En La la land: ciudad de sueños, segundo largometraje del director Damien Chazelle (whiplash, 2014), podemos encontrar virtudes que hacen que al final de la película salgamos con ese aire de satisfacción. Sentimos en los entresijos que Esa platica no se perdió.

La fotografía es un elemento muy bien tratado. Los tonos violeta de los atardeceres, las luces neón de los bares, las estrellas y galaxias, y sus planos generales ambientan muy bien el romance entre Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling). Los guiños a esa época antigua del cine con referencias a Rebelde sin causa, Casablanca y a Ingrid Bergman son elementos fundamentales para entender a sus personajes.

Su banda sonora es el elemento principal de la película. Tal como lo hizo en Whiplash, el director elije  al jazz como protagonista y dejará satisfechos a aquellos que disfrutan de los musicales y a aquellas personas, como yo, que no somos muy fanáticos de ellos. La voz de Stone mucho mejor que la de Gosling (puede ser que su atractivo sea la fantasía de ellas y mío; digo de ellos también) pero como cantante digamos que es un muy buen actor.

La elección de dividir temporalmente la historia por estaciones es acertada para entender las etapas del romance de sus personajes. La trama funciona muy bien cuando su amorío recién comienza y juntos afrontan los obstáculos para realizar sus sueños; sin embargo no funciona tan bien para justificar el declive de aquel enamoramiento.

No creo que sea la mejor actuación de Stone ni de Gosling pero la dirección de Chazelle es impecable y demuestra que este director se supera en cada proyecto que emprende. Muy recomendada para los románticos y los entusiastas del jazz.

3 ½ maíces pira sobre cinco.

 

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