Democracia en Colombia permite que un exguerrillero sea comandante supremo de las FF. AA.

Nación
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Por:  Redacción Nación
Actualizado: 2022-08-06 10:49:32

La paradójica situación que tendrá lugar este 7 de Agosto es reflejo de lo saludable que es la República en el país como forma de organización del Estado.

Nadie puede discutir ni poner en duda el triunfo de Gustavo Petro y sus propuestas de gobierno en las pasadas elecciones presidenciales. Obtuvo 11’300.000 votos y eso le dio las llaves de la Casa de Nariño. Pero él no fue el único ganador. Por encima del Pacto Histórico y su esfuerzo por llevar al poder a líder de izquierda, la gran vencedora y la que salió fortalecida fue la democracia.

Después de un poco más de 200 años de vida como república —forma de organización del Estado en la que la máxima autoridad es elegida por los ciudadanos, y que tiene como fines fundamentales el interés común, la justicia y la igualdad, entre otros valores supremos—, Colombia dará este domingo 7 de Agosto quizá la mayor muestra de su madurez como nación: por primera vez, tomará el poder un político antiestablecimiento, que además se alzó en armas contra el Estado.

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El ascenso de Petro no solo pone en entredicho la lucha armada para acceder al poder, un camino en el que han perecido muchos, sino que también constituye la prueba ácida para demostrar la vocación democrática de las Fuerzas Militares y la Policía del país. Los uniformados hoy, después de haber visto y perseguido a Petro como un enemigo hace décadas, deberán rendirle honores, saludarlo y comenzar a obedecer sus órdenes.

Petro, según ha dicho él mismo en diferentes oportunidades, no participó en las acciones más espectaculares que ejecutó el Movimiento 19 de Abril (M-19), al cual ingresó cuando tenía 18 años, ni conoció a su máximo líder, Jaime Bateman Cayón. Pero sí fue encarcelado y torturado; y, después de que ese grupo se desmovilizó en 1990, empezó a participar en política, aunque con el estigma de “guerrillero”.

Las primeras referencias sobre la existencia de militares las tuvo Petro cuando era un niño: primero, y así lo cuenta en su libro ‘Una vida, muchas vidas’, al leer ‘El coronel no tiene quién le escriba’, de Gabriel García Márquez (también influyeron en él ‘Cien años de soledad’ y ‘La hojarasca’); luego con las figuras de plástico de soldados romanos que le regaló su mamá (y que aún conserva), y más tarde con las patrullas militares en las calles de Zipaquirá por el toque de queda decretado al final del día de las elecciones de 1970: el 19 de abril.

En 1978, año en que Petro dice que ingresó al M-19, ya debió tener otra idea de los militares, pues su decisión implicaba que se declaraba en rebelión, que combatiría al Estado y que sabía que se situaba del lado opuesto de las Fuerzas Armadas, es decir, del lado de sus enemigos.

Ese mismo año, la organización insurgente ejecutó una de las acciones más conocidas y más humillantes para los militares (en realidad, cada éxito de cualquier movimiento rebelde termina siendo una vergüenza para las autoridades): la operación Ballena Azul, en la que se robaron 5.000 armas del Ejército en el Cantón Norte de Bogotá. Por estar recién ingresado, Petro no debió ni tener idea de ese golpe.

Las armas fueron recuperadas después, pero el honor militar quedó lacerado. Cosas como esa y, en general, todas las cicatrices que ha dejado en las tropas la lucha contrainsurgente, sumadas a su doctrina, hicieron que en el estamento castrense se acrecentara un sentimiento no solo contra todo lo que oliera a M-19, sino contra lo que tuviera un tufillo de izquierda, comunista o revolucionario.

Por qué Gustavo Petro es comandante de Fuerzas Armadas

Hoy, en una de esas paradojas que ofrecen la vida y que se dan gracias a la democracia, Petro, al posesionarse como presidente, también tomará el mando de las Fuerzas Armadas. El Artículo 189 de la Constitución establece que ahora le corresponde, como jefe de Estado, jefe del Gobierno y suprema autoridad administrativa, entre otras funciones, “dirigir la fuerza pública y disponer de ella como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República”.

Además, en el ámbito militar, Petro también debe, por mandato constitucional, “conservar en todo el territorio el orden público y restablecerlo donde fuere turbado; dirigir las operaciones de guerra cuando lo estime conveniente”, así como defender “la independencia y la honra de la Nación y la inviolabilidad del territorio; [y] declarar la guerra con permiso del Senado, o hacerla sin tal autorización para repeler una agresión extranjera”.

Así, en la línea de mando de las Fuerzas Militares, desde este domingo a las 3:00 de la tarde, a Petro le responderán (como a cualquier presidente, claro) el ministro de Defensa, el comandante general de las Fuerzas Militares, y los comandantes de la Armada Nacional, la Fuerza Aérea y el Ejército, así como el propio jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares. Y hasta cuando la Policía pase a hacer parte del aún por crear Ministerio de la Paz y la Convivencia, el director de esa institución también le debe obediencia.

Además de ser un mandato constitucional, el presidente asume el mando supremo de las Fuerzas Armadas por otra razón: “Una intención de darle la posibilidad del control de las Fuerzas Armadas y de que se sepa que es quien ocupa ese cargo quien tiene la dirección y es la máxima autoridad con respecto al uso de las armas en el país”, explicó en Señal Colombia, en abril pasado, Gonzalo Ramírez Cleves, profesor de la Universidad Externado de Colombia y doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.

“Las fuerzas militares funcionan jerárquicamente, y eso hace que sea el presidente quien toma las decisiones de la fuerza pública y no otra persona que haga parte de la sociedad, pues solamente el presidente tiene esa potestad”, explicó Ramírez Cleves en ese canal.

(También puede leer: Senador estadounidense presentó proyecto en su país para cortarle chorro a gobierno Petro)

Este domingo 7 de Agosto, de acuerdo con el protocolo (Decreto 770 de 1982), la ceremonia de transmisión de mando comenzará cuando el presidente electo Petro se haga presente en la esquina suroriental de la Plaza de Bolívar, acompañado de su esposa y familia, una comisión del Congreso y los oficiales entrantes de la Casa Militar. En ese momento se le rendirán los primeros honores militares.

Y después de que, en el Salón Elíptico del Capitolio, Petro tome juramento y pronuncie su discurso de posesión luego de la intervención del presidente del Senado, Roy Barreras, el nuevo jefe de Estado, su esposa y su comitiva abandonarán el recinto e irán a la Plaza de Bolívar, donde un destacamento de las Fuerzas Militares le rendirá honores reglamentarios. Enseguida, irá al Palacio de Nariño en medio de una calle de honor del Batallón Guardia Presidencial.

La democracia colombiana y los valores republicanos (y sus electores, por supuesto) elevaron a Petro a la dignidad de presidente de Colombia y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, principal garantía para que dirija los destinos del país durante los próximos cuatro años, al cabo de los cuales, la misma democracia y los valores republicanos deberán propiciar un nuevo relevo. En ese punto quedará a prueba el verdadero talante de Petro y su real peso y vocación democrática y civilista.

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