¿Gustavo Petro a la cárcel? Tesis de Gustavo Bolívar muestra un petrismo sin propuestas

Nación
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Escrito por:  Fredy Moreno
Actualizado: 2025-06-23 15:10:57

El precandidato Gustavo Bolívar busca mover las bases petristas apelando a sus sentimientos, con una hipótesis sustentada en argumentos más bien endebles.

Gustavo Bolívar, quizás el candidato del petrismo con más opciones para disputar las elecciones presidenciales en 2026, según las encuestas —así no le suene tanto al presidente Gustavo Petro, que preferiría a figuras más aglutinantes como un Roy Barreras—, acaba de lanzar una hipótesis que estremece hasta los tuétanos a las bases del petrismo: la idea de que su líder termine preso. “¿Petro a la cárcel?”, escribió Bolívar en X este domingo, y ‘explicó’ en un video “por qué no es una posibilidad lejana, si la derecha gana en 2026”.

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Para sustentar su presunción, el precandidato del Pacto Histórico comparó los casos de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Cristina Fernández en Argentina, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, todos los cuales, según Bolívar, tienen el común denominador de que “han sido procesados por la derecha cuando regresaron al poder”. También dice del expresidente boliviano que, si bien solo es acusado, está en el exilio, lo mismo que el expresidente ecuatoriano, aunque este sí ya condenado a ocho años.

“Pues nada distinto le puede ocurrir a nuestro presidente Gustavo Petro si regresa la derecha en 2026”, advierte Gustavo Bolívar en su trino. “Estoy seguro que van a venir por la venganza porque les ha acabado muchos negocios […]. Esa venganza contra Petro está pendiente y estoy muy seguro, lo pueden confirmar en unos años, que si regresa la derecha nosotros vamos a tener que estar defendiendo a Gustavo Petro, le va a tocar exiliarse porque lo van a perseguir, le van a buscar la caída por donde sea. Así que este es un llamado de alerta. A Gustavo Petro le puede correr la misma suerte que a todos los líderes de izquierda latinoamericanos una vez la derecha retorna al poder”.

Sin embargo, las afirmaciones de Bolívar adolecen de algunas imprecisiones que pueden hacer tambalear su planteamiento puramente efectista. Por ejemplo, no es cierto que Morales esté en el exilio: permanece en Bolívia, especialmente en su principal bastión político, el Trópico de Cochabamba, en donde, en los últimos días, ha tenido reuniones con sus seguidores para tomar decisiones sobre su futuro, pues ha dicho que no abandonará “la batalla” para ser candidato a la presidencia en las próximas elecciones del 17 de agosto, pese a estar inhabilitado.

Además, Morales renunció al cargo en 2019 y lo sucedió por un periodo de escasos meses la derechista Jeanine Áñez Chávez, en cuyo mandato no se abrió ninguna causa contra él. Por el contrario, la justicia comenzó a perseguirlo por el delito de trata de personas agravado durante el mandato del también socialista Luis Arce, antiguo socio político de Morales. Este es un punto muy endeble en el planteamiento de Bolívar.

Tampoco es cierto que, como asegura Bolívar, la suerte de “todos los líderes de izquierda latinoamericanos una vez la derecha retorna al poder” sea la cárcel o un proceso judicial. Tal aseveración la desvirtúan, por ejemplo, los casos de José Mujica en Uruguay, quien fue sucedido por otro político de izquierda, Tabaré Vásquez (una razón que a la luz del planteamiento de Bolívar pudo garantizar que no juzgaran a Mujica), pero a ninguno de ellos dos se le abrió ningún proceso en el gobierno que los siguió, el del derechista Luis Lacalle Pou; y el de Michelle Bachelet en Chile, que tuvo dos periodos en la presidencia (2006-2010 y 2014-2018) y tampoco fue procesada durante los mandatos del derechista Sebastián Piñera, que la sucedió en ambos casos.

