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Este lunes se hará efectiva la designación del Cartel de los Soles, encabezado, según EE. UU., por Nicolás maduro, como organización terrorista extranjera.
Este lunes 24 de noviembre se hará efectiva la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista, cuyo principal cabecilla es, según Estados Unidos, Nicolás Maduro, por quien ofrece una recompensa de 50 millones de dólares. Esto habilita al presidente Donald Trump para adelantar acciones directas contra la estructura criminal transnacional en el marco de su estrategia contra el narcotráfico en el Caribe. Hasta ahora, Estados Unidos ha acumulado frente a Venezuela prácticamente el 10 % del total de su fuerza naval, incluido el portaviones Gerald Ford, el más grande del mundo. Ahora el abanico de opciones que se abre es inquietante porque se teme una acción más contundente que el simple bombardeo de lanchas en el mar.
(Le interesa: Trump le cerró puerta en la cara a Maduro por propuesta que favorecía al líder del régimen)
Pese a que el mandatario estadounidense abrió la posibilidad de un contacto con Maduro, se da por descontado que, si llega a ocurrir, no será para que la cabeza del régimen venezolano prolongue su estadía en Miraflores como lo logró al tomar del pelo al expresidente Joe Biden, sino para concretar los términos de su salida. Es abrumadora la cantidad de análisis que coinciden en que un enorme despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, que no se veía desde 1962 por la crisis de los misiles rusos en Cuba, no puede ser solo para hundir pequeñas embarcaciones. También concuerdan en que si no se consigue un objetivo superior (como la salida de Maduro), el costo político para Trump será devastador por mostrar los dientes y no ser capaz de morder.
Pero, así como surgen especulaciones sobre lo que puede hacer Estados Unidos de hoy en adelante con el soporte legal que le da la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista extranjera, y que le permite al Ejecutivo estadounidense ejecutar acciones unilaterales sin necesidad de pasar por el Congreso —como lo ha hecho contra otros grupos como Hamás, Hezbolá, Al Qaeda y el Estado Islámico, entre muchos otros—, también se han activado miradas que se posan en lo que ocurrirá en Venezuela en una virtual etapa pos-Maduro. Esas miradas se mueven entre el escepticismo de que con la salida de Maduro se acabe el chavismo y la incredulidad de que los miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana también den su brazo a torcer.
Phil Gunson y Douglas Farah, dos analistas citados por The New York Times, dieron conceptos desalentadores. “Lo que realmente nos preocupa es que no parecen tener ningún plan serio sobre qué sucederá después. La idea de que se va a poder instalar un gobierno y que todo lo demás se va a solucionar solo, creo que es simplemente una fantasía”, dijo Gunson, mientras que Farah escribió en 2019 que un derrocamiento de Maduro —por golpe militar, levantamiento popular o acción militar estadounidense— destrozaría el frágil gobierno autoritario de Venezuela y produciría “un caos prolongado sin posibilidad de terminarlo”.
En Colombia, Germán Ortiz, catedrático en la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario y periodista, ha profundizado en el análisis y plantea escenarios concretos, y también poco esperanzadores. Para empezar, en diálogo con Pulzo, sostuvo que Maduro cometió “la torpeza” de perder la oportunidad de una salida política con las elecciones del año pasado. “Él se comprometió a que iba a respetar la oposición y lo que hizo fue tomar del pelo y burlarse de Biden, pero no contaba con que al gobierno de Estados Unidos iba a llegar un hombre como Trump, con el que ya no tiene ninguna oportunidad política”, dice, pero eso ya es pasado, y Ortiz fija su observación en lo que puede pasar el ‘día después’.
“Si Maduro flaquea y cae, toda la estructura que él ha cooptado, que está metida en distintos niveles del régimen y en distintos roles, se cae con él”, dice el docente, y advierte que, para él, no existe el Cartel de los Soles. “En Venezuela lo que hay es una corrupción que se ha ido metiendo en todos los estamentos del Estado. Y creo que eso es lo que hace que todos prefieran mantenerlo: ‘O todos nos cuidamos o todos nos caemos’. Hay que reconocer que Maduro en el fondo no es un estadista de los más brillantes, pero ha logrado aglutinar alrededor de él al chavismo y darle cierta estabilidad”.
