Es tendencia en internet reclamarles a personajes como Marco Fidel Ramírez, Alejandro Ordóñez, Viviane Morales o Ángela Hernández no haber dicho nada, o poco, sobre los niños violados por un sacerdote en Cali.

Y es una protesta válida, mientras esta vez se han quedado callados, en ocasiones pasadas los cuatro han salido a protestar airadamente en defensa de las buenas costumbres, la familia y los niños.

Los niños, nadie ha llevado tanto del bulto como ellos. En la larga lista de excusas que tienen los políticos para justificar sus intereses, los menores de edad llevan de lejos la ventaja por encima de fachadas como Dios y La Patria.

Candidato que quiere subir en las encuestas posa para la foto rodeado de niños, y todo dirigente los menciona en su discurso de posesión, asegurando que ellos son el futuro. Todo para olvidarlos a la hora de repartir el presupuesto.

Oponerse al aborto, a las cartillas de educación sexual, a la adopción por parte de parejas del mismo sexo; una cantidad de mecanismos que, primero, no sirven, y segundo, son hipócritas.

Para importarnos tanto a los niños les ha ido muy mal, su historia es la historia del abuso. Las cifras hablan por sí solas: luego de la violación de Yuliana Samboní, el año pasado salió la estadística que aseguraba que cada hora dos niños llegaban a Medicina Legal por haber sido víctimas de abuso sexual, eso sumado a que cada día tres menores de edad eran abandonados y dos asesinados.

Entonces, ¿de verdad nos importan los niños? ¿Estamos haciendo como sociedad lo necesario para protegerlos y darles todas las oportunidades posibles? Quizá por eso hay tanto adulto dañado, agresivo, atemorizado, abusador, porque cuando le tocó ser niño fue atacado y nunca reparado.

Tan mal les ha ido a los niños que hoy hasta los animales están por encima de ellos. Hay una corriente cada vez más grande que invita a adoptar mascotas en vez de comprarlas. Quienes se han unido a ella creen que es injusto pagar por un animal habiendo tanto perro callejero, hambriento y necesitado.

Y está bien, pero algo ahí no cuadra: si cada vez hay más defensores de la vida y lo débiles, ¿por qué no aplican la misma con los seres humanos y siguen prefiriendo tener hijos que adoptarlos? Si tanto les preocupa el sufrimiento ajeno y quieren hacer del mundo un lugar mejor, ¿cómo es eso de que adoptar un niño no es una opción (y mucho menos permitir que algo diferente a matrimonios heterosexuales lo hagan), pero ven a un animal desvalido y se derriten?

Y entiendo la resistencia, porque por mucho que traten a sus mascotas como personas y los llamen “Mi hijo”, es más fácil adoptar un animal cualquiera que criar a un ser humano que no venga de las propias entrañas.

Pero entonces que no se llenen de razones morales para justificar sus decisiones porque terminan haciendo parte del juego de la hipocresía donde están los curas pedófilos, Alejandro Ordóñez, Marco Fidel Suarez, Viviane Morales y compañía: se autoproclaman defensores de la vida cuando les conviene, pero cuando una situación no se adapta a sus creencias, se puede caer el mundo que prefieren no mover un dedo, y en ocasiones incluso, reaccionan con violencia como si en vez de victimarios fueran víctimas.

Más bien dejen de llenarse de razones que solo ellos se creen. “Porque se me da la gana” es la única excusa válida para hacer o dejar de hacer algo en esta vida.

Para tomar prestadas las palabras de un amigo, todos los días fallamos como civilización. No importa que hagamos unas pocas cosas para disfrazarnos de héroes y sentirnos bien, si seguimos así el Infierno será nuestro destino final.

Es una fortuna que, más allá lo que digan los curas que a veces nos enseñan el amor de Dios y veces se lo toman a título personal, tal cosa no exista.

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