Yo creo que una gran mayoría de quienes usamos redes sociales, hemos de una u otra manera sido infieles, hay quienes mantienen flirteos fugaces y caen irremediablemente en el sexting  y de lo virtual muy fácil se pasa a lo carnalmente real.

David es un amigo que hice en Facebook hace un par de años que formaba parte de los 285 que marca actualmente  mi  perfil, más los 64 que fungen solo como seguidores.

La gran mayoría de ellos son personas afines a lo que escribo en redes y portales de periodismo, al tema de las telenovelas y la farándula, otro porcentaje son viejos compañeros de estudio y excompañeros de trabajo, otra parte quizás están allí porque simplemente les simpatizó la foto de perfil y deben existir, quién sabe, esos perfiles ficticios dedicados a voyerismo virtual.

He tratado de ser cauteloso en el manejo de redes sociales, y soy ahora muy reacio a aceptar solicitudes,  ya una vez tuve la negra experiencia del vil  hackeo de la cuenta por parte de inescrupulosos dispuestos a enlodar mi imagen, razón por la cual decidí no volver a subir fotografías, ni aspectos de mi cotidianidad, además de excluir a los integrantes de mi familia, con quienes tengo contacto a través de otra cuenta de Facebook anexa, sometida a las normas de seguridad brindadas por esta popular red.

De todos esos amigos virtuales, escasamente se cruzan comentarios o saludos y hasta un fugaz chat con 10 de ellos, por lo que es significativo de alguna manera, que solo una persona lograse traspasar esa barrera cibernética y se convirtiera en un amigo real,  al quien guardo un sincero aprecio.

Sobre una reciente vivencia de David, voy a relatar como esas mismas redes pueden afectar nuestro entorno de la vida real y llegar a ponerle fin a una relación de pareja que parecía ir solidificándose tras 6 años, en los que lograron superar escollos propios de la convivencia, los infaltables celos y la entrometida  infidelidad.

David hace no más de un año recibió a través de redes sociales un mensaje de quien fuera su primer gran amor, situación que lo alegro y le permitió saber que había pasado con esa especial mujer durante todos estos años, chatearon y como se dice popularmente adelantaron cuaderno.

Mi amigo no consideró prudente contarle a su mujer actual que había tenido un contacto virtual con su primer amor, pues intuía que la reacción no sería la mejor  y se lo guardó, pero los contactos virtuales continuaron en los ratos libres desde la oficina.

Las charlas entre David y su viejo amor evocaban esos momentos especiales que vivieron y todo lo ocurrido tras la ruptura. De repente ella guardaba una leve esperanza de poder revivir con David ese romance que fue tan especial y pese al paso del tiempo, aún se mantenía indeleble en el recuerdo de ambos.

El gran error de David fue no borrar los chats con su exnovia. En uno de esos tantos él le confesaba que ella seguía siendo el gran amor de su vida, ese mismo que su actual esposa leería una noche al tomar el portátil que David usaba y que tenía por descuido abierto en la página de contacto virtual donde estaban todas las conversaciones con su examor.

La esposa de David reaccionó histérica, muy indignada no dudó en restregarle esa infidelidad virtual imperdonable para ella, más que aquellos deslices reales, se sentía herida al extremo, en ese chat su esposo confesaba varias veces que su exnovia era su gran amor.

Hoy mi abatido amigo se enfrenta al reto de evitar que el fantasma del primer gran amor  ponga en jaque su matrimonio, tiene poco tiempo para mover las fichas del ajedrez del amor e intentar hacer recapacitar a su esposa de que ella es lo más importante de su vida actual, de su hoy, de ese mañana que espera seguir compartiendo a su lado.

“Ojos que no ven, corazón que no siente”, si va hacer infiel, hágalo con cautela y no deje huellas ni físicas, ni virtuales, pueden salir muy caros esos  deslices.

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