El delgado hilo que une los bombardeos de Petro y los de sus criticados Trump y Netanyahu

Nación
Tiempo de lectura: 11 min
Escrito por:  Fredy Moreno
Actualizado: 2025-11-18 07:27:16

Si bien se trata de acciones diferentes, motivadas por objetivos diferentes, en contextos diferentes, los tres están bajo escrutinio por la aplicación del DIH.

Al presidente Gustavo Petro se le armó su propio infierno por utilizar el método de guerra que les critica a sus dos principales contradictores en el mundo: el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu, por lanzar bombas contra el grupo islamista palestino Hamás en Gaza, pero afectando directamente a la población civil, con un especial y cruel impacto sobre los niños; y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por bombardear lanchas en el Caribe señaladas de transportar narcóticos, aunque para el mandatario colombiano se trata de “personas pobres oriundas del Caribe, que realizan ese trabajo para sobrevivir”.

(Le interesa: Exministro que renunció en 2019 por bombardeos señaló a Petro por menores muertos en Guaviare)

El bombardeo que ordenó el jefe de Estado en Guaviare la semana pasada sobre un reducto de las disidencias de las Farc que encabeza alias ‘Iván Mordisco’ no tendría nada de extraordinario si no fuera porque les costó la vida a siete menores de edad. Eso ensució su orden a las Fuerzas Militares en las selvas colombianas, lo mismo que la muerte de inocentes ha enlodado la ofensiva israelí antiterrorista en Gaza, de igual forma que las dudas sobre la verdadera condición de las víctimas de los bombardeos de Trump contra lanchas han manchado su lucha contra el narcotráfico en el Caribe y el Pacífico.

Hay que dejar sentado con claridad que se trata de tres acciones diferentes, motivadas por objetivos diferentes, en contextos igualmente diferentes. El presidente Petro calificó de “desobligante” la comparación que se ha hecho de “los bombardeos a Gaza, al remanso en Putumayo y a los lancheros en el Caribe”. Para el mandatario, “en esos sitios han bombardeado solo civiles desarmados y lo hacen con armas mucho más letales que las que usamos, no es comparable con el bombardeo a las columnas de Mordisco, armadas y en plena ofensiva. En las columnas de Mordisco solo tenían combatientes, y no sabíamos de la presencia de menores”.

Pero las acciones en Gaza, el Caribe y el Guaviare tienen también al menos cinco denominadores comunes: 1) para empezar, técnicamente todas son bombardeos, hay que recordarlo; 2) fueron producto de una orden del comandante supremo de los militares; 3) en las tres sí se emplearon armas letales; 4) las tres están siendo sometidas a un severo escrutinio porque, en criterio de especialistas, constituyen violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) al no considerar los principios de distinción de combatientes y proporcionalidad del uso de la fuerza.

El quinto es que, por los bombardeos que ordenaron, los tres mandatarios buscan a su manera los argumentos que soporten semejantes decisiones y arman corazas con el revestimiento suficiente para aguantar el, valga decirlo, agobiante bombardeo de críticas. En este aspecto, el presidente Petro se subió solo a la picota donde ya están desde hace rato Netanyahu y Trump tratando de responder por lo que hacen.

El que para el mandatario colombiano los bombardeos en Gaza, el Caribe y Guaviare no se puedan comparar no lo exime de una responsabilidad: por su orden perdieron la vida menores de edad. Difícil sostener un argumento que pretenda exculpar a Petro porque en su caso murieron unos pocos niños convertidos en combatientes tras haber sido primero víctimas de reclutamiento por los grupos armados ilegales y condenar a Netanyahu porque en su caso fueron miles absolutamente inocentes. Todos eran niños a los que los actores armados usaron como escudos.

Gustavo Petro bombardeó su coherencia

De personalidades como las de Netanyahu y Trump, abiertamente guerreristas y dispuestas a ir hasta las últimas consecuencias en acciones militares, se podría decir que no extraña que hayan ordenado bombardear. Se acusa al primer ministro israelí de llevar su acción a tales niveles de exterminio que se ha calificado de genocidio, y al mandatario estadounidense, en su afán de consolidarse como el ‘sheriff’ de la región, de cometer ejecuciones extrajudiciales.

Pero en el caso del jefe de Estado colombiano, por su discurso a favor de la humanidad (que incluso lo llevó en Nueva York a pedirles, megáfono en mano, a los militares estadounidenses que desobedecieran a su comandante supremo, el presidente Trump), y por sus críticas constantes contra Netanyahu y Trump por matar inocentes, la orden de bombardear un contingente guerrillero en el que había menores de edad constituye un verdadero tiro en el pie, un bombazo a su coherencia, lo que en cualquier parte del mundo tiene un ineluctable costo político. En su caso, como en el de los dos mandatarios a los que acusa, la orden que dio provocó la muerte de menores de edad.

