Directora del Centro de Memoria murió esperando medicamentos y culpan a famosa EPS

La muerte de Ana María Cuesta León, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, sigue causando conmoción en diversos sectores sociales y políticos del país. Más allá de la tristeza por su partida, su historia ha sacado a la luz una dura batalla que enfrentó contra una enfermedad crónica y un sistema de salud que, según su familia, le falló en momentos críticos.

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¿Qué problemas de salud tenía Ana María Cuesta, directora del Centro de Memoria?

Cuesta, quien falleció a los 39 años en la madrugada del pasado miércoles 11 de junio, padecía hipertensión pulmonar, una condición rara que le fue diagnosticada cuando tenía apenas 19 años. Años más tarde, fue diagnosticada también con lupus eritematoso sistémico (LES), una enfermedad autoinmune que afectaba gravemente sus pulmones y su sistema circulatorio.

A pesar de su delicado estado de salud, la directora nunca dejó de trabajar por la memoria histórica y la dignidad de las víctimas del conflicto armado en Colombia. Desde el 2 de noviembre de 2023 asumió la dirección del Centro de Memoria, una entidad clave para la reconciliación en la capital del país.

Familia de Ana María Cuesta responsabilizó a EPS Famisanar

Pero detrás de su labor ejemplar, se escondía una lucha constante con las Entidades Promotoras de Salud (EPS). Desde 2010, Cuesta tuvo que recurrir a acciones legales para obtener medicamentos esenciales para su tratamiento. Uno de ellos, Ambrisentan, solo le fue entregado tras una tutela, luego de que un comité médico lo negara por su alto costo.

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En los últimos meses, su situación se agravó. Familiares aseguran que desde diciembre de 2024 no recibió Selexipag, otro medicamento fundamental, y desde abril tampoco accedía a Ambrisentan. A pesar de haberlo localizado en una droguería asociada a otra caja de compensación, Famisanar, la EPS encargada de su atención, alegó no tener convenio con dicha institución.

El pasado 9 de junio, Cuesta fue ingresada de urgencia a la Clínica Cardio Infantil. Según sus allegados, pasó casi dos días sentada en una silla, sin recibir atención adecuada, lo que empeoró su condición. “Llegó con los pulmones, el corazón y la vena aorta inflamados”, relató su hermana. Luego de desmayarse, fue trasladada a una camilla, pero no logró recuperarse. Sufrió un paro ventricular del que no pudieron reanimarla.

“La EPS Famisanar le falló a ella, a nuestra familia, pero también al país, a la memoria, a las víctimas, porque ella quería vivir y tenía mucho más para dar”, expresó su prima Lina León Darabos en declaraciones a El Espectador.

La muerte de Ana María Cuesta no solo deja un vacío en la lucha por la memoria y los derechos humanos en Colombia, sino que reabre el debate sobre las deficiencias del sistema de salud, en especial frente a pacientes con enfermedades de alto costo.