Por estas circunstancias, el profesor Ortiz observa cuatro escenarios diferentes del ‘día después’ a una eventual caída de Maduro, el primero de los cuales es una suerte de ‘haitización’ de Venezuela. “Este escenario [como en Haití] supone el colapso inmediato de las instituciones y la fragmentación del territorio en zonas controladas por pandillas o grupos armados locales”, explica el docente. “La violencia urbana, la criminalidad generalizada y el éxodo masivo serían las consecuencias directas en la región”.
“Aunque Venezuela conserva aún una estructura militar formal, la debilidad del poder civil incluso chavista y la dispersión de armamento hacen plausible un proceso de vacío parcial, sobre todo en regiones donde la autoridad central ya es casi nominal”, añade, y explica que se podría dar una confrontación entre bandas criminales como el ‘Tren de Aragua’, los colectivos chavistas que operan como grupos paramilitares, y la misma Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). “Una guerra civil donde la criminalidad se generaliza, con la consecuente salida masiva de venezolanos de su país”, alerta.
El segundo escenario es el de la ‘libianización’ de Venezuela (como en Libia), “con una fragmentación armada y el surgimiento de señores de la guerra”, continúa el profesor Ortiz. “Es un escenario que describe la multiplicación de centros de poder militar y político tras la caída del régimen, con facciones que se disputan el control territorial. En Venezuela, este escenario encuentra terreno fértil con gobernadores, mandos militares regionales y grupos irregulares que ya operan como poderes autónomos. Si el chavismo se desmoronara, es probable que estos actores intenten preservar su influencia local, reproduciendo la lógica de una guerra por ‘pedazos’ del Estado”. En otras palabras, grandes regiones o zonas estratégicas se independizarían, habría una atomización.
En tercer lugar, está el escenario de la ‘vietnamización’ como guerra de desgaste. “Aquí el riesgo es la formación de una resistencia armada prolongada como le ha apostado abiertamente el propio régimen, alimentada por remanentes del chavismo o por grupos civiles armados que busquen defender su territorio o sus intereses. Con el arsenal disponible —incluidos miles de sistemas portátiles antiaéreos Igla-S adquiridos de Rusia—, Venezuela podría transformarse en un escenario de guerra irregular de larga duración, con un alto costo humanitario”, observa Ortiz.
Y recuerda que Maduro dice que hay que leer a Ho Chi Min con miras a una guerra de guerrillas, “con la paradoja de que Venezuela es el único país de América Latina que no ha tenido grupos guerrilleros”, destaca Ortiz. Sin embargo, en este escenario jugarían un papel importante los grupos armados de Colombia que han encontrado cobijo y apoyo en el régimen de Venezuela. “Por ahora no tendrían mucho peso. Están a la espera. Si ven que la situación se sale de cauce, regresan a Colombia”, considera el profesor Ortiz, pero también cabe la posibilidad de que aporten su experiencia y hasta combatientes (esto no es nada nuevo) para fortalecer la resistencia contra Estados Unidos.
Finalmente, en Venezuela se podría dar una ‘colombianización’, según Ortiz, “con el apuntalamiento del crimen organizado y su control híbrido”. Y subraya: “Este es, quizá, el escenario más plausible. Implica la coexistencia de actores ilegales y economías ilícitas en territorios donde el Estado formal se limita a coexistir con ellos. Venezuela ya muestra rasgos de este patrón con la minería ilegal, el narcotráfico y el contrabando de oro y gasolina, y la presencia de grupos armados paraestatales motivados desde el chavismo en defensa de la revolución. Si el poder central se debilita sin un relevo creíble, el país podría derivar en una anomia controlada, donde el crimen se convierta en forma de gobierno”.
Frente a estos escenarios, la oposición en Venezuela tiene un papel de enorme responsabilidad. “Nuestra historia está llena de finales que se anunciaron como inminentes y que, sin embargo, derivaron en nuevos autoritarismos y conflictos inevitables. Venezuela podría repetir ese patrón si la comunidad internacional y la oposición interna confunden el derrumbe del régimen con la llegada automática de la democracia”, llama la atención el profesor Ortiz. “El verdadero desafío no será sacar a Maduro del poder, sino construir una transición sin tensiones, capaz de evitar que el país se convierta en un territorio fracturado, armado y gobernado, en el peor de los casos, por la ley de la supervivencia. El ‘día después’ exigirá menos celebraciones y mayor prudencia”.
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