Quizá el terreno en donde más se ataca al presidente Petro no sea el de la legalidad y legitimidad del bombardeo (él y su ministro de Defensa, Pedro Sánchez, han sostenido que los menores eran combatientes en acción ofensiva y que su edad no es factor de protección del DIH), que, en todo caso, será un escenario de candente discusión. La arena en donde está siendo más confrontado el mandatario es la de su coherencia. ¿por qué critica la muerte de civiles, especialmente niños, en los bombardeos de Israel contra Hamás? ¿Por qué vio ilegal e ilegítimo el bombardeo que ordenó su antecesor Iván Duque, en el que también murieron menores de edad, pero ve correcto el que él mandó ejecutar?

En su defensa, el presidente Petro ha construido lo que en retórica se denomina la falacia del falso dilema o falsa dicotomía, en la que un argumento limita las opciones solo a dos, cuando en realidad hay más alternativas para no simplificar de manera excesiva una situación compleja. Primero lo ha expuesto de una manera particular. Le ha dicho al país que no tuvo otra alternativa que bombardear pues, si no lo hacía, corrían un riesgo inminente las vidas de 20 soldados. Así, o era la supervivencia de esos militares o la de los integrantes de las disidencias señalados como blanco legítimo. Y también de una forma más general: si no se bombardea, los grupos armados reclutan más niños.

En sus palabras: “[…] las columnas de los narcos van por la selva y no son visibles para saber edades, no hay planificación de semanas, la iniciativa la toman las fuerzas de Mordisco que deciden marchar al norte y son detectados. Solo había la alternativa de usar 20 soldados para emboscar 150 integrantes del grupo armado narco en el camino, se [sic] que esa alternativa no elimina la posibilidad de niños combatientes que mueren, agrega la posibilidad de una acción de contra emboscada que podría envolver a los 20 soldados sin que tuviéramos otra opción que el bombardeo”.

Falta la inteligencia militar que Petro ha debilitado

Pero, desde la perspectiva de la Defensoría del Pueblo, sí pudo haber otras alternativas, tantas como las que quepan en una afirmación y una pregunta de la defensora, Iris Marín. Al haber más posibilidades se rompe el falso dilema, se diluye la presunta dicotomía insalvable en que se sitúa el mandatario para justificar su decisión.

La afirmación de la defensora del pueblo es que “las Fuerzas Militares deben adoptar todas las precauciones factibles para proteger a los menores de edad que, aun cuando hayan sido reclutados para participar en las hostilidades, conservan una protección reforzada derivada de los principios de humanidad, precaución, necesidad militar, así como el interés superior de la niñez. Estos principios obligan a evaluar cuidadosamente los medios y los métodos de guerra para evitar daños desproporcionados o innecesarios”. Y la pregunta: “¿Podían haberse empleado otras modalidades de operación militar capaces de alcanzar la misma ventaja militar con un daño significativamente menor?”.

La defensora del pueblo no lo menciona abiertamente en su intervención cuidadosamente institucional, pero con sus palabras deja claro que el bombardeo habría estado huérfano de una capacidad militar que el Gobierno del presidente Petro ha debilitado paulatinamente: la inteligencia. Sin ella no se pueden tomar “todas las precauciones factibles” que reclama Marín, tampoco es posible “evaluar cuidadosamente los medios y los métodos de guerra” ni se pueden calcular y considerar “otras modalidades de operación militar capaces de alcanzar la misma ventaja militar con un daño significativamente menor”.

El presidente Petro aseguró que, al tomar “la decisión última”, ha buscado “al máximo inteligencia que ubique la presencia de menores cuando esta es posible”, y además sostuvo que “siempre” toma la decisión “cuando mandos/capos están presentes en el lugar y están en actitud ofensiva contra la sociedad y el estado”. Sin embargo, en el bombardeo de Guaviare (y tal vez en otros, pues la Defensoría del Pueblo está verificando posibles muertes de menores en más acciones, por lo que le pidió al presidente “suspender los bombardeos y evaluar”) murieron siete niños. En las últimas horas, Petro admitió que en total, en los 12 bombardeos que ha ordenado durante su Gobierno, han muerto 12 menores en Arauca, Guaviare y Amazonas.

Además, en esos 12 bombardeos que ha ordenado, no ha caído un jefe con peso específico en las organizaciones criminales. Esas acciones no han tenido efectos estratégicos como sí los tuvieron, por ejemplo, los bombardeos en los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, que abatieron a importantes jefes de las Farc, incluso a su máximo comandante, alias ‘Alfonso Cano’, y desembocaron en la conducción de esa guerrilla a negociar su desmovilización.

El presidente Petro, como Netanyahu y Trump, pese a que los tres están en contextos diferentes, se devana los sesos dando explicaciones y hace esfuerzos por convencer a la opinión pública de las bondades de una acción que ordenó y que dejó menores de edad muertos. Intenta huir de la sartén para caer en el fuego: el debate sobre la aplicabilidad del DIH en este caso se agotará en las elucubraciones de los expertos, pero la discusión que se abrió sobre la coherencia del mandatario y su propósito de debilitar la inteligencia militar le representarán un costo mayor.

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