Mala noticia para los que buscan casa nueva en Colombia: cifras evidencian dura realidad
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Un reciente informe elaborado por el Dane halló que los precios de la vivienda nueva en Colombia aumentaron un 9,93 % en comparación con el año pasado.
En el primer trimestre de 2025, los precios de la vivienda nueva en Colombia aumentaron un 9,93 % respecto al mismo periodo del año anterior, según el Dane.
Aunque esta cifra representa una desaceleración frente al 12,03 % de 2024, persisten fuertes alzas en algunas zonas y segmentos del mercado. Los apartamentos fueron los inmuebles con mayor incremento (10 %), mientras que las casas subieron un 6,15 %.
(Vea también: Quedan 600 cupos en subsidio que da hasta $ 15’000.000 para vivienda; así puede aplicar).
Algunas ciudades como Cúcuta (22,55 %), Popayán (18,32 %) y Pasto (15,16 %) mostraron aumentos muy por encima del promedio nacional, en contraste con Neiva, donde se registró una caída del 4,15 %.
El análisis por estratos revela un comportamiento desigual: en ciudades como Bucaramanga y Pereira, el mayor aumento se dio en viviendas de estrato bajo, con variaciones del 28,5 % y 26,08 %, respectivamente.
Estas diferencias podrían estar relacionadas con la demanda, los costos de construcción y las condiciones del crédito hipotecario. A nivel trimestral, el alza fue del 3,46 %, reflejando una aceleración reciente en los precios.
Factores como el encarecimiento de insumos y las tasas de interés pueden estar influyendo en esta tendencia, junto con dinámicas locales que afectan de forma diferenciada a las ciudades del país.
Por qué precios de vivienda deben bajar en Colombia
La disminución en los precios de la vivienda en Colombia puede traer beneficios significativos tanto para la economía en general como para millones de hogares que buscan acceso a una vivienda digna. Uno de los principales efectos positivos es que se amplía la posibilidad de compra para una mayor parte de la población.
En un país donde gran parte de los ciudadanos pertenece a los estratos bajos y medios, la reducción de precios facilita que más familias puedan adquirir vivienda propia sin endeudarse excesivamente ni depender exclusivamente de subsidios del gobierno. Esto contribuye directamente a mejorar la calidad de vida, ya que una vivienda adecuada no solo es un derecho fundamental, sino también una base esencial para el desarrollo social y económico de las personas.
Además, precios más bajos pueden dinamizar el mercado inmobiliario, impulsando la compra y venta de inmuebles y generando mayor rotación en el sector. Esto es especialmente relevante en contextos donde el encarecimiento sostenido ha ralentizado las transacciones y ha dejado miles de viviendas nuevas sin vender.
Una caída moderada en los precios puede actuar como un catalizador que reactive tanto la demanda como la oferta, y beneficie a constructores, inmobiliarias y compradores por igual. También podría equilibrar el mercado en regiones donde los precios se han elevado de forma desproporcionada respecto a los ingresos de la población, como ha sucedido recientemente en ciudades como Cúcuta o Pereira.
Desde el punto de vista macroeconómico, una baja en los precios también puede ser favorable si se acompaña de estabilidad financiera y control de la inflación. Cuando los precios de la vivienda bajan, también lo hacen los costos relacionados con el arriendo, lo cual alivia la carga económica sobre los hogares que aún no pueden comprar.
Cómo familias se benefician con esas rebajas
Esto libera recursos que las familias pueden destinar al consumo, el ahorro o la educación, lo que a su vez puede estimular otros sectores de la economía. Igualmente, precios más accesibles pueden mejorar la distribución de la población en las ciudades, ya que más personas podrían mudarse a zonas que antes eran inaccesibles por su alto valor.
Finalmente, la caída en los precios puede obligar al sector constructor a enfocarse en mejorar la calidad, la eficiencia y la sostenibilidad de los proyectos, en lugar de apostar únicamente por la rentabilidad. Así, una baja de precios, lejos de ser negativa, puede abrir la puerta a un mercado de vivienda más justo, equilibrado y orientado al bienestar social.
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