidaridad en el ámbito emocional y que no se permita que la victima u otro lo conviertan en una acción, que haga algo que no está autorizado a hacer.

El país ya entró en la reforma constitucional del Talión, en la calle impera la fuerza para resolver los conflictos, nuestra justicia lenta y corrupta no ayudó, y las personas hacen lo que consideran justo ante la mirada solidaria de los demás. Porque es cierto que la mayoría acepta o coopera en la golpiza “modulada” a un ladrón cuando es sorprendido.

El problema es que sin límites cualquiera se hace leyes a la imagen y semejanza de sus propias acciones, si es un tramposo, acepta trampear, si es violento acepta violentar y así defiende lo que para sí es justo.

Se ven vendedores ambulantes defendiendo una esquina.

Cocaleros su derecho a plantar.

Padres, su poder para que sus hijos trabajen sin estudiar.

Contrabandistas, su mercancía.

Es cierto que la justicia es lenta y que la reparación es letra muerta en el Código Penal y en la vida misma, pero eso no autoriza la retaliación, es imposible vivir en un país en el que la gente justifica el daño que hace, con el daño que le hicieron.

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