Como cualquiera, Gustavo Petro podría enfrentar la justicia si infringe la ley

El petrismo debería encontrar otro tipo de argumentos para convencer a su electorado y asegurar su continuidad en la Casa de Nariño. Por ejemplo, podría ofrecer que si le dan otra oportunidad sacaría adelante —esta vez sí— al menos uno solo de los proyectos férreos que ha planteado el mandatario (tren en Cundinamarca, tren elevado entre Barranquilla y Buenaventura, tren bala en La Guajira, o el tren interoceánico entre Colombia y China), sin, caer eso sí, en la manida excusa de que no los construyó porque no lo dejaron gobernar.

Pero apelar a los sentimientos de las bases petristas, que por ninguna razón quieren ver a su líder tras las rejas, asegurando que el mandatario, por el solo hecho de ser de izquierda, correrá la misma suerte que Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, Fernández en Argentina o Lula da Silva en Brasil si la derecha vuelve al poder en 2026, revela una maniobra maniquea, además de la pobreza de argumentos y propuestas reales que convenzan a sus seguidores.

Lo que hace Bolívar es plantear un silogismo que deben completar las bases petristas: la derecha ha metido presos a líderes de izquierda en América Latina después de sus mandatos; el presidente Petro es un líder de izquierda, luego cuando la derecha vuelva al poder meterá preso al mandatario al acabar su periodo. Y para evitarlo hay que reelegir su proyecto político, ya sea en la persona de Bolívar (preferiblemente, pues él es quien ha declarado públicamente su amor por el jefe de Estado) o en la persona de otra figura de izquierda (preferiblemente del Pacto Histórico).

Quizá Bolívar, a diferencia del presidente Petro, sí esté haciendo una lectura acertada de la realdad y encuentre significativos algunos hechos que dan pistas sobre la situación política del país, como la marcha del silencio, que, claramente, pese a ser convocada para clamar por la salud del senador y precandidato Miguel Uribe Turbay y rechazar la violencia en Colombia, se convirtió, de nuevo, en una expresión de lo que siente ese “pueblo” que no reconoce el presidente Petro; o la baja popularidad que sigue experimentando el jefe de Estado según las últimas encuestas.

Es claro que a un año largo de que termine su mandato, por su escasa ejecución (el presidente acaba de regañar a sus ministros debido a eso), por la grave situación de orden público e inseguridad y por su discurso que ya acusa desgaste debido a la reiteración de lugares comunes (los cien años de soledad de los que no ha podido salir Colombia, la nostalgia por su pasado guerrillero, la división del país en una única dicotomía entre ricos y pobres, la búsqueda de varias maneras de una constituyente pese a haber jurado en campaña que no tocaría la Constitución, y su idea de ser él el único vocero del “pueblo”), el presidente y su proyecto sienten el sol a sus espaldas y sus principales alfiles buscan a toda costa, con argumentos como los de Bolívar, reavivar la llama.

Ser de izquierda no es razón para que un presidente sea procesado y vaya a la cárcel cuando la derecha regresa al poder. De eso pudieron dar fe Mujica en Uruguay, Bachelet en Chile y Morales en Bolivia. Incluso, a Gustavo Bolívar le faltó el caso de Pedro Castillo en Perú, hoy preso no por ser de izquierda, sino por haber intentado un golpe de Estado al querer cerrar el Congreso de ese país. La rama Legislativa del poder público les resulta muy incómoda a los regímenes con visos de autoritarismo.

Si la lógica que busca impulsar Bolívar tuviera asidero, también se podría predicar la tendencia inversa, es decir que los presidentes de derecha son siempre procesados cuando llega al poder un gobierno de izquierda, y aplicaría en el caso de Colombia, en donde hoy el expresidente Álvaro Uribe enfrenta un juicio por presunta manipulación de testigos y soborno. Pero eso nada tiene que ver con que Gustavo Petro sea el presidente. Obedece a que, hasta ahora, en Colombia las instituciones funcionan, hay separación de poderes y la justicia hace su trabajo, como lo tendrá que hacer si se probara que el presidente Petro infringió la ley. Nadie está por encima de ella.

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