La Picota, a la carta: el restaurante 'gourmet' que funcionaría dentro de la cárcel

El pasado 18 de mayo se informó de un sorpresivo hallazgo en la cárcel La Picota de Bogotá. En decenas de cajas fue descubierto un millonario domicilio que pretendían ingresar a uno de los pabellones de máxima seguridad del penal, donde se encuentran los reclusos que tienen la condición de extraditables. 

Según Caracol Radio, el Inpec habría tenido conocimiento de lo que se iba a planear en el penal. La cadena radial tuvo acceso a un documento, con fecha del 12 de mayo de 2022, en el que se informó a la coordinadora de Policía Judicial del instituto de las irregularidades con las que pretendían ingresar 116 cajas con ostentosos mercados. 

En el interior de estos elementos fueron encontrados kilos de pescado congelado, frutas, champiñones, salchichones, leche, pasta, arepas, chocolate, gallinas crudas, quesos, enlatados, jamones, hamburguesas de una marca reconocida, costillas, cazuelas de mariscos, chicharrones y hasta en una se llegó a descubrir carne de mico. 

Según reveló la Revista Semana, este hecho no se trata simplemente de un hallazgo, sino la prueba de un restaurante VIP que funciona dentro del pabellón de extraditables del penal y cómo si fuera poco otros presos con delitos menores son los que atienden este lugar, algunos como meseros y otros como cocineros.

De acuerdo con el citado medio, el pasillo de alta seguridad tiene como huéspedes a narcotraficantes, cabecillas de peligrosas organizaciones y detenidos de alto perfil que son los principales clientes del restaurante y se sientan en las mismas mesas custodiadas por el Inpec. Este negocio gastronómico sería financiado por los mismos delincuentes. 

Sumado a ello, también se reveló que estos alimentos están ingresando desde hace más de un año a La Picota, ya que cuando la pandemia estaba desatada en el país, los reclusos de la mano de fundaciones, lograron  convertir la emergencia del COVID-19 en la excusa perfecta para ingresar los ingredientes de una cena de lujo. 

Dichas fundaciones obtenían los permisos, llevaban los alimentos al rancho del pabellón y de ahí a la mesa de los clientes. Todo con el pretexto de evitar un riesgo de contagio entre los reclusos.