Bogotá rediseña sus calles para salvar vidas: la nueva guía que desafía la cultura de la velocidad

Bogotá
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Reducir la velocidad en Bogotá salva vidas: descubre cómo el nuevo diseño urbano transforma la ciudad.

La velocidad a la que se circula en las calles de Bogotá representa mucho más que una decisión técnica de movilidad: es un factor determinante entre la vida y la muerte. La importancia de este tema cobró especial relevancia con el reciente lanzamiento global en la ciudad de la guía “Diseñando para velocidades seguras”, desarrollada por la Iniciativa Global para el Diseño de Ciudades (GDCI) y respaldada por Bloomberg Philanthropies, cuyo fin es redefinir las prioridades del diseño urbano para poner la seguridad de los usuarios más vulnerables en el centro de la política vial, alejándose del paradigma centrado en la fluidez vehicular. Según El Espectador, este documento surge como una respuesta concreta a una problemática mundial donde peatones, ciclistas y motociclistas siguen siendo las principales víctimas de siniestros viales.

La validez de la propuesta se apoya en 89 casos prácticos de transformación urbana documentados en seis continentes, destacando intervenciones que ya muestran resultados alentadores en Bogotá. De acuerdo con datos de la Secretaría de Movilidad y reportes de El Espectador, en arterias críticas como Guayacanes y la Avenida Boyacá, la aplicación de medidas como reductores de velocidad, intersecciones elevadas y delimitación de zonas escolares a 30 kilómetros por hora ha sido clave para disminuir a cero las muertes asociadas a exceso de velocidad. A pesar de estos avances locales, la situación general es alarmante: en lo corrido de 2025, ya han fallecido 405 personas en incidentes viales, de las cuales el 45% eran motociclistas y el 40% peatones –un fenómeno especialmente grave entre jóvenes hombres de 18 a 34 años.

Las estadísticas reflejan una realidad contundente: la velocidad incide directamente en la gravedad de las consecuencias. Según la GDCI, un peatón atropellado a 30 km/h tiene un 90% de probabilidades de sobrevivir, pero cuando la velocidad aumenta a 60 km/h la posibilidad se reduce drásticamente a solo un 10%. Estas cifras reveladas en la guía enfatizan el impacto de las decisiones de diseño en la vida de innumerables familias, reafirmando la declaración de su directora ejecutiva, Skye Duncan, quien sostiene que el urbanismo no es neutral: cada intervención puede significar la diferencia entre salvar o perder vidas.

Además, los beneficios sociales y ambientales son significativos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que ciudades con entornos urbanos “calmados”, donde la velocidad se controla mediante el diseño, no solo logran menos accidentes sino que también promueven mejor salud mental, mayor equidad y cohesión vecinal. Bogotá, pionera en América Latina tras adoptar la Guía Global de Diseño de Calles en 2016, avanza hoy como laboratorio de políticas públicas dirigidas a reconciliar el ritmo de la movilidad con el bienestar colectivo, según expertos citados por GDCI y declaraciones oficiales de la Secretaría de Movilidad.

La experiencia internacional ratifica estos hallazgos. Ciudades como Nueva York, Oslo y Barcelona han alcanzado cifras históricas de cero muertes de peatones y ciclistas en zonas centrales a través de la reducción de límites de velocidad y la creación de áreas exclusivas para usuarios no motorizados. El diario The Guardian destaca el caso de Oslo, que logró esta meta en 2019 transformando sus políticas y cultura vial. En América Latina, ejemplos como Buenos Aires ilustran los avances y desafíos en la consolidación de infraestructuras seguras. Sin embargo, más allá de los aspectos técnicos, el gran reto reside en cambiar la mentalidad de autoridades y ciudadanía para priorizar la vida colectiva por encima de la velocidad y la inmediatez.

Las víctimas de la violencia vial corresponden, sobre todo, a los eslabones más débiles del espacio público: peatones, motociclistas y jóvenes de barrios populares. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la región los siniestros viales constituyen una de las principales causas de muerte en menores de 35 años, lo que implica un alto costo social y económico para las ciudades. Así, la guía “Diseñando para velocidades seguras” propone un enfoque ético y social: intervenir el diseño urbano para reducir la desigualdad y construir una movilidad verdaderamente justa.

En síntesis, la apuesta por calles seguras en Bogotá no se limita a cambios en la infraestructura. Según fuentes oficiales y reportajes especializados, representa un profundo cuestionamiento acerca del valor que se otorga a la vida y el derecho al espacio público. La capital colombiana asume el liderazgo como ciudad modelo, pero el camino es largo y requiere voluntad política, seguimiento constante y una ciudadanía comprometida. El mensaje de la nueva guía es claro: cada cifra representa una historia y cada diseño, una oportunidad para protegerla.

¿Por qué es tan importante limitar la velocidad en zonas escolares?

Para muchos padres y cuidadores, la seguridad de los menores en vías cercanas a colegios y jardines infantiles es una preocupación diaria. El establecimiento de límites de velocidad, como zonas escolares a 30 km/h, surge de estudios que demuestran que los niños y adolescentes son especialmente vulnerables por su menor capacidad de reacción ante situaciones de riesgo y su desarrollo físico. Según la Secretaría de Movilidad de Bogotá y los hallazgos recogidos por la GDCI, la reducción de velocidad en estos entornos disminuye drásticamente el riesgo de lesiones graves y muertes, pues aumenta la probabilidad de supervivencia en caso de accidente, ofreciendo además tranquilidad para las familias y profesores.

Estas medidas no solo evitan siniestros viales, sino que permiten crear entornos escolares más accesibles y amables, fomentando la caminata, el uso de la bicicleta y el juego en zonas de bajo tránsito. Así, las ciudades avanzan hacia el objetivo de garantizar el derecho universal de los niños a cruzar la calle sin temor, fortaleciendo la cohesión social y el sentido mismo de comunidad.

¿Qué significa “calmar el tráfico” en el contexto urbano?

El término “calmar el tráfico” se refiere a las estrategias y acciones que buscan reducir la velocidad y la agresividad de los vehículos en áreas urbanas. Esta noción abarca desde la implementación de reductores de velocidad y zonas de velocidad controlada, hasta la creación de infraestructura exclusiva para peatones y ciclistas. Según la Organización Mundial de la Salud y la guía de la GDCI, calmar el tráfico contribuye a disminuir los choques graves, promueve la sana convivencia entre los diferentes actores viales y mejora la calidad ambiental del entorno urbano.

En el contexto de Bogotá y otras ciudades latinoamericanas, estas iniciativas adquieren creciente importancia debido al alto índice de accidentes y la necesidad de recuperar el espacio público para la vida comunitaria. La reducción efectiva de accidentes representa, por tanto, una solución integral que beneficia tanto la seguridad como la convivencia y habitabilidad urbana.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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